Difundimos el informe La Marea Verde y la resistencia celeste, el aborto como síntoma social, elaborado por Tomás Raffo integrante del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas que coordina Claudio Lozano. El debate acerca del aborto conmovió la sociedad argentina. Nada es igual luego de la Marea verde.
Para Raffo, “No se trata solamente, de algo que varios de los expositores a favor del proyecto, anunciaron, que tarde o temprano, la ley de la legalización del aborto será una realidad. Sino más bien, con aquella consigna, que muchos días antes de que se realizara la votación en el senado, el movimiento de mujeres enunciara en cuanto acto realizaron (de los muchos, variados y multitudinarios que desplegaron), acaso sabiendo ya que en el senado la batalla estaba perdida, esa consigna que rezaba: “nosotras ya ganamos”.
Es sobre esta consigna que queremos hacer un ejercicio de precisión, para evitar que quede trasformada en un mero voluntarismo, sujeto a una futura aprobación de la ley. ¿De qué se trata? Del hecho, muy simple y sencillo pero contundente, que el movimiento de mujeres ha logrado, con sus multitudinarias movilizaciones, instalar y legitimar un tema tabú de nuestra sociedad como lo es el aborto.
Vencedores vencidos
El resultado de la votación en el Senado arrojó una victoria, por escaso margen, de aquellos que se oponen a la legalización del aborto. Ganaron las anti-abortistas. Sin embargo, ¿de verdad ganaron?
No se trata solamente, de algo que varios de los expositores a favor del proyecto, anunciaron, que tarde o temprano, la ley de la legalización del aborto será una realidad. Sino más bien, con aquella consigna, que muchos días antes de que se realizara la votación en el senado, el movimiento de mujeres enunciara en cuanto acto realizaron (de los muchos, variados y multitudinarios que desplegaron), acaso sabiendo ya que en el senado la batalla estaba perdida, esa consigna que rezaba: “nosotras ya ganamos”.
Es sobre esta consigna que queremos hacer un ejercicio de precisión, para evitar que quede trasformada en un mero voluntarismo, sujeto a una futura aprobación de la ley. ¿De qué se trata? Del hecho, muy simple y sencillo pero contundente, que el movimiento de mujeres ha logrado, con sus multitudinarias movilizaciones, instalar y legitimar un tema tabú de nuestra sociedad como lo es el aborto.
“Aborto hubo siempre, el tema es si es legal o clandestino”. Tal es la enunciación con la cual se pretendió contender con aquellos que se oponen al proyecto, porque están “a favor de la vida”. A la contundencia del peso de verdad de la enunciación, se le escatima la novedad que puso en escena el movimiento de mujeres, a saber: que si bien es cierto que abortos hubo siempre, pero lo que no hubo siempre era la palabra sobre el aborto en la escena pública y social de nuestro país a niveles inéditos. Más bien el aborto, existiendo, permanecía oculto bajo la alfombra de los secretos familiares más vergonzantes y culposos que una mujer e incluso un hombre tenían que asumir. Era una mancha para la mujer que la cargaba de culpa y vergüenza. Luego del debate parlamentario vivido, a pesar de que no se aprobó la ley, aquellas mujeres que tengan que afrontar un aborto cuentan sin lugar a dudas con una legitimidad que les permite afrontar con otra subjetividad esa coyuntura de vida. Ya no es sobre la atmósfera de los secretos privados y de la culpa sino que de ello se puede hablar privada, pública e incluso mediáticamente. Ahora la culpa ya no es de la mujer sino que ella es desplazada a las vetustas instituciones que la sociedad aún mantiene y que le coartan la libertad de elegir sobre su cuerpo. En este sentido no hay dudas, de que el saldo del debate y más allá de la votación, es que el aborto ha ganado en legitimidad social y a la zaga ha quedado su legalidad.
Hace rato que el aborto existe, pero esta vez se trata de un tema sobre el que ya no pesa la censura y la represión de las cosas vergonzantes y culposas, sino de una práctica que seguirá existiendo con mucha mayor legitimidad de la que tenía. De este modo, afirmamos que el Movimiento de Mujeres ha tenido una derrota victoriosa. Resta preguntarse por el destino de una norma cuya legalidad está vaciada de legitimidad. ¿Cuánto puede durar? Para quien esto escribe, poca vida le queda a una norma cuya legitimidad ha quedado sepultada por la ola verde de las mujeres. Es por eso, que aún que en el senado no se aprobó la legalización del aborto, ella es irremediable.
El aborto como síntoma social
La fuerza del movimiento de las mujeres no debe cegar el otro polo de la novedad que nos arrojó el debate del aborto. Los pañuelos celestes que se oponían a la legalización aparecieron también con fuerza, menor por cierto, en el debate vivido. Nutridos principalmente de la comunión entre los sectores más conservadores de la sociedad argentina conjuntamente con las instituciones religiones, y en primer lugar la Iglesia Católica, pero no solamente ella, donde la prédica de la fe compromete el apoyo de esta postura también de sectores medios y fundamentalmente de los sectores populares.
