Al cumplirse un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, el dolor no empaña la admiración por el coraje de la resistencia a la dictadura genocida. Ya no quedan dudas de las motivaciones que condujeron a la concreción del golpe, cuyo preludio fue la ofensiva liberal, la represión y asesinatos sobre los militantes populares durante el año previo a través de la triple A. Como lo planteó la CTA en la presentación como querellante ante el Juez Baltasar Garzón, cuando aquí reinaban las leyes de impunidad, “fue un plan concertado por los grandes grupos económicos y las fuerzas armadas para implementar el terrorismo de Estado y el genocidio, con el objetivo de disciplinar socialmente a la clase trabajadora para obtener una más alta tasa de ganancias y concentración económica”.
Con EE.UU. como impulsor y “autor intelectual” de los golpes en América Latina y con la Operación Cóndor como manifestación clara de un plan criminal que tuvo como blanco a todas las expresiones de nuestro pueblo (estudiantes, intelectuales, artistas, y fundamentalmente en la clase trabajadora) la represión se concentró en el ataque a las comisiones internas y delegados de las empresas. Con la complicidad de las direcciones de esas corporaciones, su objetivo fue doblegar a nuestro pueblo en su resistencia.
El 4 de Noviembre de 1977 los medios de prensa publicaron un comunicado del primer cuerpo de Ejército que decía: “(…) en las proximidades de Constitución, una patrulla de las fuerzas legales sorprendió a un activista que incitaba al cese de las actividades y trataba de impedir la concurrencia al trabajo de algunos operarios, siendo abatido por el fuego. Las fuerzas legales cumplían con la misión impuesta, tendiente asegurar la voluntad de trabajo”. Este comunicado expresa con mayor crudeza la verdad de la represión. No lo ocultan a través de un falso enfrentamiento, o de resistencia armada: el compañero fue “abatido por el fuego” por llamar a la huelga.
Rodolfo Walsh, en su histórica “Carta a la Junta”, dice en un párrafo (…) “aún si mataran al último guerrillero no haría más que empezar todo de nuevo, bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas, sino agravadas por el estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.
La Dictadura Militar intentó inscribir la matanza en un tiempo sin memoria. En la riqueza de unos pocos, en los miles de desaparecidos, y en los niños y las niñas arrancados de los vientres de sus madres. En los pedazos rotos de nuestros sueños están las verdades y las causas del genocidio.
Este 24 de marzo nos paramos en el homenaje a los y las 30.000 compañeras y compañeros desaparecidos; en quienes resistieron en todas sus formas; en las Madres de Plaza de Mayo, faro constante en nuestro rumbo en la reconstrucción para que aquellos sueños sigan intactos. Es un escenario inédito y difícil, pero seguimos con la convicción inquebrantable de que la victoria será de nuestro pueblo y que ningún esfuerzo en el camino habrá sido en vano.