En el marco de este encuentro internacional que tiene participantes de toda América Latina y de algunos países de Europa, el diputado Claudio Lozano (UP) se dirigió a todos los presentes con un conciso y reflexionado panorama de la realidad socioeconómico de la Argentina. Aquí, les dejamos el texto completo de su alocución. Explicando cómo la deuda externa está hoy relacionada con el extractivismo de nuestras materias primas no renovables.
-“Primero, una reflexión general. La reestructuración general económica y social que vivó la Argentina desde mediados de la década del 70 a sangre y fuego por la Dictadura, luego profundizada durante los ’90 y con el resultado de la experiencia de la última década, supuestamente bajo una organización distinta y una regulación de carácter neo desarrollista –por ponerle un manejo distinto de los instrumentos de política económica- todo este proceso se dio en el marco del endeudamiento. Todo este proceso ha sido acompañado por el fenómeno del endeudamiento. Y el resultado concreto de esto puesto en relación con el objetivo de la conversación que es Deuda y Bienes Comunes es el siguiente: nosotros tenemos una estructura industrial en la Argentina que para funcionar necesita 36 mil millones de dólares. Es decir, el conjunto de componentes importados que la Argentina tiene que comprar para producir lo que nuestra industria produce, requiere 36 mil millones de dólares que no tiene. A esto hay que agregar que nosotros tenemos compromisos de capital. Simplemente, en el año 2015, en el orden de los 56 mil millones de dólares. Tenemos que agregar que la lógica de funcionamiento del capital concentrado en la Argentina implica una salida permanente de capitales. La fuga de capitales en nuestro país en la última década es del orden de los 100 mil millones de dólares. Y tenemos trasnacionales que operan en nuestro país que transfieren al exterior 76 dólares de cada 100 que obtienen. Es decir, el 76% de sus utilidades. En el curso de la década fueron alrededor de 40 mil millones de dólares. Lo que quiero decir es que el resultado del proceso vivido en la Argentina en los últimos tiempos es: armaduría industrial que demanda dólares, pagos de deuda que demandan dólares, fuga de capitales que demanda dólares y además, utilidades al exterior que demandan dólares. Sobre esta realidad, hay otra componente que es de donde salen los dólares de la Argentina. Salen de la consolidación de un patrón de extracción, apropiación y exportación de nuestros bienes comunes, de un patrón extractivista que se expresa en el monocultivo de la soja, en la minería a cielo abierto y en el intento –aún no logrado pero en puerta- de consolidar una Argentina exportadora de hidrocarburos no convencionales. Por lo tanto, la demanda brutal de dólares de esta economía destruida, desequilibrada y endeudada se sostiene sobre la base de la afirmación de un patrón extractivista que saquea nuestros bienes comunes cotidianamente. Esta lógica se asienta sobre un proceso de súper explotación de la fuerza de trabajo, en donde la tasa de explotación laboral de la Argentina supera el 300%, donde el 50% de la población está afuera del circuito formal, donde el ingreso promedio es del orden de los 6 mil pesos para una canasta familiar que en la Región Metropolitana supera los 15 mil. Y en este contexto, hay concentración y extranjerización, contaminación ambiental, aumento de la conflictividad, déficit en el acceso a una alimentación saludable y riesgo, amenaza a futuro de que podamos sostener a una alimentación saludable en nuestro país.
Esto, ¿cómo funciona? La deuda hoy agrava la necesidad de dólares del esquema productivo y financiero en la Argentina. Segundo: obliga al saqueo permanente y a la exportación permanente de bienes comunes. Y tercero: como siempre necesitamos dólares por todo esto, obliga a nueva deuda. Lo que quiero transmitir es que el problema no es deuda. Es deuda y el modelo organizado en torno a la deuda, que no es sólo el tema del pago de la deuda perpetua sino el conjunto de la reestructuración productiva y financiera que la Argentina ha vivido en todo este tiempo. Esto es lo que, en todo caso, hay que discutir y lo que involucra tanto el problema de la deuda como el de los bienes comunes.
La segunda reflexión, sobre el tema de los bienes comunes, hay dos procesos simultáneos: destrucción ambiental, y segundo, artificialización de la naturaleza. Hay procesos de envenenamiento de napas, de cursos de agua, y hay procesos en donde los fenómenos naturales son reemplazados por fenómenos tecnológicos que tienen impacto en términos ambientales. Por lo tanto, no se respetan ni los ciclos ni los flujos ni las relaciones que la naturaleza tiene, y esto implica, por ejemplo, que uno reemplaza la rotación de los suelos por el uso de fertilizantes solubles o que uno reemplaza lo que serían los depredadores naturales sobre insectos o plantas silvestres por plaguicidas, con el impacto ambiental que eso genera. ¿Cómo se oculta esto? Se lo hace tras un relato. Este proceso de destrucción de nuestros bienes comunes bajo un relato que dice que la soja, la minería y los no convencionales nos pueden transformar en Arabia Saudita, pero en realidad nos van a dar los dólares para financiar la inclusión entendida como acceso al consumo, no como resolución de las relaciones sociales en nuestro país, sino el consumo. Y segundo, también se plantea bajo un relato que dice “estamos renovando los procesos productivos en minería por hidrocarburos no convencionales y desplazando a las viejas oligarquías”. Ese es el discurso mistificador para ocultar el proceso de destrucción ambiental y de saqueo de los bienes comunes.
Respecto a la deuda, estamos en medio de un discurso loco que por un lado nos dicen que nos desendeudamos cuando tenemos 240 mil millones de dólares si no cargamos los intereses, porque si lo hacemos, tenemos 322 mil millones de dólares de deuda. Pero hay un relato que habla del desendeudamiento cuando en la práctica, lo que dicen desendeudamiento lo único que implicó fue cancelarle deuda a acreedores privados y organismos multilaterales como el Fondo para tomar esa deuda con el Banco Central, con el sistema previsional o con el Banco Nación amén de algunos otros agentes menores, el caso del PAMI. En realidad, han transformado el pago de deuda de los acreedores privados en deuda adentro del Estado argentino. En realidad, hablan de desendeudamiento como si esto no tuviera ningún impacto. Esto tiene impacto en términos de devaluación, de inflación, de desfinanciamiento del sistema previsional, esto tiene impactos de toda naturaleza. Lo que ha cambiado es la composición del endeudamiento que ha complejizado el tipo de impactos que la deuda produce sobre el funcionamiento general de la economía del país. En concreto: tenemos deuda para sostener un modelo asentado en el cianuro y el glifosato, que sostiene una matriz industrial que tiene súper explotación laboral y contaminación ambiental. Eso es lo que tenemos. El desafío político es terminar con esto antes de que esto termine con nosotros, porque indudablemente la perspectiva que esto traza es complicada, y el problema más serio es que en el horizonte político en las opciones políticas que aparecen como posibles en términos electorales, no sólo no hay ningún cuestionamiento a esta lógica sino que hay un compromiso en sostenerla en el tiempo. Todos están de acuerdo en salir a endeudar a la Argentina de vuelta para sostener este modelo de producción que les estoy comentando. Estamos sí en un final de ciclo de un proceso que se abrió con las luchas populares en 2001/2002 que cuestionó en profundidad el sistema político y que hoy, al final de ese proceso nos devuelve un horizonte electoral conservador, un proceso de fractura y fragmentación de las organizaciones populares en un contexto de creciente malestar social porque en los últimos dos años y medio hemos hecho ya cuatro paros nacionales y vamos para el quinto. Este es el escenario donde tenemos que agudizar no sólo nuestro ingenio para describir la realidad sino para la construcción política. Necesitamos parir una fuerza política que sea capaz de intervenir socialmente, incidir electoralmente para defender a nuestro pueblo y, abrir la bandera de cambio en esta década que se inicia en la Argentina. Ése es el desafío político principal para un modelo depredador que no garantiza futuro para el conjunto de nuestra sociedad”.