La comunidad global, la humanidad toda, vive una de sus mayores incertidumbres. La vida social, gremial, política, la vida de las instituciones, la de cada partido político ha sido trastocada con la llegada de la pandemia. Vivimos una crisis civilizatoria distinta, no la primera, pero sí muy diferente a las demás.
En tiempos de incertidumbres pero llenos de luchas, de luces y de sombras, podríamos empezar pensando la democracia con algunos interrogantes: ¿Qué nos dejaron estos años de recorridos tan intensos en cada gestión de Gobierno las derechas neoliberales (o posturas más progresistas) a las organizaciones sociales, políticas y gremiales que enfrentaron, con todos sus matices, las crisis cíclicas de las democracias en este costado del mundo? ¿Qué pensamos, en estos tiempos sofocantes, de la democracia? ¿Cómo llegar a un Estado democrático y popular con el estado actual de la democracia? ¿Cuáles pueden ser los pasos que nos permitan dar el salto a una vida más justa, más igualitaria, que arranque de raíz la fragmentación a la que el neoliberalismo todavía somete a las instituciones de la vida democrática argentina? ¿Cómo se puede construir desde las relaciones políticas un Estado que garantice bienestar ante tanto avance de las corporaciones en la vida del Estado? ¿Hay propuestas que contrarresten esta realidad compleja que nos dejaron los últimos cuatro años de macrismo? Si las hay, ¿cuáles son las causas que nos impiden poder construir una democracia para todas y todos?
Sabemos que la democracia se identifica con un conjunto de acciones relacionadas con la voluntad de votar el día que fija el calendario, con el recorrido de millones votando en escuelas, clubes, vecinales o lugar asignado para elegir un/a candidato/a. Pero es mucho más: es la voz de los tres poderes que la constitución define en la independencia que le compete. Son las prerrogativas mencionadas en la Constitución Nacional. Es la disputa económica. Es la estadística que muestra su cara más alarmante, la pobreza. Son las promesas electorales. Son las luchas de los movimientos sociales, las luchas de los trabajadores y las trabajadoras por recuperar empleo, las denuncias de las PyMES sobre la caída de la producción. Son los anuncios sobre las estafas de Vicentín, la falta de una política de soberanía alimentaria, los problemas de la deuda externa. Y, sobre todo en este último año de una movilidad social diferente, la democracia además de seguir en los medios, está en las redes sociales. Un mundo virtual se adueñó de nuestras vidas con un sinfín de acciones que pugnan por abrir caminos mientras otros quieren seguir cerrándolos.
Nuestro aporte, antes y después del nacimiento de nuestra CTA (hoy Autónoma), es indispensable para poder comprender las luchas de las resistencias que pusieron el cuerpo en el intento de frenar el fundamentalismo neoliberal. Aunque no hayamos logrado todavía nuestra emancipación, nuestras bases fundacionales siguen intactas en la búsqueda de semejante desafío.
Argentina recuperó la democracia hacia finales del año ‘83, al salir de una de las dictaduras más feroces. Sin embargo, no hemos logrado todavía un Estado democrático y popular, algo muy necesario de poder construir en estos tiempos. No tenemos recetas definidas, pero sí una cantidad de proyectos desde lo económico, pasando por lo social, penetrando lo político, todas interviniendo desde nuestras herramientas para aportar a la democracia.
Sentamos un mojón en 2010 con el nacimiento de la Unidad Popular. Actualmente, como parte del Frente de Todos, la UP protagonizó un primer paso para derrocar al macrismo. Apenas a un año de ese acontecimiento masivo que llenó las calles de esperanza, todavía quedan profundas heridas a resolver en el seno de la democracia. Necesitamos que las decisiones sean con mayor audacia de las actuales en pos de avanzar y promover más derechos.
Reconstruir el Estado sin tocar los intereses de quienes demuestran ser los enemigos del pueblo poniendo al país al borde del abismo sería un estancamiento peligroso. Además, sería una nueva oportunidad para que el electorado vuelva a elegir a aquellos que ya nos demostraron en dictadura y en democracia el fracaso de sus recetas.
La democracia no es un camino único. Son varios caminos, diferentes sentidos sobre la acción social. Es la posibilidad de resolver cuanto reclamo se presente consolidando los debates, la participación, los consensos y los acuerdos en pos de fortalecer el sistema de representación de mayorías y minorías sin discriminación alguna. Se debe evitar que los intentos de golpe de mercado sigan generando más resignación y ganen voluntades de quienes apoyan creyendo que son parte de un proyecto para luego volver a ser desplazados. El ejemplo de las elecciones del año 2015 sirve de testigo de que no podemos volver a regalar el voto popular a la clase que nos denigra una vez que gobierna.
Una de las principales conquistas de nuestra democracia han sido los juicios de lesa humanidad, que ni las derechas neoliberales pudieron soterrar, más aún después de los intentos de amnistía. Las luchas de las madres son un claro ejemplo del camino a seguir. En ese sentido, las grandes conquistas de los movimientos sociales, como lo demuestra el feminismo con el derecho a elegir que está a un paso de erigirse como ley, se dan en el marco de esta compleja realidad pero con un sentido colectivo y social más firme.
Para sentirnos verdaderamente vencedores es necesario avanzar sobre nuestros pasos, articulando y afianzando el inconmensurable campo popular que pugna entre encuentros y desencuentros en la búsqueda por resolver la desigualdad imperante. Para eso es fundamental más democracia, más debate, más participación ciudadana, mayor organización para construir otra democracia, democratizar la cultura, la riqueza. Porque como consigna nuestra Unidad Popular: “Las ideas no han muerto. Nuestra memoria no está pisoteada. Nuestro pasado nos da orgullo. Y nuestro presente es de transformación”.