Para el recientemente electo diputado nacional por el Frente Amplio Progresista, Claudio Lozano, “no hay dudas de que se trata de una medida positiva y significativa en tanto supone recuperar un instrumento clave para el Estado en el control de la oferta de divisas. Más precisamente la medida tiene como efecto concreto ampliar la capacidad de incidir, por vía de una oferta mayor, en la cotización de una variable clave para la economía argentina, como lo es el valor del dólar. Sin embargo, la pregunta a hacerse es si pueden la restitución de la liquidación completa de las exportaciones petroleras y mineras zanjar, o estabilizar siquiera la tendencia al aumento en la cotización del dólar? La respuesta a esta pregunta lleva implícita un interrogante mayor, a saber, ¿Cuál es la razón por la cuál se explica la persistente demanda de dólares?
Si la demanda constante de dólares se explica solo por razones coyunturales, es decir porque hay una percepción de que el valor del dólar subirá en un futuro, y por ende el valor actual del mismo es relativamente “más barato”, entonces parece razonable. Sin embargo lo que no parece razonables es que se trate solamente de aspectos coyunturales los que están detrás del dólar si no de importantes aspectos estructurales, a saber: el proceso de apreciación cambiaria (lo que supone dar cuenta de la persistencia de la inflación, del déficit de inversión y de la apropiación concentrada y privada de las rentas naturales que abultan los excedentes de las principales firmas) y del rol que cumple el dólar en la economía local (es decir del rol de unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor que la divisa cumple en la economía local como correlato de la elevada extranjerización de la cúpula empresarial).
En este marco, parece entonces necesario rescatar y aplaudir la decisión de recuperar una mayor soberanía en la capacidad de definir un valor estratégico para la economía nacional como lo es el dólar. Pero de igual modo, hay que señalar que no alcanza solamente con este instrumento, máxime si la visión que comanda la estrategia oficial hace foco en la irracionalidad del comportamiento coyuntural de los demandantes de dólares pero no ve, o no quiere ver (da lo mismo), las irracionalidades estructurales que la alimentan. Más aún, si solo prima la visión coyuntural las tensiones que se acumulan en el mercado de cambios puede incluso hacer fracasar a la justa medida dispuesta y flaco favor le habrá hecho a la legitimación social que requiere una intervención en este estratégico “mercado”. Es por esta razón que la medida dispuesta luce incompleta. Solo da cuenta de las razones coyunturales pero no es acompañada siquiera por alguna señal en relación con asumir los desafíos que plantean las razones estructurales. Sería deseable en este sentido, que la medida dispuesta se articule, por ejemplo, con alguna estrategia seria de recuperación pública de las rentas de los recursos naturales que actualmente alimentan el excedente apropiado por las firmas del sector que no se invierten y están por detrás del persistente proceso inflacionario. Obviamente que realizar esto supone empezar a transitar la asunción de los profundos desafíos que en materia de DESARROLLO PRODUCTIVO, PERFIL INDUSTRIAL Y CONTENIDO NACIONAL tiene pendiente la economía argentina. Desafío que una Presidenta recientemente reelecta por una inmensa mayoría popular está en capacidad y en la obligación de asumir”
En el día de la fecha, la Presidenta de la Nación (recientemente reelegida por casi el 54% de los votos) ha decidido dictar el Decreto Nro 1722/2011 por medio del cual se dispone reestablecer la obligatoriedad en la liquidación de divisas provenientes de las exportaciones petroleras (incluyendo al crudo y sus derivados) y mineras, que habiendo sido exceptuadas en el 2002 (en el caso de las petroleras) y en el 2003 / 2004 (en el caso de las mineras) se habían mantenido hasta el presente.
No hay dudas de que se trata de una medida positiva y significativa en tanto supone recuperar un instrumento clave para el Estado en el control de la oferta de divisas. Más precisamente la medida tiene como efecto concreto ampliar la capacidad de incidir, por vía de una oferta mayor, en la cotización de una variable clave para la economía argentina, como lo es el valor del dólar.
Ahora bien, se cae de maduro que esta medida se adopta frente al debate que entorno al valor del dólar se ha instalado en el mercado cambiario durante el inicio mismo del 2011, que se ha agudizado luego del resultado electoral de las primarias y no se ha detenido tras el contundente triunfo electoral de las elecciones del domingo pasado. Debate que en términos sencillos se presenta como una elevada demanda de dólares a la cotización actual ($4,20 por cada dólar) puesto que se descuenta una cotización futura mayor. Debate que también se expresa en el persistente proceso de fuga de capitales que emergiendo en el 2007 ha recrudecido en los últimos 2 años (a punto tal que en lo que va del 2011 la fuga de capitales ronda los U$S 20.000 millones). Entonces, reconocer el valor de la medida dispuesta (el decreto) no debe ocultar la problemática en la que se inscribe. Más precisamente, si tenemos una medida positiva como lo es el decreto en tanto supone aumentar la capacidad de incidencia para controlar el valor del dólar es porque precisamente lo que se está observando es una tensión en el valor del dólar.
Si el Estado busca una mayor capacidad para controlar el valor del dólar, asumiendo entonces que el valor del mismo tiende a subir, entonces la pregunta que parece pertinente es si resulta suficiente esta medida para dar cuenta de la problemática a la que se enfrenta. Dicho en criollo, pueden la restitución de la liquidación completa de las exportaciones petroleras y mineras zanjar, o estabilizar siquiera la tendencia al aumento en la cotización del dólar? La respuesta a esta pregunta lleva implícita un interrogante mayor, a saber, ¿Cuál es la razón por la cuál se explica la persistente demanda de dólares?
En la respuesta a la segunda pregunta se juega la respuesta de la primera. Empecemos entonces por el final.
