Por Laura García Vázquez (Emancipación Sur en el Frente Popular)
Hoy se conmemora el 171ª aniversario de la batalla de la Vuelta de Obligado, y es el sexto año en el que este día es feriado nacional. Paradójicamente, coinciden en este 2016 que sea haya coincidido un día domingo y que en el momento que estamos atravesando sea particularmente difícil pensar en la Soberanía Nacional y sus significados.
Por un lado es necesario recordar brevemente la historia, nuestra historia como país y el valor de los protagonistas de aquella batalla, que no defendió honor y gloria sino nuestro territorio en concreto. Decimos esto, porque fácilmente se separan, especialmente desde el poder, los símbolos y las realidades, las palabras y las cosas. En esa ocasión, en 1845, bajo la responsabilidad de Juan Manuel de Rosas, y con el apoyo incondicional de José de San Martín, los argentinos nos defendimos del más poderoso ejército integrado por las dos superpotencias de la época: Francia e Inglaterra.
Expresa después, nuestro libertador San Martín la dimensión de esta acción de defensa en una carta que le escribiera a Tomás Guido y en la que dice lo siguiente:
“Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudoso en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España.”
Al día de hoy, en pleno siglo XXI, nos encuentra esta fecha a casi un año de haber asumido el nuevo gobierno de Cambiemos, un gobierno que llega por el voto popular y que consolida un avance en lo que podemos resumir como favorecer negocios privados y extranjeros por sobre la población en su conjunto, con el agravamiento de las condiciones de vida de los más desfavorecidos en esta injusta y desigual sociedad, creciendo la pobreza en la Argentina a razón de 5 nuevos pobres por minuto, como sostienen Claudio Lozano y Tomás Raffo en su informe: «5 Nuevos pobres por minuto. El punto de partida de Macri.“ Situación ante la cual el gobierno miente descarada y permanentemente todos los días, a través de todos sus funcionarios.
El modelo productivo, bajo el que se encuentra nuestro país sometido en su condición de país dependiente, se refleja en la economía que determina las condiciones de vida de los argentinos, se ilustra claramente señalando ganadores y perdedores del programa económico de Cambiemos. En la nota «Timba agroexportadora” de Francisco Cantamutto y Martín Schorr, se señala a los exportadores de materias primas y a los negocios financieros como los grandes favorecidos en detrimento del sector industrial y, por sobre todo, de los trabajadores y trabajadoras, que ven considerablemente disminuido su salario. Creemos oportuno recordar que al asumir el presidente Macri, ya sostuvimos la gravedad que tendría como consecuencia lo que llamamos el gobierno de los CEOs, pero que mayor gravedad tendría esta situación debido a que entre los CEOs que integran el gabinete ministerial no hay ninguno que provenga del sector industrial.
Ahora bien, ¿Qué sucede con la soberanía de un pueblo que, en medio de un gran desprestigio de la clase política acompañado de la falta de alternativas visibles, vota por una alianza conservadora que bajo el simple y fantasioso cuento del “cambio” (basado en muy pocas palabras; “la pesada herencia” y «todos juntos») en un año transforma nuestra realidad social?
Los significados de las palabras trascienden el marco de definiciones formales. El concepto de “democracia” es mucho más amplio y profundo que el sistema democrático en sus formalidades y consecuencias concretas. Lo mismo vale para la soberanía: hoy hablamos de soberanía popular, de soberanía alimentaria, y lejos están estos conceptos de un sentido nacionalista restringido, por el contrario, la línea de pensamiento emancipatorio, ya instalada la globalización y la economía transnacionalizada (que complica mucho más ver la extranjerización de la misma) obliga a sostener que un país que ejerce su soberanía lo debe hacer al servicio de todo su pueblo, asegurando sus derechos humanos de forma integral. Es decir: desconcentrando la riqueza.
Desde los poderes que ejercen la dominación siempre se trata de confundir lo que está en juego, y una de las herramientas más utilizadas, en este momento con novedosos bríos es el individualismo (ligado, casi imperceptiblemente, al consumismo y con variantes para todos los gustos) por eso decimos que la solución no es pensar en el otro, sino pensarNOS en todos, como una comunidad. Es necesario un pensamiento integral, solidario, emancipatorio y descolonizador, todo eso junto. Y ese pensamiento y esa acción debe construir una alternativa que vaya por los derechos sociales y humanos contra todo mercantilismo de la vida y de las personas.
Cambiamos más de lo que parece, y una vez más en esta historia de liberación y dominación, es prioritario descolonializar, y para eso es imprescindible ahondarnos en nuestra historia pensando que somos nosotros, finalmente, quienes construimos el futuro y determinamos cómo será el mismo. Soberano o dependiente.