Compartimos la desgrabación del discurso de Claudio Lozano en el microestadio de Lanús, durante el Congreso fundacional del Instrumento Electoral por la Unidad Popular.
Tengo una enorme gratitud con todos los compañeros y compañeras que hacen posible que me puedan haber elegido para presidir este congreso. El congreso de algo, que en los últimos dos años, hemos construido con suma pasión, que es el Instrumento Electoral por la Unidad Popular.
Quiero decirles, también, que cuando tenemos la oportunidad de encontrarnos de esta manera, con compañeras/os del norte, sur, este y oeste de la Argentina, de cada uno de los rincones de nuestro país, siento y muchos lo sienten así, que cuando estoy frente a un micrófono de un medio de comunicación, de la propia Cámara de Diputados o en una conferencia, puedo decir lo que digo y bancarlo porque todos ustedes defienden las mismas convicciones a lo largo y a lo ancho de la Argentina.
Aunque esto no es muy formal, pero es muy importante, quiero plantearles para que ustedes lo ratifiquen, lo siguiente. Quiero poner a consideración de ustedes, la decisión de que los compañeros de las 8 provincias donde la UP ha logrado personería, en nombre de los 21 distritos que hoy están representados, pidamos a la Justicia Electoral el reconocimiento nacional del Instrumento Electoral por la Unidad Popular.
Lo primero que cabe decir, es por qué le pusimos algo que la verdad muy marketinero no es. Es decir, Instrumento Electoral por la Unidad Popular. Este nombre tiene un sentido. Un sentido que hace a una experiencia de construcción. Nosotros creemos que el Instrumento que disputa las instituciones que existen no es la única clave de la construcción política. Nos sentimos parte de un objetivo mayor, que alumbramos en el marco de la crisis de representación política de la Argentina. Este Instrumento es para aportar a la construcción del movimiento político, social y cultural de liberación de nuestro pueblo.
Nos sentimos parte de la construcción de un proyecto emancipatorio para la Argentina que supere todas las formas de dominación en nuestro país.
Y hablamos de nueva experiencia política porque nos estamos mirando en la realidad de América Latina. La verdad es que la última década en la región ha sido una década de avance de los pueblos. En buena parte de estos países, esta década de avances se tradujo en la consolidación de experiencias políticas nuevas que nacieron confrontando con los sistemas políticos de esas naciones.
Es el caso del PT brasilero con Lula y Dilma, o de los compañeros de Ecuador con Correas, o de los compañeros de la Revolución Bolivariana de Chavez y Maduro, o de los compañeros del Frente Amplio uruguayo, y del compañero evo Morales en Bolivia.
Todos con sus matices, con sus historias, con procesos, con sus avances y con sus dificultades.
Pero Argentina es un caso particular. Un caso en donde, a la irrupción popular del 2001, no fuimos capaces de transformarla en la consolidación de una nueva fuerza política. Todavía estamos atrapados en un sistema político que atrasa. Y es por esto, que nosotros nacemos como experiencia política con la vocación de entender que la solución a los problemas de la Argentina no son de carácter económico, tiene que ver con ser capaces de parir una nueva experiencia política en nuestro país.
Y, como experiencia, nosotros pensamos algunas cosas.
Lo primero, nosotros no concebimos en esta Argentina, por historia y por cultura, que pueda haber una experiencia política de transformación sin una nueva organización política de los trabajadores de la Argentina.
Es por esto, que muchos de los que estamos acá, hemos sido parte del acompañamiento de la creación de la Central de los Trabajadores de la Argentina.
Y, a pesar que nos transformamos hoy en un Instrumento Electoral, nosotros somos garantes y promovemos la más absoluta autonomía en la organización de los trabajadores.
Lo segundo que caracteriza nuestro pensamiento, es que somos absolutamente respetuosos y tributamos todos en las culturas populares de nuestro país: en la experiencia de peronismo, del radicalismo, del socialismo y de la izquierda nacional. Estamos convencidos que hay que recuperar lo mejor de esas tradiciones culturales para producir una nueva propuesta política que dé cuenta de los cambios del mundo y de los cambios de la Argentina.
Es por esto, que una y otra vez, insistimos en otro contenido de nuestra construcción. Para poder hacer lo que hay que hacer, se necesita política frentista, cultura de apertura, para la construcción de la nueva experiencia cultural.
Necesitamos un frente que esté con autonomía con respecto a las estructuras políticas tradicionales del justicialismo y de la unión cívica radical. Necesitamos un frente abierto al protagonismo de las organizaciones populares. Y lo necesitamos porque es la herramienta imprescindible para democratizar la Argentina, para terminar con las desigualdades, para promover el desarrollo y para atar nuestro destino a América Latina.
Hoy damos un paso muy importante, como es la creación de nuestro partido nacional. Pero esta historia nos ha visto tratar de promover experiencias frentistas en diferentes momentos. Lo hicimos cuando fuimos parte del Movimiento Proyecto Sur, y lo hacemos a partir de haber alumbrado en las elecciones del 2011, el Frente Amplio Progresista.
Insistimos en la decisión de fortalecer, no lo que se nos ocurre a nosotros, sino de fortalecer lo que decidió el pueblo. En octubre de 2011, el pueblo envió un mensaje categórico: por un lado, premió al gobierno nacional manteniéndolo porque lo había sacado de la crisis; por otro, sepultó a todas aquellas experiencias que tenían olor a pasado, que incluso se llamaban igual que las experiencias del pasado; pero también, nos impuso como segunda fuerza, para que fuéramos capaces de construir una nueva experiencia de cambio y de transformación.
Los que estamos hoy acá, no estamos solamente para dar testimonio. Queremos gobernar la Argentina.
Queremos gobernarla porque no somos necios ni tampoco nos comemos el relato oficial de que está en marcha una revolución.
No somos necios. Sabemos que la irrupción popular del 2001 fijó demandas, estableció límites, obligó a reconocer demandas populares.
Como no vamos a reconocer nosotros el avance en materias de derechos humanos y de juicios a los genocidas. Como no vamos a reconocer que Videla murió preso, condenado y que ni siquiera pudieron enterrarlo en el pueblo donde nació. Pero lo que no aceptamos es que eso sea transformado en exclusiva en bandera gubernamental, porque es el fruto de la lucha popular.
Como no vamos a reconocer nosotros los avances en los acuerdos políticos de integración latinoamericana. Pero lo que si no entendemos, es porque todavía sigue sin fondos el Banco del Sur, por qué no se crea al Fondo del Sur, por qué no hay moneda única, por qué no complementamos la producción de nuestros países y por qué América Latina no es el eje y la palanca del desarrollo.
Como no vamos a reconocer la Asignación Universal. Si fuimos nosotros, los que estamos acá, los que empujamos el Frente Nacional contra la Pobreza. Lo que no estamos de acuerdo, es que hoy todavía haya 2 millones de pibes que no la reciben. No estamos de acuerdo, en que no todos los pibes cobren lo mismo. Y lo que más nos indigna, es que le saquen fondos a los jubilados en lugar de sacárselo a los bancos.
Como no vamos a reconocer la estatización y terminar con el negocio financiero de las AFJP. Si nuestra Central se parió dando la disputa por la defensa del régimen previsional. Con lo que no estamos de acuerdo, es que eso se use para financiar el déficit, para subsidiar transnacionales, para pagar deuda pública y no para pagar el 82% móvil para nuestros jubilados.
No es distribuir el ingreso sacarle a los trabajadores que tienen un poco más para trasladarle a los que tienen menos o no tienen nada, dejando intacta la cúpula empresarial que sigue sin ‘garpar’ lo que tiene que ‘garpar’.
Existen rentas extraordinarias en la Argentina. Las rentas del agronegocio, de la soja, de la minería, del petróleo, de la pesca, de los bosques, de las finanzas, de los oligopolios, hay millones de mangos en nuestro país. Dónde está la reforma impositiva y la regulación pública, para que la sociedad disfrute de esas rentas extraordinarias.
No somos necios pero tampoco nos comemos el relato transformador. A diez años, este país, sigue siendo el país de la soja, de los hidrocarburos, de la megaminería. El país que consigue los dólares de esa manera, para sostener una industria débil desestructurada que genera mal empleo y que paga poco salario.
No es este el país que necesitamos.
En realidad, seguimos sacando dólares del glifosato de la soja y del cianuro de la megaminería. Son dólares sucios, que contaminan y enferman. No estamos de acuerdo con defender este modelo extractivista, que devasta la tierra, que agota modelos naturales, que masacra a los pueblos originarios, que desplaza a los campesinos, que posterga a los jubilados y que compromete el futuro de nuestros hijos. Esto no es un relato transformador.
Este modelo, aún creciendo a tasas chinas durante 10 años, nos devuelve una realidad, donde 9 de cada 10 trabajadores gana menos de $7000; donde la canasta familiar es de $7500; donde 7 de cada 10 hogares no llegan a fin de mes; y donde 3 de cada 10 hogares son pobres. Esta no es la revolución que necesitamos.
Los estudios nos marcan que de cada 8 horas que trabajamos los trabajadores nos llevamos sólo 2. Las otras 6 horas, forman parte de la acumulación de las grandes empresas transnacionales que concentran y no invierten.
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