Esta vez, UP Lanús reflexiona sobre el proceso creciente de concentración y extranjerización de la economía en las últimas décadas.
Del chamuyo nacional y popular a los administradores de las multinacionales, la oligarquía y el sector financiero.
En breves informes, desde UP Lanús nos proponemos reflexionar sobre la actualidad económica y la evolución de los factores que inciden en la vida cotidiana de los argentinos durante la llamada “década ganada”.
Tercera entrega: Concentración y extranjerización en la post-convertibilidad
En las páginas que siguen, el lector encontrará una radiografía de la composición actual de los principales grupos empresariales de la Argentina. Entenderá por qué las impecables intenciones nac & pop no han logrado deshacer el entuerto económico enhebrado por el neoliberalismo. Concluirá en que no alcanza con la intervención estatal para que una nueva burguesía nacional resucite. Y varias malas noticias más.
Por Martín Schorr y Andrés Wainer
El proceso de extranjerización de la economía argentina continúa viento en popa. En la primera mitad de los 90, el grueso de la inversión extranjera directa se dirigió al sector no transable, especialmente hacia los servicios públicos privatizados. Durante el segundo lustro menemista, la extranjerización alcanzó también al sector productivo, en particular a aquellas actividades que contaban con ventajas absolutas como la producción agroindustrial, minera, petrolera y de otros commodities. Del panel de las 200 corporaciones más grandes de nuestro país, en 2001 un total de 92 empresas eran extranjeras, y daban cuenta del 55 por ciento de las ventas globales de dicha cúpula (en 1990 eran 56 firmas que explicaban «apenas» el 23 por ciento de la facturación total).
Ni el resurgimiento de discursos pro «capitalismo nacional» en los elencos gubernamentales, ni el renovado protagonismo de firmas de capital local supuestamente interesadas en desarrollar el mercado interno, han logrado revertir durante la pos convertibilidad el proceso de extranjerización. En 2010, las compañías de origen foráneo dentro de la elite empresaria eran 115 y su ponderación en las ventas totales orillaba ya el 60 por ciento. Semejante primacía trasnacional se dio, además, en un cuadro de creciente concentración a favor de estos segmentos del poder económico, pues las doscientas empresas más grandes del medio doméstico explican ya cerca del 30 por ciento de toda la producción generada en el país, porcentual holgadamente superior a los registros durante la convertibilidad.
AÑO |
Empresas lideres |
Cantidad Extranjeras |
% de Facturación Nacional |
% de Exportación Nacional |
1990 |
200 |
56 |
23% |
50.1% |
2001 |
200 |
92 |
55% |
64,2% |
2010 |
200 |
115 |
60% |
71,7% |
El queso gruyere
El señorío extranjero se manifiesta en casi todos los sectores, pero se torna particularmente intenso en las actividades que han tenido un rol protagónico en el crecimiento económico de la pos convertibilidad: agroindustrias, armaduría automotriz, industrias químicas y de refinación, minería y petróleo, comercio minorista y de productos agropecuarios. Además, los capitales transnacionales tienen una presencia destacada en servicios como la telefonía celular y el sistema financiero (hacia 2010 los bancos de afuera controlaban la mitad de los depósitos y los préstamos concedidos por la banca privada con operatoria en el medio local).
El peso estructural de los oligopolios foráneos se vuelve aún más gravitante cuando se evalúa su importancia sobre el comercio exterior: la participación de este tipo de firmas sobre el total de las exportaciones argentinas pasó del cuarenta por ciento hacia fines de la convertibilidad a casi el cincuenta por ciento hoy por hoy. De esta manera, un número acotado de corporaciones extranjeras ejerce el control sobre buena parte de las divisas generadas en el país, lo cual les confiere objetivamente un importante poder de veto sobre la orientación del funcionamiento estatal en distintos aspectos.
Es evidente entonces que bajo el esquema de acumulación configurado tras el boom de la convertibilidad, la extranjerización del núcleo duro del poder económico local y, en consecuencia, del conjunto de la economía argentina, se ha visto reforzada. El correlato de esta situación es una ostensible pérdida de «decisión nacional» en lo que atañe a ciertas temáticas relevantes para el devenir económico, político y social del país. Tal es el resultado de una economía dependiente en tiempos de globalización, pero también del andamiaje normativo-institucional vigente. En la actualidad siguen rigiendo la Ley 21382 de Inversiones Extranjeras, sancionada durante la dictadura cívico-militar, y otras normas complementarias que habilitan múltiples prebendas al capital extranjero. En el mismo sentido, en los últimos años fueron ratificados 55 de los 58 tratados bilaterales de inversión que la Argentina suscribió en la década del 90, en pleno auge del neoliberalismo.
Es hora de revisar críticamente el discurso legitimador de los procesos socio-económicos en curso y los criterios que guían la intervención estatal, a la luz del esquema real de ganadores y perdedores de la última década en términos de clases y fracciones de clase.
Naturalmente, esa tarea es sumamente compleja y requiere de la construcción de un bloque popular que constituya la base social que sustente la reformulación de las políticas económicas para, entre muchas otras cosas, avanzar en la complejización de la estructura productiva, la definición de un nuevo perfil de inserción internacional, la sólida recuperación de capacidades estatales y, en suma, la inducción de un proceso de desarrollo socioeconómico en base a la competitividad real y no de la que se asienta casi exclusivamente en un tipo de cambio elevado.
Fuentes: