“Millones de Lula”, la consigna de Lula en San Bernardo del Campo, en la sede sindical donde se forjó como líder de masas, es bandera y mandato para quienes desde el campo popular abracen esta causa justa. Pero también debe ser un llamamiento a organizar y defender nuestro derecho a ser.
El desafío no es solo gritar por Lula, ahora el deber es crear una plataforma continental y mundial para detener el ataque orquestado de la derecha que busca proscribir —a través de la figura emblemática de las dos veces presidente obrero de Brasil— al movimiento popular de izquierda democrática en América Latina y el Caribe.
Estados Unidos ya no necesita marines para robar nuestros recursos naturales, privatizar nuestros Estados o quitar del camino a los líderes que puedan afectar los intereses geopolíticos de Washington. Su instrumento es la derecha golpista en cada uno de nuestros países. Esa es la amenaza global a la que debemos hacer frente hoy.
La amenaza del Ejército de Brasil de romper el orden constitucional si Lula no era encarcelado es la bala blanca que faltaba para ser efectivos y activos en la defensa de la democracia. Sangre, dolor y muerte nos costó a los latinoamericanos salir de la larga noche dictatorial parida en la Escuelas de las Américas y el Plan Cóndor. Hoy nuevas estrategias buscan ahogar al movimiento popular en el mundo. Y nuestras estrategias de respuesta deben ser globales y con objetivos precisos.
El golpe a Lula es una amenaza no solamente para Brasil, es una amenaza con características regionales.
El sindicalismo tiene en sus raíces la solidaridad y el internacionalismo. Organizado en redes y plataformas, el movimiento de los trabajadores es diverso y activo. Hablamos de millones que están enrolados en el mundo en la Confederación Sindical Internacional (CSA), la Federación Sindical Mundial (FSM), la Iniciativa Sindical del Sur Global (SIGTUR), y en América tenemos la Confederación Sindical de Trabajadores de las Américas (CSA), la Confederación Sindical del Centrales del Cono Sur (CSCCS), El Encuentro Sindical Nuestra América (ESNA) y centrales obreras de las más poderosas del mundo. Estas estructuras deben resolver medidas urgentes ante la persecución a Lula. La activación urgente de comités en defensa de la democracia y de la clase trabajadora. La consigna “Elección sin Lula es fraude” debe transversalizar a cada una de nuestras organizaciones: políticas, sindicales, territoriales, de derechos humanos.
Ya son demasiados los golpes parlamentarios-jurídicos-mediáticos en la región contra gobiernos progresistas. Tres exitosos en apenas 8 años: Manuel Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Rousseff en Brasil (2016). Otros no lo lograron pero no se rinden. No olvidemos las intentonas fracasadas en Venezuela (2002), Bolivia (2008), Ecuador (2010).
La resistencia global ahora es más necesaria que nunca. El internacionalismo es un derecho de los pueblos y no está permitido el silencio porque está en juego la vida.
La obscenidad y el odio de los golpistas en Brasil mostraron su cara más atroz. Quieren proscribir a Lula y con él a todos los pobres de Brasil y del mundo. Nos movimos históricamente dentro de la consigna “Otro mundo es posible” y este mundo no lo es. Hay que construir ahora el mundo necesario, que es lo opuesto a lo que están haciendo las transnacionales en nuestro planeta. Para oponernos a esta visión excluyente necesitamos un pueblo movilizado porque hay un Estado en disputa.