El presidente de Unidad Popular de la provincia de Buenos Aires, y secretario general de ATE Nación, Hugo ‘Cachorro’ Godoy disertó en un ciclo de charlas del Instituto de Formación Política ‘Juan Domingo Bocha Plaza, del Partido Justicialista platense, y, en ese doble rol de dirigente político y sindical, trazó un grave cuadro sobre la realidad que vive la clase trabajadora, al tiempo alentó a un debate sincero de las organizaciones del campo popular para construir una alternativa de verdadero poder popular.
Godoy, acompañado por el titular del instituto, José María Plaza, recordó su pasado en el PJ, y, desde sus actuales espacios de militancia, recorrió críticamente la situación que vienen soportando desde hace años los sectores más vulnerables, al tiempo que exhortó a construir espacios de debate para apostar a la transformación del país, pero con una mirada desde la clase trabajadora:
Aquí los tramos más salientes:
“Lo que está en curso en este momento en el país es una tercera reforma del Estado, y esa reforma tiene como objetivo reducir personal y alentar a que los empresarios a que hagan lo mismo, por una lado, pero fundamentalmente la intención es disciplinar a la clase trabajadora para obligarla a que acepte condiciones indignas, salariales y de condiciones laborales, para intentar preservar su trabajo, muchas veces precario.
Esa es la punta iceberg del proyecto que está en desarrollo que nos afecta salarialmente por la formidable trasferencia de ingresos hacia los sectores más concentrados de la economía, que ya se la venían llevando en pala en los últimos años, tal cual reconociera la propia Presidenta Kirchner, y que ahora siguen siendo los principales beneficiados.
Esa transferencia quieren ahora sostenerla en el tiempo y consolidarla en el modo de relación laboral, apostando también a reducir el nivel de ingreso en los sectores populares, para concentrarlo cada vez más en pocas manos.
Otro aspecto de esa reforma del Estado tal vez tenga que ver con el objetivo de conquistar algunas joyas de la abuela que aún se mantienen, como el Banco Provincia por ejemplo o esa enorme estructura de trabajo que sigue soñando con la recreación de la industria naval en la Argentina, como es el Astillero Río Santiago
De todas maneras entiendo que el cambio más profundo que busca esta nueva reforma tiene que ver con la intención de introducir a ese Estado en el marco de la economía global y en el marco del esquema de justicia global. Que los gobiernos anteriores no se hayan animado a salirnos del CIADI es lo que ahora les permite plantearse la incorporación de nuestro país a los acuerdos del Transpacífico o los acuerdo de libre comercio con Europa. Lo que van a hacer es maniatar más aún al país, no solamente en el plano económico, sino también el jurídico, para alejarnos de nuestro objetivo de tener verdaderamente un Estado soberano de los intereses mundiales
Apostar a nuevos derechos
Por lo tanto, nuestra lucha gremial mucho tiene que ver con la necesidad de defender nuestros derechos, pero sobre todo con la posibilidad de plantearnos nuevos derechos. Porque si peleamos solo por lo que ya tenemos, nos van a arrinconar contra la pared, y vamos a terminar peleando adentro del baño
Por lo tanto el desafío es unirse para pelear por lo que viene. Acá hay que debatir sobre cuales son las condiciones políticas necesarias que hay que vertebrar para, en un momento en que claramente debemos estar a la defensiva, tenemos que plasmar la idea de que el Estado es la herramienta indispensable para encarar una verdadera transformación política. Ellos quieren reducir a la mínima expresión la capacidad del Estado, pero para fortalecerlo en pos de sus propios intereses, y nosotros debemos apostar a dar una profunda batalla política para que el Estado esté al servicio del pueblo.
Y en este, nuestro rumbo, no es menor que, en medio de esta pelea por defender las condiciones de trabajo, hayamos podido observar la enorme respuesta dada por los trabajadores. Tanto el 24 de febrero con el paro de estatales, como el último 29 de abril, la presencia de los trabajadores en la calle fue impresionante. Porque más allá de quien convoque, cuando el pueblo ve el resquicio para expresarse no lo duda y explota al máximo ese cachito de legalidad que ofrece la protesta. En este sentido, los dirigentes sindicales tenemos que abrir espacios para que la gente se exprese.
A la gente hay que convocarla entonces, no solamente para ponerle trabas al gobierno, sino sobre todo para abrir la cancha para construir alternativas de futuro
Porque si no uno termina desgastando al gobierno, sin construir estrategia propia, y los que terminan aprovechando eso son sectores que no vendrán para cambiar nada.
