En la actual coyuntura se pretende instalar la imagen de una Argentina al borde de un verdadero desbarajuste en su funcionamiento económico como consecuencia del impacto negativo que en materia de consumo e inversión suponen las restricciones a las importaciones dispuestas por la estrategia gubernamental por la vía del uso de licencias no automáticas. Frente a esta caracterización conviene señalar que Argentina no es Africa, en el preciso sentido de afirmar que nuestro país cuenta con capacidades humanas y productivas suficientes como para poder llevar adelante un proceso de sustitución de importaciones. Proceso que por otra parte es imprescindible si se quiere transitar un camino que suponga reindustrializar al país y por esta vía abrir la puerta al desarrollo económico, más allá del mero crecimiento del nivel de actividad. Ahora bien, señalar lo expuesto no exime de considerar que las restricciones a las importaciones dispuestas por la estrategia oficial no tienen tanto que ver con una estrategia seria de sustitución de importaciones vinculada con una modificación del actual esquema productivo sino principalmente con una medida que intenta dar respuesta a una determinada coyuntura comercial: aquella que se preocupa del signo que adopta el saldo comercial (superávit y no déficit) sin importar el contenido que está detrás de dicho resultado (es decir si el mismo se construye sobre la base de exportar recursos naturales y/o commoditties industriales de bajo valor agregado).