Patricia Walsh, es periodista y psicóloga social. Fue legisladora y diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente encabeza con “Justicia ya” una de las querellas en el juicio por la Causa ESMA. Su compromiso comienza desde muy joven y es para muchas generaciones una referente en la lucha por los derechos humanos de ayer y de hoy.
Hace muy pocos días aceptó la propuesta para acompañar a Claudio Lozano como candidata a vicejefa de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por Camino Popular, cuya lista de legisladores encabeza Itai Hagman. En el marco de un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, se reunió con Victoria Freire, precandidata a legisladora porteña.
-¿Qué pensás ante la llegada de un nuevo 24 de marzo?
– Creo que en nuestro país la lucha contra la impunidad de los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura militar, incluso de los crímenes de la triple A, organizaciones de extrema derecha que perseguían a los militantes populares, esa lucha tiene una historia larga y sostenida. El resultado es el que conocemos, tenemos una importante cantidad de juicios que se están llevando adelante en todo el país, y en nuestra ciudad de Buenos Aires estamos atravesando el tercer tramo del juicio de la causa de la Escuela de Mecánica de la Armada, el principal campo de concentración que funcionó en nuestro país. El campo de deportes de la ESMA es posiblemente el lugar donde se pueden haber quemado los restos de mi padre, Rodolfo Walsh.
Hay muchos avances en materia de derechos humanos, gracias a una lucha que yo creo que es ejemplar, que implicó poner el cuerpo a lo largo de muchos años, es una enorme lucha colectiva que tiene momento ejemplares y heroicos. No obstante hay cosas difíciles de explicar, como que el campo de deportes sigue siendo un lugar donde se desarrollan torneos deportivos y pertenece a la Armada, mientras que muchas personas venimos denunciando que esos son terrenos que deben ser investigados con pericias.
En este nuevo aniversario del 24 de marzo participaré como parte del Encuentro Memoria Verdad y Justicia de la marcha convocada, que es un compromiso ineludible. Se trata de un día de lucha, y así lo concebimos cuando presentamos el proyecto de ley para que sea conmemorado como día de la memoria, la verdad y la justicia. Todos los años nuestras banderas son los nombres de nuestros seres queridos desaparecidos, en mi caso el de mi padre. Pero siempre pensamos que es una obligación hacer una evaluación no sólo sobre los hechos del pasado sino también del presente.
-¿Qué cuestiones creés que están vigentes respecto de los derechos humanos hoy?
– Pienso que es fundamental repudiar que al frente de la jefatura del ejército esté una persona que tiene que ser llamada a indagatoria por la sospecha de haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar, me refiero al general Milani. Me parece que hay que dar un debate con aquellos jóvenes que acompañan al gobierno actual por las mejores razones, porque se han enamorado y entusiasmado por las banderas de los derechos humanos, pero es importante saber que estas son banderas de lucha, no de silencio, de resignación e impunidad.
Además estamos reclamando la apertura de todos los archivos de los servicios de inteligencia. Creemos que no hay ninguna razón en un país como el nuestro para mantener secreto lo que hacen los servicios de inteligencia. Me recuerda cuando mi padre en 1958 hacía una investigación que luego se convierte en un libro, “El Caso Satanowsky”, porque la historia de los servicios de inteligencia nunca ha sido una historia digna.
En tercer lugar la derogación de la “Ley Antiterrorista”. Esa denominación siempre se utilizó para perseguir a los trabajadores, a los opositores políticos, a los estudiantes que protestan, los vecinos y vecinas que se organizan por cuestiones barriales.
Y está el tema del llamado “Proyecto X”. Yo vi con mis propios ojos un informe que pertenecía al Proyecto X sobre cómo me espiaban cuando era legisladora porteña y abajo de este informe había una referencia a que se debía prestar atención a que las bancas legislativas pudieran ser ocupadas por determinadas referencias de izquierda o centroizquierda. Allí había cientos de nombres, si no eran miles, que estábamos bajo vigilancia. Es aquí donde uno dice que el 24 de marzo no es una fiesta sino un día donde tenemos que tomarnos unos minutos para pensar qué pasa con los derechos humanos en nuestro país. Uno de los derechos que tenemos es que no nos espíen.
