¿En que medida la crisis actual afecta las relaciones de poder en el mundo actual? La nueva relación de fuerzas va a depender de las disputas sobre quien pagará los platos rotos y que tipo de discurso triunfará, como interpretación de la crisis.
Apelar al Estado, después de 1929, fue siempre un instrumento inclusive del liberalismo, para recomponer las condiciones de funcionamiento del mercado.
Vamos a lo que realmente interesa: ¿en que medida la crisis actual afecta las relaciones de poder en el mundo actual?
Para eso es preciso resumir en que momento de la trayectoria reciente del capitalismo ésta se sitúa y cual es la configuración de poder que ésta encuentra y altera. Vivimos un período histórico marcado por dos grandes cambios – ambos de carácter regresivo: el pasaje de un mundo bipolar a otro, unipolar, bajo la hegemonía imperial estadounidense y la transición de un modelo regulador a otro, de carácter neoliberal, de desregulación.
La transición fue de un período largo de carácter expansivo, iniciado en la segunda posguerra y concluido en 1973, a un período largo de carácter recesivo – porque la desregulación llevó a la transferencia masiva de capitales del sector productivo al sector especulativo y, como consecuencia, a un período de bajos índices de crecimiento.
En ese marco, la década pasada fue la luna de miel del nuevo período histórico, con el fin de la URSS y los Estados Unidos a la cabeza del bloque imperialista, con capacidad de imponer la «pax estadounidense», con apoyo de la ONU y/o de la OTAN, desarrollando las llamadas «guerras humanitarias» – en Irak, en Bosnia.
Al mismo tiempo, los Estados Unidos lideraron un ciclo corto expansivo, coincidente con el gobierno de Clinton, donde reinó la euforia de una supuesta «nueva economía», que superaría el carácter de ciclo de la economía capitalista. Fue el auge de la hegemonía norteamericana y del modelo neoliberal.
El agotamiento de ese ciclo estadounidense – acompañado de las crisis en las economías brasilera y argentina, en la región donde mas reinaba el neoliberalismo – y la reacción del gobierno de Bush a los atentados del 2002, vinieron a alterar ese cuadro idílico, de la primera década del nuevo período histórico. Lo segundo fue marcado por las guerras de Irak y de Afganistán, por el surgimiento y coordinación de cada vez mas gobiernos del continente en proyectos autónomos de integración, así como por la consolidación del ritmo de crecimiento de China.
La crisis, iniciada en los Estados Unidos extendida a Europa, a Japón y al resto del mundo, se suma a esos elementos para configurar la coyuntura actual. Esta acentúa elementos ya presentes anteriormente: el declive económico de los Estados Unidos, la fragilidad de un modelo centrado en la acumulación financiera, el avance de una multipolaridad económica en el mundo, el fracaso de los Estados Unidos para resolver militarmente las guerras de Irak y de Afganistán.
La crisis que se instaura, más fuerte y prolongada que en otros lugares, en los Estados Unidos, debilitará aún más esa economía. Sin embargo, los Estados Unidos utilizan su capacidad de iniciativa política y de liderazgo sobre otras potencias centrales, para intentar imponer su solución a la crisis, exportar sus pérdidas mas graves y buscar recomponerse como potencia económica.
A pesar de esas realidades, la nueva relación de fuerzas va a depender de las disputas acerca de quien pagará los platos rotos y que tipo de discurso triunfará, como interpretación de la crisis. Apelar al Estado, después de 1929, fue siempre un instrumento inclusive del liberalismo, para recomponer las condiciones de funcionamiento del mercado.
Hoy existe una derrota ideológica fuerte de las ideologías de mercado, cualesquiera que sean las justificaciones que traten de dar. Con todo, pueden predominar soluciones conservadoras, inclusive con la utilización del Estado, posibilidad más probable hoy, por la composición de derecha del cuadro político europeo y japonés. Para las grandes potencias capitalistas se trata de salvar, a cualquier precio, la estructura económica-financiera existente, con intervenciones estatales y masivas inyecciones de dinero.
El cuadro post crisis y sus nuevas configuraciones de poder están abiertas. Se puede dar un re- fortalecimiento de los Estados Unidos como potencia hegemónica, siempre que éste consiga exportar una parte de los efectos negativos de la crisis, compartiendo con las otras economías centrales, pero principalmente, imponiendo duras soluciones internas para la masa de la población norteamericana y, especialmente, para los países de la periferia, comenzando por los emergentes.
Esta alternativa será posible (y la principal variante de la crisis) si no se pone en funcionamiento, esto es, si las mayores economías emergentes y, en particular, los proyectos de integración de América Latina, no crean sus propias políticas frente a la crisis y comparten – activa o pasivamente – las políticas de las potencias centrales del capitalismo.
La alternativa, que puede efectivamente mover el cuadro de poder mundial bajo los efectos de la crisis actual, debe venir, antes que nada, de la profundización de los procesos de integración latinoamericanos, a comenzar por el Banco del Sur – con el avance decisivo para la creación de una moneda única regional, de un Banco Central único, de políticas económicas cada vez mas articuladas, de procesos de regulación de la circulación de capital, entre otras medidas.
Lo que, a su vez, implica el aceleramiento de la implantación y de la asunción de responsabilidades por parte del Parlamento del MERCOSUR, de Unasur, del Consejo Sudamericano de Defensa.
Al mismo tiempo, requiere la profundización en lo que hace a la coordinación de los países del Sur del mundo, para evitar que se exporte para esa región la crisis forjada en el Norte. Y, paralelamente, que se diseñe y se ponga en práctica una visión y una política de superación de la crisis desde los intereses del Sur del mundo, que necesariamente apunte a superar el modelo neoliberal y el de los organismos internacionales responsables por ésta.
El mundo no será el mismo, pasada la crisis actual. Se abre, con ésta, una gigantesca disputa – de intereses y de interpretaciones – sobre su significado y sobre las lecciones a aprender. El Norte busca rearticularse para defenderse de sus evidentes responsabilidades y tratar de imponer sus soluciones, exportando gran parte de sus consecuencias negativas.
Le corresponde al Sur del mundo – y a América Latina en particular – saber defender nuestros intereses, proyectar nuestra visión sobre el sentido de esta crisis y colocar en práctica políticas de superación del neoliberalismo y de la creación de un mundo multipolar y post neoliberal.
Por Emir Sader