Por eso hay que democratizar a las estructuras sindicales existentes, que ya están caducas, para que ingrese esa columna de trabajadores que tienen mucho por decir. Hoy, a 32 años de democracia, el 80 por ciento de las fábricas de la Argentina no permiten la elección de delegados; es más fácil ser elegido diputado de la Nación, que delegado de tu lugar de trabajo.
Nosotros tenemos que construir condiciones para proteger a esos compañeros que quieren ser protagonistas, que tienen que ser elegido por el voto directo de los trabajadores.
Cambio de etapa
Entiendo que no estamos viviendo en la Argentina un cambio de coyuntura, sino que se trata de un cambio de etapa. Es más profundo, por lo que no existen respuestas mecánicas
En función de eso creo que no nos debe unir el espanto. Es decir, si nos unimos por espanto estamos destinados a fracasar. Hay que debatir entonces muy bien el escenario político, aún para dar la pelea gremial, el conflicto en el que estamos insertos
Repasemos. En la etapa que se abrió en 2001 se generó un tiempo de esperanza y recuperación, con el quiebre de la hegemonía del neoliberalismo, pero sin que se rompiera el sistema de dominación que existía en la Argentina. Sí fuimos capaces de crear una conciencia de alternativa, un cambio de cultura que nos permitió volver a soñar.
Recordemos que a principios de los 90 la idea era que no podíamos perder el tren del primer mundo. Nos habían ganado culturalmente. El estado no servia, había que irse con el retiro voluntario y con ese dinero uno se convertía en empresario del primer mundo. Hubo mucha gente que así lo pensó. Eso cambió.
Pero ahora los tipos recrearon una forma de gobernabilidad. Eso explica que por primera vez un hijo de la elite del poder accede al gobierno por el voto directo y democrático. Y esto no es un trema menor, porque entonces eso quiere decir que está acompañado por una parte importante de nuestro pueblo. No de los ricos, que son una porción pequeña del país, sino de sectores populares que se expresaron en contra de lo que había.
Por lo tanto hay una disputa cultural muy fuerte que hay que dar en términos políticos.
Para darla, creo que no hay que repetir lo que había. Si uno repite lo que había, obtendremos el mismo resultado
Ellos ganaron las elecciones con cierto consenso. Todavía no hay grietas en esa estructura de poder. La economía está más concentrada y extranjerizada en los últimos años, y ese es el punto de apoyo de este bloque de poder en manos de los verdaderos patrones
Entonces no dependemos tanto de la grieta de ellos, sino de la posibilidad de recomponer el campo popular. Tenemos como ventaja esa enorme capacidad de nuestro pueblo de salir a la calle a reclamar por sus derechos. Ellos creían que iban a tener una primavera, pero eso duró pocas semanas. Generaron la crisis de recesión y desocupación como mecanismo de control económico, para transferir riquezas y para tratar de ejercer disciplinamiento social por el miedo al desempleo, pero ya tuvieron una maravillosa respuesta de nuestro pueblo.
No solamente hay que unirse para resistir, hay que unirse porque son malos, expresan lo antipopular, pero al mismo tiempo que no los queremos, vamos a tener que saber construir una alternativa que sí queremos.
La unidad tiene que ser para poder debatir en torno de cómo vamos a construir lo nuevo. Venimos de un tiempo de mucha fragmentación del campo popular, y entonces nos hace bien reflexionar sobre estas cosas. Por lo tanto, el camino no será corto, en tanto y en cuanto no hagamos notar la perspectiva de una construcción nueva.
“La precarización de ayer es la madre de los despidos de hoy”
Una de las más perversas herencias de gobierno anterior fue la instauración de la precarización laboral. La precarización de ayer es la madre de los despidos de hoy, porque les allanó el camino. Esto es un dato objetivo, que después uno puede no mirar. Uno puede decir que no había otra forma y que era necesario, o, aún estando en el mismo partido de gobierno también se puede criticar duramente. Está en la conciencia de cada uno, pero es una realidad. Lo cierto es que no hay ninguna posibilidad de transformación en la sociedad argentina si no se asienta en la fuerza de la clase trabajadora organizada. Y si hay alguno que creyó que podía transformar la sociedad, alentando la división de los trabajadores y del movimiento popular, es necesario que se revise esta estrategia hasta entender que eso no conduce a ningún lado
Por eso lo importante, es que nosotros seamos concientes de que la organización de los trabajadores en el sector de laburo es la base principal de la transformación. Porque en el lugar del laburo es donde se genera la riqueza, por eso los empresarios no quieren que haya delegados electos. Algún veterano recordará que en el Congreso de la Productividad, previo al golpe del ’55, los empresario ya sostenían que ‘el mal’ que había que erradicar era el de los delegados que tenían fuerza adentro de la fábrica. Esa lógica que fue la que guío el golpe del ’55, fue la que guió a que Martínez de Hoz y Videla tuvieran como blanco principal la destrucción de los cuerpos de delegados. Y es la que hoy sostienen Macri y los sectores del poder.