Y en estos días tengo una preocupación especial por el avance de la derecha en nuestro continente y las agresiones del imperialismo norteamericano, que es la fuerza que está detrás.
-Por otro lado está el tema de la criminalización de la protesta. Especialmente en nuestra ciudad se dieron los casos de la represión en el Hospital Borda y el Parque Indoamericano.
– Sí,hemos tenido muchísimos militantes populares que han sido judicializados. Ni qué decir de lo que ha pasado con el Hospital Borda, donde los que terminan siendo objetos de proceso son los propios trabajadores y trabajadoras y resultan liberados de toda responsabilidad aquellos que dieron las órdenes de desencadenar una brutal represión. Yo también soy psicóloga social, lo pienso desde este enfoque. A todos nos duele si nos reprimen, nos pegan, nos corren y nos tiran gases. Pero cuando además estamos hablando de pacientes que tienen trastornos en su salud mental el daño es realmente serio porque existe una vulnerabilidad de estas personas para comprender quién les hace esto, por qué les hace esto y como pudieran protegerse de un ataque semejante. A mí me pareció terrible.
La anulación de las leyes de impunidad contada en primera persona
-Vos sos la autora del proyecto de ley por el que fueron anuladas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en el año 2003. ¿Podrías contarnos de primera mano cómo fue aquella experiencia y qué enseñanzas sacaste?
– Yo acababa de asumir la banca como diputada nacional, no tenía experiencia legislativa anterior, así que tenía una urgencia en presentar ese proyecto que había sido el primer punto de mi campaña electoral.
Fuimos planteando el tema a través de un mecanismo que resultó buenísimo, que era pedir la convocatoria a sesiones especiales. Es un día donde van a asistir los que tienen un compromiso con ese tema, entonces uno hace todo un trabajo del cual yo estoy orgullosa, de hablar con todos los diputados y diputadas que uno pueda, de los distintos bloques. Hay un dato que es importante para los más jóvenes, porque permite entender buena parte de la responsabilidad que yo siento que tenemos. Nunca el oficialismo presentó un proyecto para anular las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Nunca. No existe. En esas sesiones especiales empezamos siendo diez diputados nacionales, después veinte, treinta, cuarenta y en un momento llegamos a sesenta, sobre un total de 257 diputados nacionales.
-¿Qué fue lo que pasó para que se pudiera aprobar?
– Cambió el país. Había una tremenda efervescencia y reclamos acumulados a lo largo de los años, entre las cuales la lucha por los DDHH estaba a la cabeza. Pero también había un trabajo parlamentario que ya había desarrollado un camino, que había podido ir convocando a bloques chicos, no a los bloques más numerosos que eran el justicialismo y el radicalismo, aunque algunos radicales acompañaban, y estábamos con esa dinámica de pedir sesiones especiales y dando a conocer quiénes se sentaban y ocupaban las bancas y quiénes las dejaban vacías. No bajaba ningún diputado del oficialismo, ninguno, con la única excepción del diputado por la provincia de Buenos Aires Ricardo “Lolo” Gómez.
Uno sabe que en esa larguísima lista de víctimas de la dictadura militar una mayoría tenía una identidad política relacionada con el peronismo. El peronismo de izquierda, la JP, la JTP, la agrupación Evita, que son todos lugares donde yo además tuve militancia juvenil. Entonces era señalarles en las sesiones especiales que aquellos que no se sentaban ofendían la memoria de todos aquellos que se identificaron bajo la identidad peronista, muchos de ellos diciéndolo hasta el último instante de su vida.