A tal punto puede hablarse del aborto como síntoma social que en el propio debate en el senado las fuerzas políticas fueron atravesadas y partidas por su postura frente al tema. Es más si se hiciera un Partido de los Anti- Abortistas y otro, el Partido de los Abortistas, tendríamos que en el Partido de los Antiabortistas convivirían senadores del PRO (el 60% de ellos); del Kirchnerismo (11%) , del Radicalismos (73%) y del Partido Justicialista (50%). Idéntica mezcla pero con inversa proporción encontraríamos en el Partido de los abortistas: con menor presencia de representantes del PRO (40%), una mayor proporción de representantes del Kirchnerismos (89%), pocos radicales (25%), algunos provenientes del PJ (50%) y casi la totalidad de lo que queda de la centroizquierda. El grano de pimienta de este particular agrupamiento político a partir del posicionamiento del aborto sería que en el Partido Antiabortista convivirían junto con Macri, Vidal y Michetti; importantes figuras del Kirchnerismo y entre ellas la propia Cristina Kirchner, que si bien votó a favor, hasta hace no poco se declaraba en contra del aborto y en los 8 años de su gestión nunca promovió este debate. Se le agregaría a este particular Partido, muchos referentes sociales que se referencian en la figura del Papa Francisco, entre ellos los conocidos “Cayetanos” y entre ellos el importante dirigente de la CTEP Juan Grabois. En semejante ensaledera donde se mezclan los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad asentados en su predominio económico (representado por los senadores del PRO) conjuntamente con experiencias vinculadas a las conquistas de los sectores populares (el Kirchnerismo y los referentes sociales) es donde se percibe los efectos que como síntoma social representa el aborto como tema.
Cabría preguntarse entonces, ¿De qué es síntoma social el aborto? Recordemos que en la orientación psicoanalítica el síntoma aparece para encubrir algo que está censurado, o bien reprimido o si se prefiere, “oculto bajo la alfombra”. Para destapar eso oculto, nada mejor que prestar atención a los enunciados dichos por aquellos que se oponen al tema.
El primero de estos significantes lo aportó el propio Presidente Macri al anunciar que iba a poner el tema en el debate público. En ese momento el Presidente se presentó como “a favor de la Vida” pero aún así quería poner el tema en el debate. Curiosa práctica democrática, de promover el debate de aquello a lo que se opone, que lo coloca en este punto varios escalones arriba de la anterior experiencia de gobierno, quien, a pesar de sus simpatizantes, en los hechos y aún enunciados de su propia líder (Cristina Kirchner) estaban más comprometidas con el status quo de esta situación. Volviendo al significante Vida que nos aporta Macri, este oculta su opuesto, que no es otro sino el de la Muerte. En esta formulación el aborto como síntoma ocupa el lugar que el significante Muerte tiene en el cuerpo social en que estamos inmersos.
Por otro lado, una curiosa justificación religiosa parece también darnos la otra clave del síntoma del que tratamos. En alguna entrevista mediática se escuchó a un grupo de mujeres anti-abortistas afirmar que la mejor forma de evitar un aborto, es seguir los “consejos que hace 2000 años viene realizando la Iglesia, que es… la castidad”. Según ellas, la castidad protege los cuerpos de los fieles del peligro de las enfermedades sexuales, del embarazo, etc. Queda claro que el otro significante que el aborto viene a suplir en su función de síntoma social es ni más ni menos que el del Sexo.
Sexo y Muerte son los significantes que se anudan para hacer del aborto un síntoma social alrededor del cual se agitan las pasiones de los pañuelos verdes y también de los celestes. Agitación que huelga decirlo, no tuvo otros importantes temas en los que la Iglesia expresaba su rechazo, como es el caso del “matrimonio igualitario”. Sexo y Muerte es un par clásico que el Psicoanálisis en palabras de su fundador sentenciara como aquello “que no tiene representación en el inconsciente”. Es de eso que no tiene representación y que como tal está reprimido, lo que retorna vía síntoma social aquello que hoy agita las tensiones sociales que atraviesan a nuestra sociedad alrededor del aborto.
El síntoma es una solución de compromiso indudablemente fuerte y resistente. Su fuerza se nutre de aquellas posiciones que el inconsciente no está dispuesto a tolerar (en la jerga psicoanalítica, su fuerza proviene de la propia represión). Explorémosla un poquito.
La primera de ella atañe al sexo, que por mucha modernidad que nos pensemos detentar, sigue siendo un tema tabú, en tanto sigue siendo el punto problemático de la realidad humana. Detrás del halo de modernidad que nos rodea, los pañuelos celestes vienen a recordarnos que la única sexualidad que se pretende tolerar es la que se asocia con la reproducción. Se presenta una articulación así entre sexualidad y reproducción que en la mujer se cierra bajo la ecuación rígida de que si se tiene sexo el destino es la maternidad, ninguna otra será tolerada. No hay otro destino para una mujer que haga uso de su sexualidad que no sea la maternidad. He ahí el punto de articulación entre los conservadores de la familia tradicional y la concepción religiosa, fundamentalmente de la Iglesia Católica.
La muerte es el otro gran tema. Se sabe la función que de ella hace la Iglesia Católica, prometiendo la vida eterna, luego de la muerte, siempre que se cumpla con los mandatos de Dios en la Tierra. Es decir, se apropia del sinsentido a priori que supone toda existencia, para otorgarle un único sentido. El problema es que coloca un universal negando las particularidades que habitan en la multiplicidad de aquellos que poblamos este planeta.
Se ve: El rol de la Iglesia no es menor. Ya lo enseña el propio Freud cuando vincula las prácticas obsesivas de los rituales con los rituales religiosos. Parecen inofensivos pero en el fondo cumplen la función de aniquilar el deseo detrás de los rituales. Se sabe también, desde los aportes de Lacan, que el triunfo de la Religión está asegurado mientras en el humano se afane en buscarle el sentido a su existencia, puesto que la religión es una máquina de segregación de sentidos. Esa es la fuerza de los antiabortistas y de los pañuelos celestes. Fuerza de semejante profundidad y alcance que en el Senado tuvo una victoria pírrica, pero que ve con notable preocupación esa impresionante marea verde que desde hace ya un largo tiempo viene recorriendo nuestro país.
Texto producido por Tomás Raffo, integrante del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP)