Acerca de la reacción de Macri por la derrota electoral. Por Claudio Lozano y Tomás Raffo
Si no fuera porque lo que está en juego es la economía y aún más, el propio lazo social de la Argentina, la reacción del Presidente Macri al contundente resultado electoral, es digno de las más logradas negaciones de las que se tenga memoria reciente, a tan alto nivel de exposición pública y social.
Decir en conferencia de prensa, en el marco de una jornada agitada por el salto cambiario que hizo crecer casi en un 33% el tipo de cambio, como consecuencia de la reacción de los actores especulativos y la permisividad estatal, que “la elección aún no ocurrió”; es digno de ser enseñado como ejemplo de lo que Freud señaló respecto a la negación y su función.
Para que una verdad intolerable a la conciencia acceda a ella, debe emerger bajo la forma de su negación, tal es la función de la negación. Así, el contundente resultado electoral, la aplastante victoria del Frente de Todos por casi 48% de los votos y con 16 puntos de diferencia, resultado aún intolerable para la coalición de gobierno, se enuncia bajo la condición de negarlo. La frase del Presidente, dicha como al pasar y sin percatarse de lo que decía, pero que tuvo la fuerza de la insistencia de lo que viene del inconsciente, fue “la elección aún no ocurrió”. Tal frase debe interpretarse como lo enseña el psicoanálisis, suprimiendo la negación: Entonces lo que Macri dice, con todo el peso de verdad que pretende negar es que: “la elección ya ocurrió”.
En efecto, haber alcanzado casi el 48% de los votos, frente al 32% del Gobierno, y con una diferencia de más de 3 millones de votos, torna al resultado de las Paso, como lo que todo hijo de vecino puede asegurar: se trata de un resultado irreversible. Macri, ya perdió, Alberto Fernández ya fue elegido Presidente. La elección ya ocurrió. Eso es lo que cabe interpretar de la negación de Macri: El ya sabe que perdió, pero esa verdad intolerable, sólo puede ser enunciado bajo la forma de su negación.
A tal punto, la elección ya ocurrió; que de ese modo puede interpretarse la reacción de los especuladores financieros, quienes frente al resultado electoral dan por finalizada la fase de postergación del default argentino (etapa iniciada en el marco del acuerdo con el FMI y con un crédito que solo buscaba que Macri llegara a competir electoralmente) y frente a una futura reestructuración de la deuda, salen (así lo explicó el propio Presidente) o venden sus activos argentinos, haciendo que el precio de los mismos se desplomen y emigrando al dólar, haciendo que su precio suba. Todo ello bajo la permisividad del Gobierno Nacional a través de la inacción del Banco Central.
A tal punto la elección ya ocurrió, que todos los analistas sensatos hicieron un llamado a la necesaria transición que se impone frente a la irreversibilidad de los resultados y el momento de la asunción del nuevo gobierno. De ahí el llamado a la transición responsable. De ahí el interés para saber si Macri se había puesto en contacto con Alberto Fernández, como corresponde para felicitarlo por el resultado electoral, y de paso y cañazo, empezar a definir la mentada transición, que esta etapa requiere.
Sin embargo, ello sería aceptar lo intolerable para la conciencia Macrista. De ahí el “aún no ocurrió” de la elección; y la apelación de que, si no fuera porque esta en juego la vida de los argentinos, movería a risa, ese llamado a de que “se puede dar vuelta en octubre estos resultados”. La misma risa que provocó la mentora de esta estrategia: Elisa Carrió quien en pleno cierre de Macri y su extraña forma de aceptar la derrota sin resultados, volvió al escenario para en soledad, decir con todas las letras que ella “no registra Agosto”. Ese es casualmente el problema, no querer registrar las PASO como un resultado electoral, sino como una mera encuesta, que en tanto todas fallas, puede revertirse los contundentes resultados. Es precisamente el mismo pase de baile fallido que enarbola la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, cuando frente al casi 50% de los votos del Frente de Todos y con casi 20 puntos de diferencia; dice “queda aún una instancia más; la de octubre”.
Si no fuera porque son los que gobiernan la Argentina, sería un claro caso de diván o de risa. Pero nada de risas. Frente a un yo en conflicto con la realidad efectiva emergen los síntomas. El problema es que se trata de la conciencia de los gobernantes, con todo el poder que ello supone; y donde la dolencia que supone todo síntoma se descargará sobre el cuerpo social de los argentinos.
Así nos parece que hay que interpretar las explicaciones dadas respecto a la corrida cambiaria permitida por el Presidente. Según lo formulara Macri en la conferencia de prensa, lo que ocurrió (la corrida cambiaria) es “una muestra de lo que puede venir en octubre, si vuelve a ganar el populismo”. Se trata de una clara amenaza del castigo que tendrá la sociedad argentina, si no cambia los resultados. Amenaza y chantaje a la voluntad popular es lo que formula el Presidente con su particular forma de explicar lo ocurrido.
Para el Presidente, y es lo que se tratará de instalar, la corrida cambiaria, y los efectos negativos que ella tendrá (en el aumento de precios, tasas de interés, cadenas de pagos, etc) que amenazan no sólo las condiciones de vida de los argentinos sino que supone una verdadera amenaza sobre el lazo social; no será su responsabilidad, sino de los que voten a lo que denomina “el populismo”. Es esta amenaza al lazo social, que en definitiva no es otra que volver a situar en la memoria colectiva los episodios de crisis traumáticas que la sociedad argentina ha vivido en cada final de mandato de un gobierno no peronista. Hecho este que nos resitúa a Macri con su historia.
En efecto, en términos políticos Macri es un integrante (y no un representante) del bloque de Poder que emergió en la Argentina a sangre y fuego con la dictadura militar de 1976. Forma parte de esa clase dominante que se erigió a partir de los efectos desindustrializantes y de aniquilamiento (tanto de los sectores populares como de la propia burguesía nacional), que puso en práctica la política económica de la Dictadura Genocida de 1976. Sin embargo, el hecho de que Macri fuera elegido democráticamente Presidente, fue una victoria cultural de ese bloque de poder, que habiendo emergido a sangre y fuego, 40 años después logra acceder al gobierno por vía del voto popular. La gran pregunta es, si, frente a la derrota cultural que se expresó el domingo, y que dejó a la estrategia de los sectores dominantes sin votos para legitimarse democráticamente, este sector y sus integrantes (Macri a la cabeza) serán capaces de respetar la voluntad popular.
En principio la perversidad que supone haber permitido el salto cambiario y la velada amenaza de la conferencia de prensa define con claridad que esta experiencia de la clase dominante argentina pretende elegir la profundización del sufrimiento social (genocidio) vía el terrorismo financiero como camino para modificar y domesticar la voluntad popular.
Frente a este cuadro de situación, los sectores populares deberemos estar más atentos que nunca para hacer valer los tiempos de verdaderos cambios que arrojaron los resultados de las PASO.