Alcira Argumedo (especial para ARGENPRESS.info)
Hace pocos días el jefe de gabinete Aníbal Fernández afirmó que la CGT de Hugo Moyano -quien también ha sido designado presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires- es la columna vertebral del kirchnerismo.
Esto nos lleva a analizar la estructura de poder de esta fuerza política, que en realidad tiene en la CGT sólo uno de sus pilares fundamentales, con estribaciones en José Pedraza de la Unión Ferroviaria, responsable del negocio de la terciarización de trabajadores y sospechado por su participación intelectual en el asesinato de Mariano Ferreyra. Sin considerar los problemas vinculados con el tráfico de medicamentos adulterados que llevaran al procesamiento del bancario Juan José Zanola y de Héctor Capaccioli, encargado de finanzas de la campaña presidencial del 2007. Un segundo pilar lo constituyen los barones del conurbano bonaerense -Mario Ishii, Hugo Curto, Alejandro Granados, Raúl Othacehe, Juan José Mussi, entre otros- cuyo accionar ha sido poco efectivo contra los desarmaderos de autos, la trata de personas y la distribución de paco en sus territorios. El tercer pilar está conformado por los gobernadores aliados -José Luis Gioja de San Juan, Jorge Capitanich de Chaco, Maurice Closs de Misiones, Luis Beder Herrera de la Rioja o Gildo Insfrán de Formosa- entre cuyos méritos se destacan los acuerdos con la Barrick Gold o Minera Bajo La Alumbrera para la explotación de minería a cielo abierto, la devastación de bosques nativos con el despojo de tierras de comunidades indígenas y campesinas o los planes de hambre cero que no evitan la muerte de chicos a causa del hambre por culpa de sus padres. Finalmente, está el pilar de los grupos de negocios que integran nombres como Cristóbal López, Franco Macri, Sebastián Eskenazi, Lázaro Báez, Eduardo Eurnekian y Eduardo Gutiérrez, Matías Garfunkel, Sergio Szpolski o Raúl Moneta, vinculados al petróleo, minería, concesiones viales, aeropuertos, juego, grandes constructoras, finanzas, telefónicas, medios de comunicación y similares. No puede negarse que estos pilares, con diverso tipo de relaciones entre sí, constituyen uno de los sectores de la derecha en Argentina.
Por ello nos permitimos dudar que con esta base de poder real pueda construirse un proyecto de corte nacional y popular. No obstante, existen otros actores: organismos de Derechos Humanos, movimientos sociales, grupos de periodistas e intelectuales, organizaciones juveniles y sectores políticos aliados de centroizquierda, que conforman una legítima faceta progresista, aunque es difícil concebir su convivencia con los pilares del poder real cuya existencia tiende a velarse en los discursos o a ignorarse cuando se acusa a Proyecto Sur de establecer acuerdos con otras expresiones de la derecha en el Parlamento: la paradoja es que Proyecto Sur nunca votó leyes propuestas por esa derecha; más bien fuimos apoyados en iniciativas como la Ley de Protección de Glaciares y la creación de una Comisión Bicameral para la Auditoría de la Deuda Externa o se aceptaron nuestros aportes en casos como la Ley de Reforma del Consejo de la Magistratura. Los programas radiales y televisivos cada vez más numerosos, emitidos por los medios de comunicación controlados o financiados por el oficialismo, tienden a difundir y reiterar una mirada que solamente muestra la faceta progresista de la política kirchnerista, eludiendo su vinculación con los pilares del poder real. Lo cual es aceptable en términos de propaganda política; pero no puede negarse la existencia de una manipulación de la información: manipular información no significa mentir; simplemente se trata de decir verdades a medias remarcando en forma sistemática determinados aspectos y silenciando, también en forma sistemática, otros aspectos que dan cuenta de la composición integral del conjunto.
El debate en el Parlamento sobre la Ley de leyes del Presupuesto Nacional, puso en evidencia una metodología que fuera utilizada profusamente durante los últimos años: cooptar conciencias con el propósito de dividir a quienes se les oponen y debilitarlos, al lograr que una fracción de esos opositores se vuelquen hacia su campo formulando duras críticas a sus anteriores pertenencias o simplemente garantizando el apoyo a determinadas medidas. La UCR sufrió esta metodología -al margen de sus resultados posteriores- con Julio Cobos y las fracciones de radicales K; diversos organismos de Derechos Humanos, movimientos sociales y otros grupos políticos, asimismo la sufrieron. Ahora, ante los problemas de columna causados por la CGT de Moyano, todo indica que se busca la división de la CTA, de modo tal que la fracción de esta central de trabajadores encabezada por Hugo Yasky, sea la parte progresista mostrable del mundo sindical. En las últimos semanas, hemos detectado la utilización de estos métodos en Proyecto Sur: la idea sería promover una disidencia susceptible de ser utilizada en artículos y entrevistas de Página12 o programas como 6,7,8 y similares en radio y televisión. Imaginemos: «Un amplio sector de Proyecto Sur deja ese movimiento con duras críticas a la conducción y se vuelca hacia la militancia en el movimiento nacional y popular kirchnerista». Esta película ya la vimos en julio del 2008 y, con otros matices, en la campaña «Pino, devolvenos el voto» que incluía canciones de dudosa calidad estética y moral. Con referencia a la noche del escándalo, no podemos afirmar que hacia nosotros existiera un intento de soborno: a las 0.55 horas del jueves y antes de la votación final, cuando era evidente que Proyecto Sur podía definir para uno u otro lado, el secretario parlamentario del Interbloque Proyecto Sur, Mario Mazzitelli, recibió una llamada de José María -existe un José María en el Ministerio de Planificación- preguntando de parte del Ministro Julio De Vido «Qué piden ustedes para aprobar el presupuesto?» No podemos entonces hablar de eventuales sobornos, ya que en este caso la pregunta hubiera sido «Cuánto piden …»; por el contrario, la formulación «Qué piden…» solamente puede interpretarse como una sana intención de conocer nuestros deseos