Por Alfredo Grande
(APe).- Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mí…Cuando, de repente, detrás de un árbol, se aparece él.
Mezcla rara de mandato, delirio místico, mesianismo popular y marca registrada (CFK) del gobierno nacional. Estuve largas horas meditando sobre este muro de los tormentos. Varias ideas, por decirlo de alguna manera, cruzaron mi castigado cerebro. Si dios es argentino ¿eso es bueno o es malo?
Porque el riesgo es que llegue tarde, firme y se vaya. O que busque acuerdos con demonios o dioses de dudosa reputación con el solo objetivo de ser electo por toda la eternidad. O quizá sea como el diablo, y sepa más por viejo que por dios. Por otra parte, si un argentino escribe que Dios es Argentino, suena un poco autorreferencial. Un norteamericano podría decir: Dios salve a América (norte). Y supongo que así hasta los infinitos deseantes.
Podría pensarlo el Topo Gigio en relación a Juan Carlos Mareco, nuestro inolvidable Pinocho. Para Gigio, el querido Topo, Mareco era un dios. Pero Gigio era un muñeco que nada sabía de sus verdaderos animadores. Quizá tengamos más de Gigio de lo que creemos. Ahora mal: que un argentino diga que dios es argentino es marca registrada de un narcisismo ególatra. Dios Es. Restringirlo a una nacionalidad de apenas, por decir algo, 200 años, es herejía. Y de la buena. Si un Papa habla Urbi et Orbi (para la ciudad y el mundo) Dios no puede ser menos. El Papa podrá ser argentino y peronista, pero Dios…definitivamente no.
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La siguiente afirmación del afiche no deja de ser inquietante. El pueblo es peronista. Pero hay pueblo que no es peronista. Y no empecemos con el rating de los votos que nunca se sabe como termina. La lucha por quien es más peronista terminó o continuó con la Masacre de Ezeiza. Demasiado lejos está como para olvidarla. Pero además el pueblo peronista tiene diferentes peronismos para elegir cómo ser…peronista.
Decir “el pueblo es peronista” no es una afirmación de filosofía política. Ni tampoco tiene que ver con el pensamiento nacional. Es un mandato divino apenas encubierto de mandato político. Cuya traducción sería: “El pueblo debe ser peronista como CFK decida. Es decir: decida cómo se debe ser peronista”.
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Pero lo que terminó de comerme la cabeza, por lo que deduzco que el afiche lo hizo un zombi, es la expresión en las caricaturas. Lo que transmiten los rostros de Maradona y Messi. El Diego no merece esa facha de facho represor. El bailarín del balompié que supo gambetear a 8 ingleses, incluida la reina, no debe ser escrachado con la misma jeta de un sargento de los que estaqueaban colimbas en las Malvinas. Jóvenes masacrados para los cuales Ischi decide que como no estudian ni trabajan deber ser obligados militarmente a brindar servicios.
El uso, abuso y dependencia de las imágenes que el Poder genera no deja de ser alarmante. Combatimos las adicciones con la mano derecha y las imponemos con el pie izquierdo. Los vínculos también pueden ser adictivos y cuando la máquina publicitaria oficial y privada acecha y arremete, la adicción es incurable.
Nuestra Asociación del Fútbol Argentino (AFanA) nunca respetó a Maradona. Ni como jugador, llamándolo de urgencia para un repechaje con Australia. Ni como técnico cuando los alemanes jugaron un poco mejor que nosotros y eso bastó para echarlo.
El Fútbol para Todos (a todos los que le gusta el fútbol) es un pacto entre Fausto y el Diablo, que intuyo que también es argentino. El Presidente de la AFanA es un residuo no reciclable de la dictadura cívico deportiva militar. (Te perdono César Luis aunque sabías lo que hacías).
Messi, el del balón de oro vitalicio, tiene un rostro como si padeciera de necesidades especiales. Es idéntico a un dibujo de Lombroso, el iniciador del tristemente célebre argumento del portador de rostro. Mezcla extraña de mejor jugador del mundo con niño conflictuado.
Ninguno de los dos rostros tiene nada parecido a una sonrisa, no digo una expresión relajada. Parecen más un equipo de marines semper fidelis que de jugadores del más popular de los deportes. Sin embargo, este afiche es portador de claves que permiten descifrar algunos secretos de tantos enojos. Para reducirlo a una fórmula, que parafrasea un texto freudiano: “la sombra del Estado ha caído sobre la selección”.
