Temprano, esta mañana, el candidato a Diputado Nacional Víctor De Gennaro, se encontró con los compañeros y compañeras de la Organización Libres del Pueblo (OLP) que lidera Pablo Puebla. Junto a los trabajadores y trabajadoras de la Organización, De Gennaro recorrió las cooperativas y emprendimientos con los que «se construye organización popular todos los días en San Martín» tal y como describía en el mes de Mayo de este año el periódico de la Central de Trabajadores de la Argentina.
Las Cooperativas de la O.L.P Julio Troxler, Alberto Márquez y los Lizazzos conversaron y pudieron contar y mostrar las tareas que se desarrollan en el Polideportivo de Chacarita Juniors, un espacio librado al abandono de hace más de 20 años. La finalidad de estas cooperativas es recuperar este lugar para poder abrirlo a la comunidad. Las cooperativas cuentan con 180 personas y el 80% son mujeres que salen de sus hogares para realizar tareas de pintura, albañileria , capacitación, formación y recuperación de espacios verdes y con proyectos ambiciosos como la realización de un Jardín Materno Infantil y la posibilidad de que los compañeros puedan terminar sus estudios, ya sean primarios como secundarios.
Reproducimos la nota sobre la O.L.P publicada en el periódico de la Central de Trabajadores de la Argentina en el mes de Mayo de este año.
Fotos: Instituto Popular de la OLP
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Trabajo que dignifica
La estación San Martín, línea Mitre, en el kiosko del cruce peatonal, es el punto de encuentro. Beto maneja y describe, a medida que el auto se interna en sus territorios, cada lugar y su historia: esa obra la hicimos nosotros, acá nos reprimieron una vez, ese barrio lo hizo Perón… “y esta parte”, indica entrando por una calle entre dos predios, en cuyos márgenes empiezan a verse los primeros chalecos y cascos de la OLP, “estaba casi en ruinas. Antes era todo de los curas, que en el ’75 se lo vendieron a Chaca y con el tiempo se fue fraccionando. Acá estamos ‘poniendo en valor’, dice el arquitecto, un Polideportivo abandonado”.
Cuatro cooperativas trabajan en el lugar por un acuerdo con el Municipio y el Club Chacarita Juniors. Decenas de personas repartidas en grupos hacen veredas, reconstruyen vestuarios, resucitan una cancha de basquet. Pablo Puebla, dirigente provincial de las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP), explica que “esta franja es un espacio público municipal, co-gestionado con el club. Acordamos no ponerle alambrado para recuperarlo abierto a toda la comunidad”.
“La revista de la CTA ya nos había hecho un reportaje hace tiempo”, recuerda Puebla “cuando íbamos a comer de la basura en el Ceamse” (“La carrera del hambre”, julio de 2008). “Ahora los compañeros están ampliando esos horizontes, tener laburo cambia todo. Igual, como esto tampoco alcanza, varios siguen yendo al basural a veces, sacan metales… pero muchos jóvenes recuperan el sueño de juntarse, formar familia, construir un proyecto”.
“Nuestro desafío es recuperar esto para los pibes del barrio”, afirma Puebla. “Hoy acá desde las 3 de la tarde reina el paco y el poxi ran. Los compañeros a la mañana tienen que estar despertando a los pibes, que quedan durmiendo hechos mierda”. Por eso las obras exceden las instalaciones deportivas: “acá”, señala una construcción semiderruida, “vamos a hacer un centro materno infantil”.
Las organizaciones sociales de San Martín han logrado un fuerte desarrollo con los planes “Argentina Trabaja”, ya que “sobre 54 cooperativas, las organizaciones logramos tener 42. Eso te da una dinámica muy distinta de otros distritos, donde la manejan sólo los intendentes y el sistema político, usándolas para tercerizar tareas que deberían hacer empleados municipales”.
También organizaron promotoras de salud, “compañeras que trabajan prevención y atención primaria integral, no sólo el accidente en la obra sino cómo cuidar a los pibes ahora que viene el invierno, qué hacer en verano con la diarrea, los golpes de calor, controles ginecológicos y de próstata, HIV, adicciones…”.
Los nombres de las cooperativas sintetizan la identidad e historia que asume la organización: está la “Alberto Márquez”, por un militante peronista de San Martín caído el 20 de diciembre de 2001; “Fusilados de José León Suárez”, recordando la “Operación Masacre” de 1956 que revelara Rodolfo Walsh; la “Julio Troxler”, y “Los Lisazo”, por otros históricos referentes de la zona.
“En el medio de la militancia y la pelea cotidiana por el trabajo”, entiende Puebla, “también se puede ir trabajando la memoria”.
Volver del olvido
Cambio de coche y de compañeros, Guillermo Del Bosque maneja ahora en un intenso tráfico esquivando cráteres, camiones y autos, camino a “La 18”. Oscar “Pitosi” Alcaraz, coordinador del centro de salud, va relatando que “cuando entré a laburar ahí, en enero de 2007, me encontré una realidad muy dura, la gente no tenía documentos ni ningún tipo de beneficios sociales, y sin documentación tampoco podían gestionarlos. Muchos viviendo de los trabajos que ofrecen los narcos, de esquinero, vigilancia, vender y manejar armas… No había recolección de residuos, pasaba la empresa privada a varias cuadras y había una calle totalmente tapada por basura. Ahora conseguimos que el Municipio nombre a dos personas con carros y caballo para que hagan la recolección en el mismo barrio”. Así que “lo primero fue tramitar documentación, pelear tarjetas alimentarias, y cuando salió el programa de las cooperativas avanzamos con eso”.
El auto llega a un terreno con manchones de pasto donde come un caballo flaco, atravesado por un camión con acoplado y delimitado por un murallón en uno de sus lados. Hombres y mujeres de la cooperativa “Morumbí” instalan grandes caños de desagüe. El lugar estaba lleno de maleza, árboles y basura, así que como primera obra propusieron hacer ahí una plaza. Pero la cosa se complicó “cuando limpiamos para empezar y encontramos desagües cloacales”, recuerda Daniel Vicente, presidente de la cooperativa. “Además se juntaba mucha agua y venía toda la caída de los pasillos del barrio, entonces el ingeniero nos dijo que acá una plaza no se podía”.
Cuenta Daniel que hubo un intenso debate sobre qué hacer. Podrían haber encarado otra tarea, pero su prioridad como vecinos era esa, así que doblaron la apuesta: en vez de renunciar a la obra, la ampliaron y se pusieron a trabajar en un nuevo sistema de cloacas “desde la ruta 8 hasta la mitad del barrio, unos caños enormes porque los antiguos eran chicos”. Todo a pico y pala, sin maquinarias. Tomó casi un año pero “ya estamos terminando, de caños no queremos saber más nada”, se ríe, “para empezar por fin con la plaza”.
Ahora ya no se inunda. “Los vecinos están contentos, no hay más esas vertientes en los pasillos, hay menos chicos enfermos”, cuenta Jimena Báez. “Había muchas infecciones infantiles por las cosas cloacales que quedaban donde jugaban los chicos, y ahora llegó un informe que eso bajó, registrado por las salitas”. Lorena Torres, a su lado, agrega: “hoy se larga una lluvia y dormimos tranquilos, no hay que estar con las escobas sacando el agua de las casas. Fue un cambio total y lo hicimos nosotros”.
“Se hizo un trabajo muy bueno”, dice Daniel mientras les pide con señas a dos de los trabajadores que se acerquen, “gracias a estos capataces que tengo, que son un espectáculo”.
Los dos aludidos se integran a la ronda. En las cooperativas de la OLP, los capataces son votados en Asamblea por los propios compañeros. A Nicolás y José los eligieron por ser de esos vecinos a los que siempre se recurre cuando hay un problema en la casa, los que saben de todo: “yo siempre hice changas de luz y todas esas cosas”, cuenta Nicolás. “Esto me vino justo porque ahora a la mañana trabajo acá, y hago mis changas a la tarde”. José hace mantenimiento de cloacas, “entonces más o menos conocía el asunto, y después hablando con los ingenieros nos fuimos poniendo de acuerdo”.
“Te voy a explicar una cosita”, Daniel pone la mano en el hombro del cronista y quiere que lo próximo que va a decir se entienda claro: “lo que nosotros hicimos en el barrio, hace veinte años -“treinta”, corrige uno, “¡cuarenta!”, apunta otro-, cuarenta años que no lo hacía nadie”. Porque la plaza existió una vez “cuando yo era chico, y se fue destruyendo después como todo. Fuimos olvidados. Ahora volvemos a vivir de a poco, otra vez vamos a tener un lugar para nuestros hijos, nietos, abuelos, como yo viví de pibe. Hoy tenemos la oportunidad de recuperar eso, y gracias a esta organización estamos otra vez en los planos de General San Martín”.
Fusilados que viven
Cooperativa “Fusilados de José León Suárez” funciona donde sucedieron los hechos que le dan su nombre, hoy una plaza rodeada por un cerco de alambre tejido. Enfrente se erige el Club Alemán, en cuyos paredones un mural reproduce escenas de la clásica historieta dibujada por Solano López, en base a la obra de Walsh.
A pocos metros de la entrada hay un viejo monumento a los caídos, con muchos espacios vacíos y algunas placas de madera. “Es que la de bronce se las robaban”, explica Pitosi. “Entonces ahora las traen solamente para los actos, después se las llevan”.
Pitosi prende un cigarrillo y recuerda en voz alta. “Pensar que en los ‘80 veníamos acá todos los años con los pibes de la UES, éramos tres gatos locos. Hacíamos un acto chiquito, a veces con familiares de los caídos. Ahora es impresionante”, se ríe, “vienen todos, si no venís acá no podés estar en el peronismo de San Martín”.
