por Claudio Lozano (diputado nacional por UP)
Frente al ajuste, que los partidos del poder consensúan, aunque no lo expliciten, tampoco aparece con fuerza en la escena un acuerdo político transformador. Ante este panorama las iniciativas que deben caracterizar a Unidad Popular tienen que ver con aquellas que nos permitan vertebrar una convocatoria a un acuerdo amplio, político, de transformación y cambio productivo en la Argentina. Se sabe quienes tienen la plata que les falta a la enorme mayoría del pueblo. Tienen nombre y apellido, quienes nos hacen soportar el ajuste.
La irrupción popular de 2001, el carácter trasgresor que generó la movilización popular y el cuestionamiento que puso sobre el sistema político y que abrió una etapa de discusión política, de alguna manera aparecía como absorbida, cerrada. La primera lectura racional de hoy es que hay una recomposición de la gobernabilidad del sistema en los resultados electorales de 2013.
Ahora, siendo cierto esto, también es cierto que este sistema político tal cual está aparece desafiado por una tensión, por una contradicción que es la siguiente: Este sistema político, así como está, no se banca hacer explícito el pacto político por el ajuste. Puede haber consenso pasivo, pero explícitamente no dicen “vamos todos por el ajuste”. Y del mismo modo en que no lo hace, tampoco aparece en el sistema político hoy, tal cual surge de los resultados de 2013, una estrategia legal y legítima que le abra sentido a un horizonte de transformación.
Es decir que la contradicción que define al sistema político argentino –y con esto involucro tanto al firmamento partidario como a las estructuras sindicales, sociales, eclesiales y empresariales- es que no hay un polo que estructuralmente dice “vamos por el ajuste”, ni tampoco aparece un acuerdo político por la transformación y el cambio de la Argentina.
Esta tensión define una situación 2013-2015 de disputa, esto es lo que me parece que hay que trata de percibir. Disputa que además, de acuerdo a cómo se resuelva, va a condicionar la década. Lo que está en discusión es esto.
Y esta discusión aparece condicionada por tres cuestiones:
1. Un cuadro social de la Argentina sumamente frágil, frágil en relación a la historia de la Argentina, aunque pueda ser mejor que la situación de otros países.
2. La inflación. Es importante dejar en claro el costado político del debate de la inflación, porque normalmente la inflación aparece como una suerte de problema técnico para el que puede existir una receta para resolverlo, y la inflación es la manifestación expresa de un conflicto en una sociedad. No es el resultado de una política que se hizo mal, solamente, y por lo tanto se necesita una política que se haga bien; lo que está en discusión es qué orden social impera. Cuando hay inflación, hay resistencia al orden y por lo tanto los precios, que son el mecanismo de acumulación que tienen los capitales, reaccionan defendiendo sus beneficios porque hay cuestionamientos a la pauta de distribución. Si no los hubiera, no habría inflación. Es más: cuando se mete el tema el déficit fiscal y el fenómeno de la emisión de moneda, es emisión de moneda para pagar gastos del Estado por encima de sus ingresos. Un Estado que no le cobra a quienes debe cobrarles en la cuantía que corresponde, es decir a quienes detentan capacidad económica, y que trata de contener por una multiplicidad de programas sociales la situación social. Por detrás de la emisión hay un conflicto que es la disputa por sostener la situación de desigualdad social.
3. El tercer elemento que alienta este conflicto del sistema político es la coyuntura electoral. En 2013-2015 se define el gobierno futuro. No es que estamos en una perspectiva cualquiera: Cristina ya no es, pero se discute quien sí es.
Estos tres elementos están determinados por el momento actual que impulsa la política oficial, momento que tiene que ver con una etapa nueva.
Por un conjunto de razones, hubo condiciones en la Argentina que alimentaron una suerte de etapa ilusoria en donde parecía que se podía crecer y contener a todo el mundo sin transformar nada. Esto fue lo que caracterizó la experiencia gubernamental del kirchnerismo, sobre todo en el primer gobierno de Kirchner, en parte del segundo, y se empezó a destartalar hasta llegar a 2012-2013 donde se destartala del todo.
Esta nueva etapa está signada por un dato básico que es que a nuestro país le faltan dólares.
¿Qué significa la falta de dólares?
