Claudio Lozano, Director del Banco Nación de la República Argentina y referente nacional de Unidad Popular, derribó los mitos fundantes que intentan instalar quienes verdaderamente son responsables de afectar la producción y el empleo, generando en el contexto actual una de las desigualdades más grandes que haya conocido nuestro país desde la llegada de la democracia.
Durante los cuatro años del gobierno de Cambiemos el pueblo argentino fue testigo de la presión tributaria sobre el consumo y, en particular, en el mundo del trabajo. La intervención política sobre el Estado fue la liberación de los mercados, los que jugaron un rol central en la reducción de los aportes fiscales patronales para favorecer la especulación financiera y la evasión masiva de fugas de capitales.
A un año de la derrota de Cambiemos, y ante las eventualidades de una pandemia mundial con efectos desoladores, es tiempo de afrontar con el aporte extraordinario de los más ricos la posibilidad de devolver a la producción y al trabajo sus condiciones mínimas de recuperación. Una medida necesaria y urgente, que a su vez debe de allanar el camino hacia una reforma tributaria progresiva.
Es entonces muy llamativo escuchar a los mismos que generaron la crisis argumentar falazmente que este «aporte afectará la producción y el empleo”, a los evasores decir “que la carga impositiva ya es elevada”, o a banqueros favorecidos por el menemismo que quisieron instalar la idea de una «rebelión fiscal». Todas estas campañas están enmarcadas en el claro anhelo de los «nuevos ricos» con el afán de que el Estado siga generando desigualdades y así profundizar la crisis social imperante en este presente.
Lozano repasó cada uno de los mitos instalados en boca de los más ricos y con argumentos sólidos demostró que esta disimulada y malintencionada campaña sigue conspirando contra las posibilidades de realización de las grandes mayorías. Las mismas que siguen siendo víctimas directas de un modelo agroexportador cada vez más enorme para sus ganancias, pero cada vez más pequeño para el desarrollo de nuestra soberanía:
1) “Afectará a la producción y el empleo”: FALSO. Este tipo de gravámenes que descansen en el atesoramiento y los patrimonios de las personas físicas permite desplazar la carga tributaria que impone directamente la renta y los bienes desde las empresas hacia sus accionistas de manera de desalentar la recurrente distribución de dividendos y promover la reinversión de utilidades. Es decir, dispone de una relación virtuosa respecto al proceso de inversión productiva.
2) “La carga impositiva ya es elevada”: FALSO. La presión fiscal está por debajo de la media regional y mundial si evaluamos el ámbito de la administración central del gobierno nacional, y se encuentra en el promedio cuando se incorpora el resto de los niveles institucionales. El problema tributario de la Argentina no es el peso excesivo del gasto ni la presión fiscal, sino una composición tributaria que recae mayoritariamente sobre el consumo y el trabajo, y en menor medida sobre las rentas, utilidades y patrimonios.
3) “Causará una rebelión fiscal”. FALSO, porque la rebelión fiscal de los ricos es en realidad la norma actual que caracteriza el esquema tributario argentino. Se estima que la evasión de impuestos directos sobre la renta de personas físicas y corporaciones es cercana al 4% del PBI, es decir un billón de pesos. Mientras las consultoras privadas calculan un total de 114 mil personas con patrimonios superiores al millón de dólares, AFIP sólo registra 32 mil, un número muy inferior que declaran tener el 68,4% en el exterior. Está claro que la vigencia de generosas alícuotas y exenciones no es el camino para convencer a los millonarios a declarar sus fortunas.