En el mismo lugar donde Carlos Lisazo, Vicente Rodríguez, Mario Brión, Nicolás Carranza y Francisco Garibotti fueron asesinados entre montañas de basura, a la luz de los faros de un camión policial, hoy juegan chicos en hamacas, subibajas, toboganes, y está el obrador de la cooperativa. “Hacemos saneamiento ambiental, reciclaje, árboles, pintura de paredes y cordones”, enumera Karina Ortiz, la presidenta.
También acá el trabajo se complementa con otras actividades: “continuamente hablamos, hay una charla de formación una vez por semana. Ahora coordinamos con un comedor que hace de guardería para los hijos, y hay un proyecto de ir al Mercado Central a hacer compras conjuntas, para que rindan un poco más esos pesos, que hay que estirarlos”.
El capataz es Marcelo, que hace 15 meses está libre. “Tuve tres causas, que en total me costaron como 17 años”, cuenta. Se le nota un fuerte carisma y dotes naturales de organizador. Su aprendizaje fue forzoso: “de estar en pabellones con 150 personas, imaginate, y los que resolvíamos los problemas éramos cuatro. Siempre tratando de solucionar las cosas, y acá afuera también: a mi me ponés a cargo de algo, y yo lo empiezo y lo termino”.
A Marcelo esta experiencia le cambió la vida: “Ahora alquilo una casa, formé una familia, mi señora está embarazada. Yo siempre digo que les re agradezco, y pongo lo mejor de mí. Esto es para cubrir cuentas y gastos, y después hay que sobrevivir, pero la estoy llevando bien. Y cuando no estoy acá, trato de no volver el tiempo para atrás. De no perder esto”.
“Todo lo conseguimos con lucha”
Nuevo cambio de auto, ahora con Karina, marido, hija y amiga, rumbo al comedor “9 de julio” en Villa Lanzone, hoy también guardería para los hijos de los “Fusilados…”. Lo fundaron hace 13 años Juan Carlos “Pepe” Albarracín y su mujer, porque “de chicos sufrimos hambre, internaciones”, explica Pepe, “entonces cuando pudimos quisimos hacer algo por la gente”.
“Hoy almuerzan y meriendan 120 chicos, pero nosotros hablamos siempre de progreso, de organización, y que el ahorro se use en educación para los hijos. La guardería empezó hace días, no a todas les sirve porque algunas viven lejos, pero es un avance”. El comedor también es un espacio de organización, donde después de casi un mes de piquetes y reclamos lograron tener el agua corriente. “Todo lo conseguimos con lucha”, subraya Pepe.
Hay apoyo escolar, talleres, cursos de costura y comidas, entre otros. Cruzando la calle tienen un galpón con hay huertas orgánicas y hornos a leña. Su trabajo es reconocido en la zona y bastante más allá: en estos años recibieron la visita del ex presidente de Brasil “Lula” Da Silva y el embajador de Palestina, entre otros.
La siguiente escala, varias cuadras barrio adentro, es la bloquera. Funciona en un amplio galpón obtenido en comodato, y por ahora comercializa su producción “con vecinos que construyen en sus casas u obras chiquitas”, explica Juan Carlos “Pastor” Barrios. Los bloques se fabrican con “seis de piedra, cinco de arena y uno de cemento bien reforzado”, detalla Pastor. La máquina es manual y hace fuertes chirridos. “Con esto, a mano, hacemos un promedio de 200 en 6 horas”, y todavía queda mucho espacio para utilizar, así que “estamos viendo de sumar algo cultural, y unos muchachos quieren hacer rock”.
“Es un gran logro tener esto, de 2001 para acá, después de ir al Ceamse a buscar la comida, algo se va acomodando. Otros se han quedado en el camino. Pero ha servido”, comprueba, “todo ha servido”. Pastor dice que todavía le cuesta acostumbrarse a manejar cosas tan grandes: “siempre hicimos trabajo comunitario desde comedores o merenderos en una casa, y de repente tener esto… Vieron el esfuerzo de nosotros, de las marchas que hemos hecho. Que la gente se motive con trabajar, no acostumbrarse a cobrar el plan y listo”.
De vuelta todos al auto y última parada: la Estación José Léon Suárez, donde termina (o empieza) el ramal que llevará de vuelta al cronista a Retiro. Las nenas se alborotan al reconocer la zona y Karina dice uh, ahora van a querer un pancho. “Es que acá venden los panchos más ricos del Conurbano”, explica su marido, y baja para comprarle a toda la familia.
Algunos carros esperan al costado de la vía, para ir a cartonear a la Capital. Como testimonio final de las múltiples caras que sigue asumiendo, en los territorios bonaerenses, ese cotidiano ejercicio de dignidad que es la lucha por el trabajo.
Artículo publicado en el Periódico de la CTA N° 76, correspondiente al mes de mayo de 2011