Daniel Howden. The Independent.
Traducción: Jorge Anaya
Cuando se retiraron las aguas que inundaron la costa de India, el año pasado, más de la mitad de los cuerpos hallados eran de dalits, o intocables. Las recientes sequías en Kenia han diezmado los rebaños de los que los pastores dependen para sobrevivir. En la Noruega ártica, los renos del pueblo sami mueren de hambre porque las lluvias menos frías destruyen los pastizales.
En todo el mundo se siente la realidad del peligroso cambio climático, pero éste golpea con mayor fuerza a las personas menos equipadas para hacerle frente: las minorías étnicas o religiosas y los pueblos indígenas. Desde América Latina hasta Europa y Asia, las minorías han quedado atrapadas en catástrofes producidas por el hombre, y en mucho casos el socorro les llega al último, según un informe que será divulgado este martes por la organización no gubernamental internacional Grupo por los Derechos de las Minorías.
Los gases de efecto invernadero que emiten las naciones industrializadas cambian profundamente las pautas climáticas globales, con desastrosas consecuencias para los países más pobres. Ya se lleva a cabo un esfuerzo importante en la ONU para encontrar una vía para que las naciones más ricas y contaminantes sufraguen la «protección climática» del mundo en desarrollo, pero crece la preocupación de que los grupos que viven en los márgenes de esas sociedades no serán protegidos.
El informe señala que la supervivencia misma de las comunidades frágiles está en riesgo si los responsables de trazar políticas no dedican atención urgente a su situación. «El cambio climático se ha colocado en el primer lugar de la agenda internacional, pero en todos los niveles de gobierno, sea nacional o local, a menudo no hay conciencia de las dificultades que enfrentan las minorías», señala Ishbel Matheson, que está entre los autores del informe.
Para complicar las cosas, las minorías han enfrentado discriminación en casos de desastre. Luego de las inundaciones en Bihar Dalit, las comunidades descubrieron que la ayuda tardaba más en llegarles y que se les sujetaba a «flagrante» discriminación.
El cambio climático también arruina la confianza que las comunidades tradicionales tienen en la tierra. David Pulkol, vocero de la comunidad karamajong de Uganda, comenta: «En nuestra comunidad, los mayores interpretan ciertos signos de la naturaleza para saber cuándo sembrar y cuándo comenzar la temporada de caza. Pero con el cambio climático se vuelve imposible hacer tales predicciones».
Implicaciones para la seguridad
La Unión Europea y la ONU han reconocido las implicaciones que tiene para la seguridad el hecho de que las catástrofes del clima golpeen a los países más pobres, pues eleva la probabilidad de guerras y migraciones en masa. Achim Steiner, director del programa de la ONU para el medio ambiente, ha vinculado el cambio climático al conflicto en Darfur, y advierte: «Las sociedades no están preparadas para la magnitud y la rapidez con que tendrán que decidir qué hacer con la gente».
Si las emisiones de carbono se redujeran hoy a la mitad, los efectos de alivio tardarían por lo menos 20 años en aparecer. A corto plazo estamos atrapados en el cambio global, así que los esfuerzos de «protección climática» a las naciones proclives a recibir el mayor daño son una de las mayores tareas que enfrenta la comunidad internacional. En las conversaciones de la ONU sobre el clima realizadas en diciembre pasado en Bali, 190 naciones firmaron un mapa de ruta para llegar a un acuerdo global vinculante que impida un desastre climático. Ese mapa de ruta contiene compromisos de destinar cuantiosos fondos para ayudar a países pobres a adaptarse a los cambios que se les vienen encima, pero algunos intentos de poner coto a la economía del carbono crean tantos problemas como los que alivian.
Por ejemplo, la moda actual de los biocombustibles surge del supuesto triunfo de la industria del etanol en América Latina, pero debajo de este éxito se encuentra una historia de expulsiones forzadas, despojo de tierras y ataques a grupos indígenas en Colombia, Brasil y Argentina para dejar lugar a las plantaciones de biocombustibles.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
Noticia original: http://www.jornada.unam.mx/2008/03/11/index.php?section=ciencias&article=a02n1cie