Si la demanda constante de dólares se explica solo por razones coyunturales, es decir porque hay una percepción de que el valor del dólar subirá en un futuro, y por ende el valor actual del mismo es relativamente “más barato”, entonces parece razonable que se busque ampliar la oferta de dólares para saciar la demanda del mismo evitando que la cotización de la divisa aumente. No obstante, hay que reconocer que la medida dispuesta viene luego de que el intento de desincentivar la demanda (por vía de controles del Banco Central sobre las casas de cambio) fracasara. Fracaso que habla de la intensidad de la demanda de dólares que se está observando, y que abren interrogantes sobre la efectividad de que la mera mayor oferta de dólares permita “aquietar las aguas tumultuosas” de la demanda y no sea consumida por ella. Es decir, no hay garantías de que con los mayores dólares que aportara la medida dispuesta alcanzará para que los compradores “compulsivos” de dólares consideren que el valor actual de la divisa no es barato sino el adecuado saciando de este manera su “hambre de divisas”.
Si el diagnóstico coyuntural es cierto, entonces la demanda actual de “billetes verdes” solo se explica por la irracionalidad de los compradores que asumen que dicho activo tiene un valor por debajo del que debería tener. Se trata, a nuestro juicio, de un razonamiento por demás simplista y superficial. Son muchas y profundas las razones que están por detrás del proceso que se vive alrededor del dólar, dos parecen importantes a destacar, a saber:
a) El proceso de apreciación cambiaria. Para cualquier observador atento de la realidad económica hace rato que el proceso de crecimiento de precios minoristas ha superado la evolución de la cotización del dólar. Desde el 2007 los precios minoristas no han dejado de subir por encima del 20% anual mientras el dólar no ha subido por encima del 10%. La existencia objetiva de este proceso no supone avalar aquellas posturas que asumen que una evolución de estas características es perjudicial per se para la economía puesto que supone pérdida de competitividad y por ende abogan por una corrección o mejor dicho devaluación de la paridad cambiaria. Muy por el contrario, reconocer este proceso nos debe llevar a comprender la naturaleza del proceso inflacionario que está detrás del proceso de apreciación cambiaria. Exige reconocer que detrás de la inflación se esconde el déficit de inversión productiva que arrastra la actual dinámica económica a pesar de que se han transitado prácticamente 8 años de crecimiento inédito. Crecimiento económico que ha redundado en un también inédito crecimiento del excedente construido en la economía y apropiado por las empresas más concentradas. Excedentes que se han ampliado y no se han invertido puesto que el ordenamiento del actual “modelo” permite la construcción de excedentes desenganchados de la inversión productiva. Es decir, al final del círculo es la configuración de una economía cuyo patrón de acumulación de capitales se centra en la obtención de rentas fáciles provistas por los recursos naturales (agropecuarios, petroleros, mineros, siderúrgicos, etc) la que limita el proceso de inversión, gestando un escenario de persistente inflación que tiende a apreciar el tipo de cambio, lo que se percibe como la vigencia de un dólar barato que pronto deberás ser corregido.
b) La elevada dependencia de la economía nacional al valor del dólar: A nadie se le escapa que si la cotización del dólar se mueve (para arriba o para abajo) se produce un movimiento (hay que dilucidar en que sentido) de un conjunto de relevantes variables económicas (los precios, los salarios, el nivel de actividad, la tasa de interés, etc). No se puede entender esta vinculación sin considerar el rol que cumple el dólar en la economía argentina. El dólar es la unidad de cuenta, el medio de pago y la reserva de valor sobre la que se estructuran las transacciones económicas en nuestro país. No es casualidad de que así sea sino que explican esta situación la elevada extranjerización del aparato productivo local y principalmente de su agente más dinámico, la cúpula empresarial (6 de cada 10 de las grandes firmas son extranjeras, y de las restantes 4 firmas locales tienen un fuerte compromiso con la trasnacionalización). En estas firmas ya sea porque exportan o importan insumos, ya sea porque deben confeccionar sus balances en moneda dura, es el dólar y no el peso la moneda sobre las que se organizan las relaciones económicas de las mismas.
Como se observan, detrás del comportamiento “irracional” de la demanda de dólares están las “irracionalidades” estructurales que le dan sustento. En este marco, parece entonces necesario rescatar y aplaudir la decisión de recuperar una mayor soberanía en la capacidad de definir un valor estratégico para la economía nacional como lo es el dólar. Pero de igual modo, hay que señalar que no alcanza solamente con este instrumento, máxime si la visión que comanda la estrategia oficial hace foco en la irracionalidad del comportamiento coyuntural de los demandantes de dólares pero no ve, o no quiere ver (da lo mismo), las irracionalidades estructurales que la alimentan. Más aún, si solo prima la visión coyuntural las tensiones que se acumulan en el mercado de cambios puede incluso hacer fracasar a la justa medida dispuesta y flaco favor le habrá hecho a la legitimación social que requiere una intervención en este estratégico “mercado”. Es por esta razón que la medida dispuesta luce incompleta. Solo da cuenta de las razones coyunturales pero no es acompañada siquiera por alguna señal en relación con asumir los desafíos que plantean las razones estructurales. Sería deseable en este sentido, que la medida dispuesta se articule, por ejemplo, con alguna estrategia seria de recuperación pública de las rentas de los recursos naturales que actualmente alimentan el excedente apropiado por las firmas del sector que no se invierten y están por detrás del persistente proceso inflacionario. Obviamente que realizar esto supone empezar a transitar la asunción de los profundos desafíos que en materia de DESARROLLO PRODUCTIVO, PERFIL INDUSTRIAL Y CONTENIDO NACIONAL tiene pendiente la economía argentina. Desafío que una Presidenta recientemente reelecta por una inmensa mayoría popular está en capacidad y en la obligación de asumir.