Dos de las cien caras que tuvo el Paro y Movilización Nacional de la Central de Trabajadores de la Argentina. Dos expresiones distintas pero funcionales a una intención política: mostrar la Argentina real, mostrar la Argentina pendiente. «No la Argentina que le muestran a la Presidenta la UIA, la CGT, el INDEC de Moreno o el sector de la CTA que perdió las elecciones. No la Argentina que le muestran a la Presidenta sino la que nosotros vemos caminando el país» como dijo Pablo Micheli hoy a la tarde con la Casa de Gobierno a sus espaldas y acompañado por nuestros compañeros Pino Solanas, candidato a jefe de gobierno, Claudio Lozano, Diputado Nacional Claudia Neira, candidata a legisladora, María Martha Notari y Carlos Mendel, candidatos por comuna 15 y 6, entre otros.
Y esa Argentina tiene, entre tantas otras, dos prioridades especiales. La de nuestros pibes y la de nuestros viejo. Porque «el hambre es un crimen» y el 82 % móvil una imperiosa necesidad y un justo derecho.
Así lo entendieron los 10.000 compañeros y compañeras que votaron la medida de fuerza aquel 24 de marzo de este año en el Congreso Nacional Federal de la CTA en Mar del Plata. Así lo entendieron también cuando se juntaron en asambleas en innumerables localidades de todo el país. O cuando idearon tantas maneras de manifestarse, de instalar el tema, de llegar al pueblo, de hacerse oír.
Porque nuestros queridos viejos y viejas luchadores continuaban con una costumbre que empezó hace mil miércoles cuando el peso se llamaba austral y las jubilaciones pasaban a manos privadas antes de ser reestatizadas. Cuando cobrar como jubilación el 82 % móvil del salario de un activo era una imposibilidad propia del neoliberalismo.
Y el mejor homenaje era rodearlos frente al Congreso Nacional donde desde hace 20 años se dan cita para luchar, aunque les lleve los últimos años. Y luchando estuvimos con ellos después de los cortes que bloquearon los accesos a la ciudad de Buenos Aires para marchar luego a la plaza del pueblo.
Pero también estuvieron presentes los que representan la otra prioridad impostergable. Los chicos que no son de la calle sino del pueblo. Los chicos que quedan fuera de una asignación universal que no es ley, ni es pareja, ni es ajustable ni es universal y que ya no alcanza. Los que no le escapan todavía al hambre ni a su existencia criminal e injustificada. Lamentablemente, millones de nuestros chicos.
Por ellos se cortaron semejante variedad de puentes entre capital y provincia, en Neuquen, Santiago, Formosa, Jujuy, Chaco o Misiones. Puentes colgantes, blancos, fronterizos, interprovinciales o carreteros de aquí y de allá. O túneles subfluviales, sin ir mas lejos.
Pero el paro y movilización fue también por la libertad y la democracia sindical, por la personería gremial a nuestra central, por la no injerencia del gobierno en los asuntos internos de una organización verdaderamente autónoma. Aunque el concepto le quede grande a algunos. Por eso se cortaron calles, accesos, caminos, rutas, autopistas, colectoras y circunvaladoras en Chilecito, San Juan, Mendoza, Santa Cruz, Río Negro o en Chubut tanto como en Tierra del Fuego.
Y porque el sueldo no alcanza, por el aumento del mínimo, vital y móvil, por la eliminación del impuesto al salario y por el fin del negreo laboral se hicieron marchas, radios abiertas, ollas populares, movilizaciones, actos, acampes y festivales en La Pampa, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Salta, Tucumán o Catamarca.
Sin olvidar las incontables demandas locales que se sumaban en cada pueblo, en cada ciudad o cada provincia. Allá donde hubierra un micrófono o un megáfono para hacerse oir.
La CTA ganó la calle nuevamente porque volvió la Central que había sido y que siempre debe ser. Como dijo nuestro Secretario General: «Ahora sí hay una central que va a luchar por las cosas del pueblo. Que se va a movilizar por las calles y no por los pasillos donde se reparten cargos. Porque ese es el camino: organización y lucha».
Hay un pueblo que esta esperando. Esta esperando que los dirigentes se pongan a la cabeza de los reclamos. Y en esta Central no faltan dirigentes que estén dispuestos a hacerlo.
Porque para nosotros no hay otro camino que la felicidad del pueblo, el sueño colectivo de los 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos. No nos interesa otro destino que no sea la construcción de una central de 4 o 5 millones de afiliados y con 100.000 delegados nuevos. Una central que pueda expresarse a lo largo y a lo ancho del país una y mil veces hasta que se termine la pobreza con una justa distribución de la riqueza.
Por ese camino y por esas razones vamos a seguir conduciendo a esta Central y a esta movilización popular»
Así lo entendieron cientos de miles de compañeros que de una u otra forma se volcaron a las calles participando de las 100 caras que tuvo la lucha.
La Central de Trabajadores de la Argentina volvió a ganar las calles.