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Con la obscenidad absoluta que únicamente el Poder permite alcanzar, la causa de un campeonato mundial de selecciones de fútbol fue transformada en una cruzada redentora. ¡¡Vamos Argentina!!.
Un periodista se permitió hablar de una superioridad física e ideológica de un Pueblo. Lo de superioridad tiene feas resonancias. Especialmente porque remite a inferioridad. En las mentes de nuestros colonizadores externos e internos, dieron pasto a las fieras de varios exterminios. Pero no deja de ser preocupante decir “un Pueblo”. El singular y con mayúscula siempre es reaccionario. La Patria, La Familia, La Tradición, La Bandera… En cambio la minúscula y el plural sostienen las diversidades y las diferencias.
En esta Argentina de la tercera década democrática hay pueblos sin bienestar físico (hambre, frío, calor, contaminantes, enfermedades del hacinamiento) y sin bienestar ideológico (martilleo sobre el consenso, la alianza de clases, el capitalismo serio, la burguesía nacional, los desarrollos no sustentables, el Estado Benefactor). Un solo Dios verdadero, un solo Pueblo verdadero, son el peligroso comienzo de las resistibles ascensiones de nuevos “Arturo Ui” (1).
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El seleccionado argentino tuvo 3 oportunidades netas de gol. Y las 3 desperdiciadas por delanteros goleadores. Como Holmes, no creo en las casualidades. Pienso que el delirio de que triunfe la superioridad de un país logró la derrota de un seleccionado que era el mejor y que tenía el mejor jugador del mundo. No les pesó la camiseta. Los aplastó la armadura patria. En 240 minutos de juego no pudieron hacer un gol. En instancias decisivas, goles son amores, pero amores que salvan o matan.
Los pueblos que a veces aciertan idealizaron en Mascherano todo aquello que no consiguen ver por ninguna parte. Desde otro padre de la patria, hasta un nuevo guerrillero heroico. Un folklore espontáneo surgió después de la clasificación a la final. Las imágenes del jugador fueron emblemáticas del pasaje de la pasión de multitudes al contra delirio de Estado.
Libertador, Revolucionario, Mascherano es un analizador que el pueblo necesita pero hace tiempo que no tiene héroes. La infernal maquinaria publicitaria del Estado fue desbordada por el acontecimiento. Del boca a boca, del mail a mail, el mito se construyó en horas. Arrasó incluso con otro mito. El erotismo plebeyo del sex symbol tatuado con sus irresistibles y marcados abdominales. Una forma de cierta sensatez por fuera de tanta locura mediática.
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Pero estos jugadores no son héroes. Son los modernos gladiadores de varios imperios, que algunos llaman sponsor. El virreinato AFanA , subsidiaria de la metrópoli FIFA, garantes de lo que he llamado “fútbol buitre”. Los gladiadores no tuvieron a ningún Espartaco que los enfrentara contra el César de turno. Y cuando el intento es servir a dos amos, el deporte y la industria del fútbol, el fracaso es inevitable. Por tres veces en la final el tiro gol del final no pudo salir. La cultura represora no perdona.
Para gladiadores sumisos, mejor los alemanes, con Angela Merkel en el palco y todo. Un Espartaco en la cancha hubiera hecho la diferencia. Sin necesidad de la mano de dios ni de los cuernos del diablo. Y el delirio de Estado que todo apostó al vellocino de oro de la Copa del Mundo, tuvo que encubrir que nos quedó el sabor amargo del barro. Alguna vez el balón de barro será más importante que el balón de oro. Sólo entonces podremos ser derrotados, pero nunca más fracasaremos. Algunos, no demasiados, pero tampoco tan pocos, nos nos alegramos con una pelota de trapo.
Otros, demasiados, aunque tampoco tantos, son capaces de vender a su madre y alquilar a su padre con tal de obtener una pelota de oro. Recordemos esta incompatibilidad fundante, porque en eso nos va la vida. Entre esos tipos y nosotros hay algo personal. Y colectivo.
Y la disputa entre la pelota de oro y la pelota de trapo es otro de los nombres de la lucha de clases.
(1) Bertold Brecht: «La resistible ascensión de Arturo Ui” donde el autor parodia la historia del nazismo.