Del 5 al 7 de agosto, se desarrolló en la Facultad de Ciencias Económicas, el 12º Congreso Nacional sobre Estudios del Trabajo, organizado por ASET (Asociación Argentina de Especialistas de Estudios del Trabajo). Con una amplia convocatoria y asistencia de especialistas, investigadores, estudiantes de grado y de posgrado se desarrollaron las actividades de los 20 Grupos de Trabajo y de las Mesas Centrales.
Laura García Tuñón, Directora de Coordinación Comunitaria de la Legislatura Porteña, junto a María Esther Basualdo, docente especializada en historia de la educación y trabajo docente, presentaron una ponencia en el Grupo de Trabajo: Género, mercado de trabajo y cuidado.
La ponencia titulada “Algunos elementos para pensar la docencia sindicalizada en clave de género en el siglo XXI. ¿Quién cuida a las que cuidan? Desigualdad entre l@s Trabajador@s de la Educación”, tuvo como idea sistematizar los principales problemas que tienen las mujeres trabajadoras de la educación en la Ciudad de Buenos Aires, para la participación en los sindicatos y sus espacios de representación, como así también en el acceso a los cargos de conducción y supervisión de escuelas. Partiendo de la identificación de posibles continuidades y rupturas paradigmáticas, buscando sentidos y significaciones.
Laura García Tuñón explicó la idea central de su ponencia “hoy tenemos casi 60 mil docentes en las escuelas públicas de la ciudad y que de ellos el 80% son mujeres. Pero que en los cargos de supervisión escolar de primaria hay 43% de varones. Y que en los cargos de secretarías generales de los sindicatos docentes de 17 sindicatos, sólo 4 están dirigidos por mujeres”. Y desarrollo la hipótesis que trabajaron para este Congreso “Ser maestra, en nuestra país, representó una extensión de la función materna, una tarea complementaria en busca de satisfacer algunas demandas individuales y societarias, una tarea que giran alrededor del cuidado, como una condición natural del ser mujer, como expresión de lo dado. Desde ese lugar nos preguntamos sobre cómo conquistar el derecho de “Ser” Trabajadoras de la Educación en el sentido más amplio, y en la disputa por el acceso, la permanencia, ascenso y la representación sindical, en condiciones de igualdad”.
A continuación reproducimos un resumen de la ponencia elaborado por la Directora Laura García Tuñón:
Para comenzar hicimos una serie de entrevistas y encuestas a maestras, directoras y directores de escuela, y representantes sindicales, además de contrastarlo con diferentes estadísticas. De allí surgieron una serie de interrogantes que pudimos expresar y desarrollar ¿Quiénes y cuántas son las trabajadoras de la educación en la actualidad? ¿Cuáles son los mecanismos impuestos en el acceso a los cargos en el sistema público local? Las trabajadoras de la educación, ¿acceden igual que los varones a los cargos de conducción de las escuelas y a los cargos de supervisión escolar?
Se planteó el siguiente problema Teniendo un universo mayoritario de mujeres como trabajadoras de la educación, ¿por qué la mayoría de las conducciones sindicales de la CABA están encabezadas por varones? ¿Por qué no acceden las mujeres a los cargos de mayor representación sindical? ¿Cuáles son los principales obstáculos y dificultades? ¿Quién cuida a los hijos/as, de las trabajadoras de la educación?
Observamos que hoy tenemos casi 60 mil docentes en las escuelas públicas de la ciudad y que de ellos el 80% son mujeres. Pero que en los cargos de supervisión escolar de primaria hay 43% de varones. Y que en los cargos de secretarías generales de los sindicatos docentes de 17 sindicatos, sólo 4 están dirigidos por mujeres.
La hipótesis que conformamos para abordar el trabajo, es que las trabajadoras de la educación están atrapadas en una telaraña formada por representaciones fundadas en la deslegitimación de su trabajo. La representación de la trabajadora de la educación se relaciona con la propia historia de la constitución del magisterio, que se entrelaza con la historia de la mujer: en un discurso hegemónico marcado por la idea de la “vocación” de servicio, de entrega al otro. Ser maestra, en nuestra país, representó una extensión de la función materna, una tarea complementaria en busca de satisfacer algunas demandas individuales y societarias, una tarea que giran alrededor del cuidado, como una condición natural del ser mujer, como expresión de lo dado. Desde ese lugar nos preguntamos sobre cómo conquistar el derecho de “Ser” Trabajadoras de la Educación en el sentido más amplio, y en la disputa por el acceso, la permanencia, ascenso y la representación sindical, en condiciones de igualdad.
Concluimos que, introducir la perspectiva de género en la reflexión de las políticas y en las transformaciones del quehacer de las organizaciones sindicales de la educación y en la carrera docente es una necesidad imperiosa, si queremos romper con un ciclo de dependencia y colonización. Visualizar las desigualdades entre hombres y mujeres no significa desplazar a los hombres de las organizaciones. Las leyes que impulsaron el cupo de género en las listas sindicales, fueron un avance pero insuficiente. Los sindicatos siguen siendo vistos en el imaginario de hombres y mujeres, territorio masculino.
Es imprescindible generar mecanismos y elementos que faciliten la participación de las mujeres en forma activa en los cargos de representación. Ello estimulará la democratización de las organizaciones y el fortalecimiento de las estructuras sindicales.
Estamos convencidas de que la Igualdad de Género no es cosa de mujeres. Los hombres y en especial aquellos que están en ámbitos de la educación, dando clases o en las representaciones sindicales, tienen que hacerse cargo de ello. El cambio de estereotipos es una conquista de las mujeres, nadie lo va a hacer por nosotras.
Somos nosotras las primeras que queremos dejar de ser noticia por el mero hecho de ser mujeres y pasar a ser simplemente personas, como los hombres. Que sea una realidad la complementariedad de los contrarios, en relaciones igualitarias, simétricas. Pero hoy por hoy, las noticias y las estadísticas más negativas, son esencialmente femeninas: las muertas víctimas de la violencia en el ámbito doméstico son mujeres, el mobbing o violencia en el ámbito laboral afecta más a las mujeres, los mayores índices de pobreza y explotación se dan entre las mujeres, el desempleo es mayoritariamente femenino, trabajamos más y cobramos menos, y la lista sigue.
Nos podríamos preguntar, ¿Por qué son necesarias mujeres en los cargos mayores de conducción escolar o sindical? Y mucha gente contestará que porque las mujeres son sensibles, piensan distinto, tienen formas distintas de manejarse, porque le damos el costado social y comunitario al sindicato, porque sabemos ayudar, etc. Nosotras decimos que sólo nosotras, las mujeres, vamos a defender nuestros derechos. Que hacemos falta primero para defendernos y luego porque tenemos legitimidad, tenemos los saberes y tenemos la perspectiva necesaria para representar a una mayoría de mujeres, pero que también lo podemos hacer con la defensa de los derechos de los hombres, que son la minoría del sindicato. Que en nuestra carrera docente, debemos asumir la responsabilidad, pero también el éxito de tener los más altos cargos del sistema educativo. Nos preparamos para ello y lo podemos hacer. Ese, también es nuestro mundo. Queremos ser supervisoras, directoras de Áreas y Ministras de Educación.
Queremos ser, pensar, hacer, construir derechos entre todos y todas, desde esa postura emancipadora. Donde la condición de clase y la perspectiva de género se plasmen como necesidades para que los trabajadores de la educación, hombres y mujeres logren contribuir con un salto cualitativo a romper con un ciclo de pauperización de los diferentes procesos educativos y escolares. En ese sentido el carácter político de la educación no reduce el trabajo docente a un tipo particular de acción, sino a una variedad de saberes, competencias y luchas por la igualdad de derechos, que le permitan a través de una praxis reflexiva, crítica, autónoma y organizada construir sociedades más justas, igualitarias y democráticas.