Por lo tanto nuestra lógica debe pasar por entender que la posibilidad de organización de los trabajadores, es a partir de sus lugares de trabajo, porque es allí donde se da la pelea con el sistema económico y administrativo que ellos quieren imponer. El afiliarse a un sindicato, no debe ser un problema de tener obra social. Hay muchos dirigentes que han montado una mutual, no un sindicato, y, como la gente se obligada a sobrevivir, los elige. Nosotros tenemos que alentar a nuestros compañeros y compañeras a que se organicen, para ser protagonistas.
El otro día me reuní con compañeros de la alimentación, el sindicato de Daher, uno de los gordos. Me contaron que en la industria alimenticia existen 20 mil trabajadores afiliados, pero que solo 4 mil están en condiciones de votar en las elecciones del mes próximo, porque los restantes pagan una cuota solidaria para tener beneficio, pero no tienen ni derechos, ni obligaciones dentro del sindicato. Es decir, para ese tipo de estructura sindical es mejor que haya la menos cantidad posible de afiliados, así son más fáciles de controlar. Ese modelo sindical no le sirve a la clase trabajadora.
Por eso digo que la base principal es la conciencia de clase, de ser trabajador, de tener esa identidad, seas permanente, precario o desocupado.
Yo estoy seguro que las organizaciones sindicales, sociales o culturales, son mucho más grandes en la Argentina que lo que eran en el 2001. Somos mucho más fuertes. Pero estamos mucho más fragmentados. Porque hubo una política para que así fuera.
Ahora bien, esa posibilidad de articular el debate entre todas estas organizaciones, tanto en el territorio, como en los sindicatos, las universidades o las escuelas, es la clave para entender la unidad del movimiento popular en la Argentina
Autonomía de los gobiernos
Yo no creo que los trabajadores se unan, porque se junten los tres secretarios generales de las distintas CGT, o los dos titulares de la CTA, una de las cuales integro. Quizá sea necesaria por el momento que vivimos, pero si no hay participación colectiva, si no hay debate, si no entendemos que la libertad y la democracia sindical no pueden ser meras consignas orales y sí deben ser formatos que motoricen el protagonismo de los trabajadores, no habrá unidad.
Tampoco la habrá si no se entiende el concepto de autonomía, si ella no se instrumenta como un valor central para cualquier organización libre del pueblo. Autonomía no quiere decir apoliticismo, sino que es respetar la identidad de esas organizaciones, sin alineación al partido de gobierno, aunque sea el que uno haya votado.
Y ese es un desafío imprescindible para desterrar esa falsa idea de que la política es lo más importante y de que vos hagas lo que yo diga, porque soy el dirigente político que te dice lo que hay que hacer. En ese formato, la asamblea solo es importante para discutir el salario, pero no para discutir el proyecto de país de todos. No la asamblea tiene que servir para esto último, sino vamos a seguir siendo una colonia.
Lo que le va a dar salida a la presión que hoy sienten los sectores más humildes, no es la bronca contra el que nos está cagando, sino que es la posibilidad de la esperanza de una construcción propia.
Esto ya lo discutí hace tiempo con compañeros de la capital federal, cuando Macri asumió como Jefe de Gobierno. Macri ganó las elecciones en el sur de la capital federal y aplicó el clientelismo de la misma manera que lo aplicaron otros en todos lados, porque cuando se tienen las herramientas del poder y se construye la cultura de la sobrevivencia, se puede tener control social. No pensemos que ellos son unos pelandrunes de salón y que no entienden nada de cómo controlar al pueblo en el territorio.
Por lo tanto, no tenemos que basarnos en solo decir que son malos. Tenemos que demostrar que podemos ser mejores. Y eso se hace convocando al protagonismo de nuestro pueblo. Si no lo hacemos, no habrá posibilidades de transformación verdadera
Los males de la democracia se solucionan con más democracia, y la única forma de que la haya es que exista más protagonismo y poder popular.
Si esto se logra nos va a apretar más para que aquella unidad no sea una decisión de algunos dirigentes, sino que se transforme en un proyecto para toda la clase trabajadora donde todos tengamos cabida.