-En ese momento fueron las elecciones que ganó Menem en primera vuelta y luego renunció a participar de la segunda vuelta…
– Sí, el país empezaba a cambiar día tras día y yo era una diputada nacional de Izquierda Unida, un frente electoral que ya no existe, y mi bloque tenía un solo integrante. El 9 de junio, cuando se cumple el aniversario de los fusilamientos de José León Suárez, el recientemente asumido presidente Néstor Kirchner, a quien yo no conocía, me invita a ir a la Casa Rosada porque iban a hacer un acto de homenaje a los fusilados y también iban a homenajear a mi padre, el periodista que había hecho la denuncia, en la investigación conocida como Operación Masacre.
Entonces llaman a mi despacho, yo me sorprendo, mi secretaria también, nos sorprendemos todos. Ahí vinieron los debates que ustedes se podrán imaginar, sobre si convenía ir, o mejor no. Yo sentí que como habían aclarado que no me invitaban como diputada nacional sino como hija de Rodolfo Walsh, tal vez podía tener algún grado de libertad y resolví que sí, porque decidí llevar el proyecto de ley de nulidad del Punto Final, la Obediencia Debida y los decretos de indulto, y dárselos en mano al presidente de la Nación. Pedí que al finalizar el acto me dieran un segundo para hablar con el presidente y poder darle el proyecto. La persona que hizo esa gestión fue Eduardo Luis Duhalde, al que yo tampoco conocía más que porque se habían conocido con mi padre. En unos minutos que tuvimos en la misma sala se lo di y le dije que la misma cantidad de votos que se necesitaba para resolver cómo avanzar con el tema de la Corte Suprema permitía anular las leyes de impunidad y los decretos de indulto a los genocidas firmados por Carlos Menem.
Se sonrió, era un hombre muy alto, me dio un beso. Se quedó con el proyecto y yo salí de la Casa Rosada. Había hecho unos metros cuando Eduardo Luis Duhalde me corre y me dice “pará, pará, que te tengo que mostrar algo”. Me detengo, abre un portafolios que tenía y me muestra que tenía adentro la carpeta con el proyecto. Entonces yo lo miro como no entendiendo y me dice “es una excelente noticia”. “Me dijo que lo estudie y vea la posibilidad de avanzar con esto”. Yo quedé realmente muy conmovida por esto, que fue el 9 de junio de 2003.
-¿A partir de ahí cómo continuó la historia?
– Empiezan a producirse movimientos, entrevistas, los organismos (yo integrada en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia) vamos evaluando qué movimientos vamos a poder hacer, pero empiezan a pasar los días y la cosa se va desdibujando, no aparecen las señales de que por parte del Poder Ejecutivo se estén produciéndose avances. Entonces pido una nueva sesión especial. El Dr Carlos Zamorano eligió el día 12 de agosto porque remitía a las invasiones inglesas, es el Día de la Reconquista en la Ciudad de Buenos Aires, y simbólicamente significaba que podíamos reconquistar la lucha contra la impunidad.
Era en principio una sesión más, íbamos a sentarnos en minoría, hacer discursos, pasar lista y cuestionar a los que no se sentaban. Pero esa vez había una cierta tensión mediática porque días antes el ex presidente Raúl Alfonsín había dicho a los medios de comunicación una frase que yo se la agradecí, que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final habían sido logradas a punta de pistola. Esa frase me permitía certificar que lo que yo estaba denunciando desde hacía tiempo era tal cual, lo reconocía el propio Alfonsín. No eran leyes, eran el resultado de los levantamientos carapintadas y la construcción de impunidad.
Entonces podíamos avanzar con la nulidad. Las leyes ya estaban derogadas por el gobierno de la Alianza, pero para adelante. Ya no se podía apelar a la obediencia debida para hechos que sucedieran en el futuro pero era inútil en relación con los crímenes de lesa humanidad cometidos para atrás. Hicimos una marcha multitudinaria cuando se produjo esa derogación, que denunciamos como una “derogación trucha”. Me acuerdo que todavía vivía Alfredo Bravo y hasta último momento él se levantaba de su banca y reclamaba la nulidad.
-¿Qué recordás de ese día histórico?
– El 12 de agosto por la mañana estaba en el departamento que alquilaba en Almagro cuando sonó el teléfono de mi casa y me sorprendió, porque yo por costumbres que tenemos los militantes populares, no había dado ese número. Me habla una secretaria y me dice que me va a pasar con el presidente de la Cámara de Diputados, que era el diputado Camaño. Dije, “bueno, sí, por supuesto, pásemelo”. “La quiero convocar, vamos a hacer una reunión de labor parlamentaria al mediodía”, me dijo. Yo era presidenta de mi bloque, me convocaba junto a los demás presidentes de bloque. Le contesté “discúlpeme, hoy no voy a participar, no voy a poder ir porque tengo que hacer prensa porque tenemos pedida la sesión especial” y él sabía porque se le pide al presidente de la Cámara. Además teníamos convocada una enorme movilización en la Plaza de los Dos Congresos y habíamos conseguido unas pantallas y el sonido que íbamos a sacar del propio reciento, contrariando al propio presidente de la Cámara que cuando lo supo anduvo buscando largo rato al responsable.
Ahí es cuando me dice, “no me entiende, diputada Walsh, usted no me entiende”. Hubo un silencio, y después “usted ganó”. Entonces yo me quedo paralizada y le digo “explíqueme qué gané”. “No me está entendiendo, a ver si me entiende ahora, vamos a anular punto final y obediencia debida”, me dijo. Me quedo otro segundo callada y le digo “¿y los decretos de indulto?”, a lo que me respondió “¡pero no, diputada! Venga a la sesión de labor parlamentaria.”
-¿Y entonces qué decisión tomaron?
– Fui a la reunión, de unos veinte diputados nacionales, se da un debate, y yo a su vez tenía un debate hacia mi propio frente político. No queríamos renunciar a ir por la nulidad de los decretos de indulto. Pero en algún momento al menos yo y algunos compañeros y compañeras entendimos que si uno a veces en política juega a todo o nada, puede ser nada. Había que encontrarle una salida a la situación.
Muchos me propusieron lo que yo misma iba a proponer: lo presentamos en un proyecto de ley por separado el mismo día y contamos la verdad de lo que había sucedido. El oficialismo, en su gran mayoría duhaldista, cuyo presidente de bloque era Díaz Bancalari, informó que estaba en voluntad de sesionar y anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Estaba claro que tenían la decisión del Poder Ejecutivo para hacer algo así. Lo estaba diciendo el mismo que representaba a los diputados nacionales que anteriormente jamás se habían sentado. Era claro que había un elemento nuevo, cambios en su propia conducción. También quedó claro, porque se dijo con todas las letras, que en esa sesión no se iban a denunciar los decretos de indulto de Menem. El oficialismo anulaba las leyes de impunidad de Alfonsín pero los decretos de Menem no se tocaban. Cuando uno todavía ve las imágenes de Menem sentado en el Senado se puede entender esto que estoy contando.
Así que fuimos al recinto y se anularon las leyes. Hay un dato que es que no tenían proyecto. Unos días antes habían presentado uno llamado de la “no oponibilidad”, del diputado Falú. Era un “como si”, algo que no anulaba. Entonces como carecían de proyecto, yo misma les ofrezco el propio, en algo que según después me explicaron no es muy común. Le dije a Díaz Bancalari en esa reunión que presidía Camaño: “aquí tiene el proyecto, lo pueden presentar, es un proyecto consensuado, lo firmamos todos los presidentes de bloque y tenemos la garantía de que lo vamos a poder aprobar”. Y tal cual. Lo ingresaron por Secretaría, lo firmamos los presidentes de bloque, fuimos al recinto y se aprobó.
El 12 de agosto de 2003 se le dio media sanción en Diputados, pasa a senadores y dos semanas después, si no me falla la memoria, se aprobó en Senadores, donde Cristina era senadora, y se convirtió en ley. Fue bastante rápida la consecuencia sobre la reapertura de los juicios, por lo tanto esa nulidad fue un avance muy fuerte. Después la Suprema Corte, porque también era una situación que podía preocuparnos, resolvió la constitucionalidad de la nulidad, con lo cual quedó perfectamente legitimado el tema, tanto por el Poder Legislativo como por el Poder Judicial.
-¿Cómo continuó la lucha contra los indultos?
– Presenté el proyecto sobre los decretos de indulto de Menem por separado y empezamos a hacer lo mismo, sesiones especiales. Pero no lográbamos el acompañamiento. De hecho hace poco se aprobó un proyecto que impide a futuro que se puedan indultar crímenes de lesa humanidad, del diputado Pietragalla, que es hijo de desaparecidos. Es correcto haberlo logrado, pero nunca debió haber pasado por ejemplo que el genocida Massera se haya muerto indultado.
-¿Cuáles pensás que son las principales enseñanzas de esta experiencia?
– Es importante que hagamos de los DDHH una bandera pero también es importante que comprendamos cómo se llegó a obtener algunas conquistas y que nunca van distanciadas o desvinculadas de la lucha popular. La importancia de la enorme movilización en la Plaza de los Dos Congresos desde temprano, que quienes siempre espían advirtieron que venían grandes columnas. El peso del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que en aquel momento era muy numeroso en cuanto a organizaciones, porque luego en los años siguientes las fracturas fueron debilitando los espacios, pero en aquel momento todavía estábamos todos juntos, como debía ser y como venía siendo hacía muchísimos años. Si no hubiéramos tenido todos esos elementos una diputada nacional con un proyecto de ley no hubiera servido para nada. Pero por otro lado si no hubiéramos tenido un proyecto de ley tampoco hubiéramos logrado lo que sucedió.
A veces me dicen “¿con una banca, con dos o con tres bancas, ustedes qué piensan que pueden lograr?”. Lo que la movilización y la fuerza de la lucha popular acompañe, eso es lo que podemos lograr. Lo que necesitamos es alguien que pueda expresar esa voz y establecer una relación entre el adentro y el afuera.
-Contanos cómo recibiste la propuesta de Camino Popular para integrarte como candidata a vicejefa de gobierno.
– La verdad que estoy muy complacida con la propuesta que me hicieron Claudio, Itai, Fabio, Diana, Lucía y el resto de compañeros y compañeras, me sentí muy feliz de que me ofrecieran esta posibilidad. Yo estoy confiada, pero no está mal que pidamos el voto. En las PASO del 26 de abril tenemos que tener los votos necesarios para pasar y poder hacer nuestro planteo, para que me pueda sumar como candidata, acompañar a Claudio en la fórmula, hacer conocer las personalidades que tiene nuestra propuesta de legisladores, en el caso de Itai poner gente joven en las bancas, que es muy importante, gente que esté compartiendo un programa.
Tengo un gran agradecimiento y emoción de encontrar tanta gente joven, me hace sentir joven a mí. Creo que hay que sostener nuestra capacidad crítica y de denuncia para no comprometer nuestro futuro.
-¿Cómo pensás que debemos encarar la campaña electoral en la Ciudad de Buenos Aires?
– Escuchaba días atrás a Claudio hacer mucho incapié en una mirada desde lo nacional y yo estoy convencida de que es importante decirle al resto del país que esta figura emergente de la Ciudad de Buenos Aires que es Macri, nos deja una ciudad absolutamente desigual, una ciudad atravesada por la frustración, la incapacidad, los contrastes, más allá de los discursos de campaña y de los afiches, de los spots y los slogans.
Por otro lado creo que hay que resaltar la importancia que tienen las bancas y lo que pasa actualmente con un oficialismo que tiene minoría en las bancas, pero que se las arregla para conseguir esos votos a través del intercambio. De manera que mi objeción principal es hacia aquellos que hacen campaña diciendo que van a ser opositores pero ni bien terminaron de sentarse acuerdan con el PRO. Por eso es tan importante disputar las bancas y decir qué es lo que uno va a hacer cuando se sienta. Y ofrecer algún tipo de garantía que se va a sostener en sus convicciones y en el proyecto que comparte.
Fuente: Victoria Freire, www.patriagrande.org.ar