Por Martín Brunás – El Carnaval en Ludueña es una urdimbre densa conformada por el folklore popular, las luchas barriales, el laburo del militante zonal y los afectos necesarios para afrontar las calamidades diarias.
Este año estuvo muy atravesado por la situación del narcotráfico que, cada vez está más enquistado en el barrio, matando niños e intentando destruir todo el trabajo social realizado en la zona. La tristeza y la pena, esta ocasión, se vio potenciada por la reciente muerte de una compañera del Comedor San Cayetano, Mercedes Delgado. Meche, así a la nombran en el barrio fue asesinada a principios de Enero durante un enfrentamiento de narcos mientras estaba en su lugar de trabajo social cotidiano.
Por ende, la consigna de este evento fue: Carnaval que revive la Mecha de la alegría para encontrarnos como hormigas encendidas. El fuego somos nosotros, la alta rebeldía que intentamos poner un punto final a través de la denuncia, la cual estuvo presente en la mayoría de los artistas que transitaron los escenarios, como en el público asistente que bailaba al son tribal de la murga y el rock, se reía con la ácida crítica social del candombe y escuchaba atentamente las palabras de recuerdo al Pocho y a Meche que los organizadores leían mientras se producía la transición entre los artistas.
Todos fuimos protagonistas de ese instante que duró tres días. A través de las comisiones de Educación Popular, Género o Memoria. Donde, con el espíritu de “Ni un pibe menos”, salieron reflexiones importantes como la necesidad de replantear que las casas culturales tengan la mayor variedad de actividades posible pues si viene, por ejemplo, un pibe que le gusta pintar y no encuentra el espacio para hacerlo, se va y, a larga, termina captado por los narcos. Incluso, dirigentes de la Organización “Che Pibe” mostraron una gran deseo de volver a realizar la marcha de los Chicos del Pueblo este año.
También nos hermanamos a través de la comida. El guiso es un símbolo de la confraternidad, de los logros de la unión, es nutritivo y da amor. Un guiso es el encuentro de distintos vegetales, todos de distintas formas, colores y sabores; el encuentro que nos iguala en nuestras diferencias. Cada uno de sus ingredientes tiene sus características propias: la cebolla, te hace llorar, ¡y lo bien que hace llorar en compañía!, te hace sentir la calidez del otro; la zanahoria es la irrupción de lo subterráneo; o el zapallo el amor de Pocho y Meche, dos personas con una gran dureza exterior, pero con un interior sabroso que contenía las semillas de un nueva visión y esperanza. Por tal motivo, el Pocho Lepratri, en su mochila, siempre que iba a visitar a alguien llevaba verduras para ayudar a armar un buen guiso y poder confraternizar mejor.
Dos son los nodos que una la urdimbre de este carnava: el Pocho Lepratti, el ángel de la bicicleta, aquel militante de CTA, ATE y los Chicos del Pueblo, que fue asesinado por la policía de Reutemann, en diciembre del 2001, cuando gritaba, desde el techo de la escuela, su lugar de trabajo, “Dejen de tirar, hay pibes comiendo”. El Pocho es representado por las hormigas que trabajan sin cesar, llevando granitos para el bienestar de su hormiguero. Y, la inauguración de su carnaval, comienza recorriendo las calles de Ludueña, marcando con dibujos de hormigas los caminos hacia los lugares más importantes. También, en la base circular que hay en la plaza, hay una gran hormiga dibujada, poniendo al alma de Pocho en el centro de la fiesta, como uno más de los murgueros que bailan al son de los tambores, o se le rinde respeto festivo cuando ofrendan a la figura, cada uno de los miembros de la murga, una parte de sus atuendos y se sientan en círculo alrededor, imaginando como Pocho baila y se divierte, como uno más.
El otro nodo es el Rey Momo, un rito de pasaje. El momo, moma, momita, momito, es el todo que grita basta, que dejen de matar a los pibes, que el narcotráfico se detenga. Y su grito es paseado durante cada uno de los 3 días por las calles del barrio, acercándole el mensaje, la fiesta, la protesta a la casa de los vecinos. Él representa una especie de fin de año, ya que es la bisagra que hará al presente pasado y al futuro presente.
El rey momo se fusiona con el fuego que representa el renacer, se funde para transformarse en aquello que se puso en él. Esos deseos, tristezas y alegría, los cuales son depositados por todo aquel que desee.
El carnaval de Ludueña, en fin, intenta demostrar que en una tierra, que los medios nombran como tierra de nadie, hay gente, hay alegría y trabajo social. El carnaval de Ludueña es donde todos celebran unos días, y descargan todas sus angustias y broncas desde lo emocional y físico de la fiesta para poder comenzar un nuevo año de laburo en las villas, los comedores, y demás dimensiones del trabajo social, con las pilas recargadas. Para vernos las caras, y saber que no estamos solos, y darnos ese abrazo fraternal que nos hermana y fortalece.