Este procedimiento contaminante de extracción de hidrocarburos se está utilizando sobre la Cuenca Chacoparanaense, que coincide con el Acuífero Guaraní.
Por Andrea Burucua*
A partir de la confirmación del yacimiento de Vaca Muerta en Neuquén se desató un boom en nuestro país, y en la región, por los hidrocarburos no convencionales que tiene al Estado nacional, los provinciales y empresas corriendo detrás de esa zanahoria.
El Gobierno pretende resolver la crisis energética profundizando el modelo hidrocarbúrifero y sometiéndose a la voluntad del capital, en vez de promover el desarrollo de fuentes alternativas.
El avance de la actividad hidrocarburífera, en particular la explotación de hidrocarburos no convencionales mediante la técnica de fractura hidráulica o fracking es muy preocupante. Este procedimiento se está aplicando en la Cuenca Chacoparanaense, y gran parte de ella coincide o se encuentra debajo del Acuífero Guaraní. En la práctica, esto significa que se impulsa algo tan descabellado como la extracción de hidrocarburos fracturando el suelo que contiene una de las reservas de agua más importantes del mundo.
La Cuenca tiene una extensión de alrededor de 2 millones de kilómetros cuadrados y se extiende bajo las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco, Santa Fe, Formosa, algunas zonas de Córdoba y La Rioja, la República Oriental del Uruguay, el centro y el sur de Brasil y Paraguay.
Los expertos creen que también podrían hallarse allí reservas de petróleo liviano –casi gaseoso– a mucha profundidad; es decir, no antes de los 3.500 metros. Aunque en esa superficie hay 172 pozos exploratorios perforados, hasta ahora la única acumulación con viabilidad comercial es la de Barra Bonita, en suelo brasileño, donde actualmente se extrae gas natural.
El peligro de «la zanahoria»
La Provincia de Corrientes presentó en mayo pasado su “Plan de Exploración Hidrocarburífera de la Provincia”. El Plan divide a la provincia en seis zonas y el 30 de julio la administración provincial formalizó la convocatoria a licitación pública para la exploración de petróleo y gas. A su vez, Chaco y Entre Ríos proyectan lo propio.
Uruguay, por su parte, habría firmado contratos para exploración y explotación de hidrocarburos de un 15% de su territorio: 2.358.400 hectáreas de los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú y Tacuarembó (el comienzo de las actividades exploratorias generó hace pocos días una movilización en la localidad entrerriana de Concordia para impedir el paso de camiones al Uruguay. Hubo represión y detenidos).
La extracción e industrialización convencional y tradicional de hidrocarburos ya es una actividad contaminante, cuyos impactos sociales, ambientales y económicos se registran a lo largo y ancho del país. Pero la explotación de yacimientos no convencionales por medio de la tecnología conocida como fractura hidráulica es aún peor: consume un volumen extraordinario de agua, energía y químicos, degrada el suelo, el aire, y el agua, generando irreparables daños a los ecosistemas y las poblaciones.
Para la extracción de hidrocarburos no convencionales es necesario realizar una perforación vertical y luego, al llegar a la napa, una perforación horizontal a la que se hace una serie de orificios a través de los cuales se introduce a presión una mezcla de agua, arena y productos químicos con la finalidad de fracturar la roca. Sus impactos y alcances son incontrolables. En los países donde esta actividad tiene lugar se han ocasionado numerosos daños y accidentes. Muchos otros países lo han prohibido o establecido moratorias a su desarrollo.
No hay sustentabilidad posible en una actividad que destruye
La posible explotación de yacimientos con el método de fractura hidráulica o fracking sobre el Acuífero Guaraní lo pone en serio riesgo de contaminación. Así lo ha expresado, entre otros, el ingeniero Eduardo D’ Elia: “Las probabilidades de que haya un impacto sobre este acuífero son muy altas porque eso es algo que ha ocurrido en otros lugares del mundo”.
El 2 de agosto de 2010 se celebró un acuerdo entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay con el fin de proteger el Acuífero y promover su utilización racional. Ese acuerdo fue aprobado por Ley del Congreso de la Nación nº 26.780. A través de ese tratado, los países se comprometen a “promover la gestión, el monitoreo y el aprovechamiento sostenible de los recursos hídricos del Sistema», y a utilizar dichos recursos «sobre la base de criterios de uso racional y sostenible y respetando la obligación de no causar perjuicio sensible a los demás Estados Partes ni al medio ambiente”.
La sustentabilidad y protección del ambiente son incompatibles con la explotación de hidrocarburos no convencionales. El fracking implica una gravísima amenaza para esta reserva de agua dulce y los ecosistemas involucrados.
Sostener una matriz energética obsoleta, insistir en el uso de fuentes de energía fósil poniendo en peligro un recurso vital como el agua, arriesgando la reserva que la naturaleza ha atesorado para permitirnos la vida, no resiste análisis. No hay sustentabilidad posible en una actividad que destruye, contamina y utiliza agua dulce para extraer energía que podría ser generada de otra manera.
La crisis energética nos pone en la obligación de repensar y poner en marcha nuevas alternativas. Alternativas que existen, que han sido puestas en práctica en otros países, con éxito. El cambio puede ser difícil, lento, pero debe darse, priorizando el desarrollo para la vida que NO tendrá lugar sin agua dulce. Y esa búsqueda debe darse en el marco de un amplio debate, en el que todos los argentinos participemos. Este modelo energético está impuesto, no es nuestro, ni para nosotros. Es necesario construir uno propio, que sin dudas no pondrá en peligro el agua, los ecosistemas y la vida.
*Secretaria de Ambiente y Bienes Comunes del Instrumento Electoral por la Unidad Popular (UP)