Esto es lo que determina el cambio de etapa y lo que fuerza un conjunto de definiciones que hasta este momento se había eludido. ¿En dónde se juega que a nuestro país le faltan dólares? Los vencimientos de la Argentina por pago de deuda pública de acá a 2015 están en el orden de los 22.000 millones de dólares, y las reservas netas propias que tiene el Banco Central no superan los 18.000 millones de dólares. Y el balance de las operaciones de la Argentina con el mundo, de lo que vende y lo que compra, la guita de inversiones que entra y la que sale, es una cuenta que es o neutra, o negativa. Por lo tanto, si esto se mantiene así, no hay con qué afrontar los vencimientos y el último de los vencimientos es aproximadamente 40 días antes de las elecciones de octubre (2015) y está en el orden de los 6.000 millones de dólares.
¿Por qué es tan importante el tema de los dólares? Porque dentro de la lógica del sistema, no de la nuestra, -y el sistema son los acreedores, los inversores, los grupos empresarios y trasnacionales que controlan que funcionamiento de la nueva Argentina-, se manejan en dólares. Es decir que si la Argentina no es capaz de ahorrar vencimientos de la deuda pública en dólares, y no es capaz de reconocer tasas de ganancia en dólares, entonces no son gerentes del sistema. Si alguna de estas cuestiones no se logra garantizar, en términos de ellos: la cosa se pudre.
Esta opción oficial por el ajuste, un ajuste incluso que es disputado porque algunos quieren más, en relación al contexto social frágil implica más conflictividad, que es la que ya tenemos dando vueltas.
Como va a haber disputa salarial, la situación inflacionaria se va a mantener como está.
Y la coyuntura electoral, en tanto obliga a la diferenciación entre las fuerzas que intervienen en el sistema, no hay de manera explícita un pacto por el ajuste que contenga esto, ni siquiera entre aquellos que están de acuerdo con el ajuste. Es más: Tienen que inventar debates bizantinos como el del Código Penal para correr de lleno el debate del ajuste.
Entonces, en este escenario, la perspectiva es: Conflictividad en alza, estancamiento de la actividad económica, inflación y deterioro social.
Claves para construir un horizonte transformador
Del mismo modo en que no hay de manera explícita un pacto por el ajuste, tampoco existe una estrategia legal y legítima que le dé sentido a un horizonte transformador en la Argentina.
Eso, más allá del mayor acuerdo o no que podamos tener con las posiciones de los compañeros de la izquierda, lo cierto es que ellos no están en posición de expresar eso. Ellos ocupan un lugar distinto, pero tienen dificultades para darle sentido a un horizonte transformador legal y legítimo en la perspectiva de la Argentina. Y por lo tanto, me parece que las iniciativas que deben caracterizar a nuestra Unidad Popular tienen que ver con aquellas que nos permitan motorizar un programa de acción y movilización política que es el que efectivamente tenemos que desarrollar y organizar de cara a nuestro primer Congreso Nacional. Un programa que nos permita vertebrar una convocatoria a un acuerdo amplio, político, de transformación y cambio productivo en la Argentina.
Para esto uno tiene que tener capacidad de articular nuestra capacidad de intervención en los conflictos por el vínculo que tenemos con muchas organizaciones, con nuestra estrategia institucional, demostrando que puede haber otro camino y que ese otro camino supone una construcción política distinta.
Nosotros tenemos que estar en capacidad de decir que una salida popular y democrática a la crisis en la Argentina tiene que ver con ser capaces de vertebrar una construcción política diferente a la que existe. Este sistema político no resuelve ni el pacto por el ajuste, ni el acuerdo por la transformación.
Y acá aparecen algunos temas que tenemos que instalar:
1. Hay una primera clave que diferencia mucho nuestra estrategia, tanto de la del sistema político como de las estrategias de la izquierda, que es la democracia. La democracia no entendida como una suerte de sistema cristalizado que tiene determinadas características, sino como un proceso de democratización que permite la participación organizada de la sociedad en la decisión. Es decir que permite romper con la distancia que existe en el sistema político argentino donde el voto no necesariamente implica decidir. Pero hacer funcionar el proceso de participación es todo un tema. Lo que hay que reivindicar es que los ámbitos que institucionalizan de manera plural y real la representación de los distintos actores, son ámbitos que permiten articular alianzas y sostener políticas públicas que puedan desmontar las posiciones dominantes de los actores sociales más fuertes. Nosotros tenemos que ser capaces de instalar el debate de la democratización con mucha profundidad, en términos de una construcción política concreta. Esto es un activo nuestro.
