Las agresiones verbales de Quiroga contra el Juez Federal y el Fiscal que intervinieron en la causa en la que se absolvió a los dos maestros, constituyen una brutalidad jurídica y política, que no debe pasar desapercibida.
Por Mariano Mansilla*
Quiroga se presenta ante la comunidad como un defensor de la legalidad, pero cuando la justicia lo contradice, y un fallo judicial le indica que una determinada conducta no es delito, inicia una campaña desestabilizadora contra los magistrados intervinientes. Es un accionar muy peligroso, porque declama un fervoroso institucionalismo mientras le den la razón pero cuando las instituciones que el dice defender no lo acompaña, se termina su vocación respetuosa de las leyes y lo fallos judiciales.
Sus expresiones de considerar cobardes al juez y al fiscal son una brutalidad jurídica porque los funcionarios judiciales no tenían otro camino que sostener la absolución, estamos discutiendo sólo los motivos o argumentos de tal fallo. El juez, porque si no hay acusación fiscal (como es este caso) esta obligado a sobreseer y el fiscal porque los únicos testigos que declararon (todos policías) afirmaron que se trató de un acto que duró dos horas y que luego se desconcentraron pacíficamente.
Son una brutalidad política porque alimenta a sus seguidores a tratar de imponer una ideología que repele a los trabajadores, a los feriantes, a los docentes, a los taxistas, a los artistas, y a los que protestan en general; aún sobre las decisiones judiciales, las cuales tienen vías de impugnación en distintas instancias si no las comparte, pero el peor camino es bastardear con expresiones brutales las decisiones que no comparte o posiblemente no comprenda.
*Concejal de la ciudad de Neuquén por el UNE en Unidad Popular.