El jueves 13/9 se produjo una significativa movilización social en varias ciudades, en las provincias y en Capital Federal. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, pocos carteles, varias cacerolas, y muchas ganas de expresar el descontento acumulado, hicieron la síntesis para una expresión de características poco usuales.
Por Marta Maffei*
Casi de inmediato comenzó un intercambio fluido de opiniones que van desde el exitismo exultante a una mesurada consideración sobre sus alcances y perspectivas. Hay por cierto ninguneo y descalificaciones, pero la masividad de las respuestas señala claramente que su impacto no ha sido pequeño.
Mirando con mayor detenimiento las consideraciones efectuadas en el espacio heterogéneo en que se mueven compañeros con trayectoria y compromiso social, las versiones también varían. Indudablemente se trata de un hecho multifacético difícil de contener en los esquemas habituales.
Para algunos, por su grado de espontaneidad, desarraigo partidario y composición social, rememora las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, sin embargo en el 2001 comenzó un proceso dinámico, rico, con impactos significativos en la vida ciudadana, de participación asamblearia, debate barrial, riqueza de posturas y análisis, que permitió un protagonismo social no restringido a las marchas y movilizaciones. Fuertemente enriquecedor, sus efectos multiplicadores llegan hasta el presente. Bien podríamos decir que se trata de un proceso inacabado.
Este 13/9 ha sido un modo de expresión política que permitió a sectores amplios manifestar disconformidades y reclamos de diversa índole, fuera de la convocatoria de los partidos políticos y de otras organizaciones más tradicionales.
En esta oportunidad no fue posible como en aquél “que se vayan todos”, sintetizar en una o algunas consignas los ejes del reclamo. Distintos lemas y expresiones en algunos casos más coincidentes, en otros bastante discordantes. En la multiplicidad: el descontento, las broncas, las demandas desatendidas, la soberbia política, la corrupción, las decisiones fiscales más recientes, oficiaron de aglutinante para motorizar la confluencia. Como suele ocurrir, la indignación no resulta suficiente para definir una identidad que la trascienda. No alcanza si la pensamos en términos de orientar los cambios, darle sentido a las transformaciones o definir o sintetizar alternativas.
Se evidenció una crítica muy fuerte a los partidos políticos que, sin embargo no se sostiene en proyectos ni compromisos compartidos capaces de proyectarse en la construcción social de políticas públicas abarcadoras. Parece estar más claro lo que no se quiere que la opción buscada. Veamos las consignas y sin discusión están sostenidas en el NO…
Esta ausencia, muy criticada en los ámbitos oficiales, no le quita contundencia, ni claridad a la hora de construir un excelente indicador para referenciar el ánimo de amplios sectores de la sociedad cuyo descontento multicausa fue explícito. Tampoco corresponde al oficialismo pontificar sobre la validez de los reclamos ni mucho menos sobre quienes tienen derecho o legitimidad para expresarlos. Es casi agraviante el pensamiento descalificante que se esgrime con argumentaciones tan débiles como discriminadoras.
En nuestra sociedad hay miradas diferentes, culturas políticas diversas y concepciones sobre la gestión política disímiles, nadie necesita que el gobierno le venga a legitimar o descalificar sus visiones. Al gobierno le cabe garantizar la seguridad y libertad de las distintas expresiones ciudadanas que no promuevan ni generen violencia y cada quién sabrá si se siente o no contenido. Esto es parte constitutiva del ejercicio democrático.
Y es precisamente desde este ángulo que el reclamo multifacético del 13/9 resulta más categórico. La heterogeneidad de consignas no alcanzó a diluir la exigencia de más y mejor democracia. Más esencial y más inclusiva, más dinámica y real. Resulta claramente insuficiente para el conglomerado manifestante la reiterada muletilla que pregona la transparencia de los actos eleccionarios y la contundencia de su resultado. Sostener la democracia no es sólo ganar elecciones o ejercer las mayorías parlamentarias, no es sólo la formalidad. Las hegemonías construidas a fuerza de silencio, descalificación o presión, se alejan peligrosamente de la convivencia política elegida por los argentinos y la corroen con menos evidencia que las dictaduras pero también con desgraciadas cuotas de efectividad.
Deberíamos haber aprendido que en nuestro país toda vez que las protestas sociales han sido descalificadas en lugar de atendidas, toda vez que no pudieron ser incorporadas al diálogo y la construcción de alternativas crecientemente justas, sólo han fomentado la confrontación.
No queremos generar confusión. En modo alguno promovemos o propiciamos que las expresiones aparentemente más “populares” con que en múltiples oportunidades se disfrazan intereses minoritarios bien concretos, sean las que dirijan la política nacional. Estamos diciendo que esas expresiones tienen en la democracia posibilidad de expresarse y formas bien definidas de ser cotejadas, colocadas en sus verdaderos contextos y sopesadas para permitir su ubicación en el imaginario social y el peso relativo que deben tener en las acciones políticas que definen la direccionalidad de nuestro país.
Es alentador que la sociedad desande la inmovilidad y la indiferencia. Es valioso que lo haga sin violencia y multitudinariamente.
No hay síntesis, pero ¿por qué sólo podría expresarse la disconformidad en una síntesis política armónica y homogénea?¿Quién resuelve que esa es la condición?
Valdría la pena preguntarse a qué se debe el severo déficit político que impide la síntesis. Creo que muy mayoritariamente sabemos que estamos en deuda con la construcción de alternativas. La política no ha logrado rehabilitarse en el imaginario social y sigue siendo para mucha gente buena, casi una mala palabra. El recambio de autoridades ha sido insuficiente para abrirle espacio a la demanda social. Hace demasiado tiempo que la política viene gestionando otros intereses, los de grupos económicos que, como bien dice el lingüista norteamericano Noam Chomsky, “se han convertido en el gobierno de facto empresario”.
En necesario recordar que los sectores medios que protagonizaron el 13/9 son dinámicos. En nuestra historia han tenido protagonismo y lo siguen teniendo aunque la falta de expectativas políticas los han puesto a “militar” otros territorios valiosos: la defensa del medio ambiente, las luchas contra la trata o la violencia de género, el juicio y castigo a los genocidas, la defensa de la educación pública, el rechazo al gatillo fácil y aún, a “no militar” nada en función del descreimiento, la fatiga, o el enojo…
Desde nuestro espacio, trabajamos políticamente en la esperanza de ser capaces de conciliar los intereses legítimos y compatibles de distintos sectores fuertemente perjudicados por la ejecución de políticas reñidas con la democracia y con el interés social. Políticas, para peor, sostenidas en graves hechos de corrupción.
Respetamos los diversos colectivos, alentamos la participación social y procuramos no hacer responsables a quienes dan pelea por sus demandas, de la ausencia evidente de una democracia efectiva y de un andamiaje político suficiente.
* Dirigente nacional de Unidad Popular.
13/09/12 – "La heterogeneidad de consignas no alcanzó a diluir la exigencia de más y mejor democracia"
26/09/2012