2. En un país que tiene en condiciones de precariedad a un 51% de su fuerza laboral, a nosotros no nos alcanza el salario mínimo y las paritarias, eso no resuelve el problema. ¿Cómo se construye un piso de ingresos y egresos, un umbral de infraestructura de servicios sociales para el conjunto de los hogares? Esa discusión es la discusión principal. El salario mínimo y las paritarias son instrumentos que tienen que estar, que son parte de una historia anterior, pero que no alcanzan para intervenir en este mundo laboral que tenemos hoy.
3. La revisión de la deuda pública. No podemos seguir aceptando que habiendo pagado 60.000 millones de dólares la deuda sigue creciendo y que la solución sea tomar más deuda. Tenemos que ubicar, no el tema del no pago, pero sí el tema de la investigación de la deuda pública para discriminar y dar una solución política al endeudamiento.
4. Los precios. La idea de las mesas de concertación por los productos de la canasta familiar y los principales insumos de la economía argentina, donde en cada cadena estén los laburantes, los empresarios grandes y pequeños, los consumidores y el Estado, permite controlar las posiciones dominantes. Hoy, en las mesas de cadena de valor del Gobierno juntan a los hipermercados y a los proveedores, a los grandes. No juntan al conjunto de los que laburan en una cadena para ponerles límites a los grandes.
5. Los sistemas de distribución. Hoy hay una infinita cantidad de pequeños y medianos productores agricultores familiares y demás que no forman parte del sistema del agronegocio, que son discriminados por los hipermercados, que podrían llegar al mercado con producción a muy bajo precio, y que articulados con una política seria de mercados de concentración, del Mercado Central, de organizaciones de consumidores, podríamos tener sistemas de distribución pública que actuaran como testigos frente al hipermercadismo.
6. Sobre la restricción en materia de divisas, lo que hay que decir con todas las letras es que en un país donde el valor que toma el dólar condiciona el funcionamiento de la economía, y donde los dólares son indispensables para que nosotros financiemos el desarrollo, no podemos permitir que la provisión de dólares esté en manos privadas. Hoy, las 50 empresas más importantes de la Argentina tienen 30.000 millones de dólares de saldo favorable. Ellos tienen tres veces el saldo comercial del país. Ellos son los que proveen las divisas. Eso implica que la discusión del control público –y digo público porque el control no es solamente del Estado, hay comunidad que incorporar para debatir- es indispensable. El tema agronegocio versus diversidad agropecuaria, el tema armaduría industrial versus una estrategia productiva seria, el debate del sistema financiero y volver a preguntarse por qué los bancos extranjeros pueden disponer del ahorro interno.
Los acumulan y se los llevan al exterior
Si uno toma la diferencia entre el total de lo que nosotros vendimos al exterior y lo que compramos en estos diez años, 2003-2013, lo que nos quedó, el superávit, el saldo favorable de la Balanza Comercial de Bienes y Servicios de la Argentina fueron 148.795 millones de dólares. El total de pagos de deuda hechos durante esta década está en el orden de los 63.400 millones de dólares. La fuga de capitales fue de 88.200 millones de dólares.
Por detrás de esta fuga lo que hay es el tema de fondo del debate inflacionario. En realidad, en un país que tiene un 30% de pobres, nunca la inflación es un problema de demanda: es una cuestión de insuficiencia de inversiones, en términos de cantidad y de calidad. Y esa falta de inversión tiene que ver con esto, que son excedentes acumulados por los principales capitales transferidos al exterior. Como verán, es superior la fuga de capitales incluso a lo que pagamos por deuda pública. Y por detrás de esto hay una lógica de comportamiento del capital trasnacional dominante en nuestro país.
Si nosotros vamos al Banco Central, ellos tienen la lista de quiénes son los que fugaron, eso existe, porque sacan legalmente. Estos sujetos tienen estados patrimoniales en la AFIP. Con sólo cruzar ambas listas, uno sabría cuánto nos deben fiscalmente. Una simple cuenta diría que la aplicación del 35% de Ganancias a los 88.200 millones de dólares, son 30.200 millones de dólares. No hay ninguna razón para bancarse tropezar de vuelta con la piedra del ajuste, la discusión sobre los dólares en la Argentina tiene sujetos concretos.
En suma, hay otra posibilidad que tiene que ver con ser capaces de desplegar iniciativas políticas que nos permitan intervenir en esa tensión del sistema político argentino. Podemos convocar al conjunto de la sociedad para sobre esa base discutir este sistema que no hace explícito el pacto por el ajuste, convocando a todos a la construcción de una nueva experiencia política que haga posible una salida popular y democrática de la Argentina. Condiciones hay, sobran, es el momento.