Bicentenario de la muerte de Martín Miguel de Güemes: 17 de junio de 1821-17 de junio de 2021
Por Daniel Escotorin*
“Transformado en deidad superior de su especie, empuñó el cetro de perro más duro que cuantos tuvieron los Ca!ígulas y los Nerones y demás tiranos de la historia. Desde su colocación en el gobierno, sus primeros empeños fueron perpetuarse en él: engañar a la muchedumbre, alucinar con expresiones, dulces sin sustancia. Imitarla en sus modales, halagarle liberal la licencia; fomentar las vicios; deprimir la virtud”.
Era el 24 de mayo de 1821 y así se expresaban los adversarios de Güemes tras su destitución. La nueva conspiración de la elite local salteña contra el gobernador de Salta Martín Miguel de Güemes estaba en marcha. Destituido por el cabildo de la ciudad a iniciativa de la facción nominada como “Patria Nueva” encabezada por personajes como Pedro Antonio Arias Velásquez, Facundo de Zuviría, Ángel Mariano Zerda, Saturnino Saravia, Dámaso Uriburu entre otros. “llegó el feliz día en que terminaron sus execrables excesos que horrorizan el corazón más helado: sacudió en fin esta provincia el abominable yugo del cruel Güemes, monstruo entre los tiranos a esfuerzos de sus incontrastables sentimientos”; así se refería el Cabildo en un nota a Bernabé Aráoz, gobernador presidente de Tucumán y a la sazón encarnizado rival de Güemes.
Es nombrado gobernador el Teniente Coronel Saturnino Saravia y como Comandante general de Armas, el Coronel Antonino Fernández Cornejo. Enterado éste de la asonada se dirige a la ciudad para recuperar el poder, lo que logrará con suma facilidad; los conspiradores se rinden, huyen algunos hacia Tucumán, otros hacia el norte donde estaban los españoles y donde tramarán la conspiración final, la certera contra la vida del general caudillo gobernador.
Güemes al recuperar el dominio sobre la ciudad ordena a sus gauchos proveerse de víveres de los negocios de los conspiradores, precio pensado a cambio de perdonar las vidas de éstos. Quienes escapan hacia Jujuy, entre ellos Mariano Benítez, retornan junto a la comisión militar comandada por el teniente José Valdez (Barbarucho) con 400 soldados, los que junto a los salteños que habían quedado en la ciudad conforman el complot para apresar o matar al líder salteño. Esa noche del 7 de junio Güemes en casa de su hermana Macacha, avisado ya de la nueva conjura se niega a escapar solo sin sus gauchos, rodeado enfrenta a sus enemigos, a los traidores y a la muerte.
LOS GAUCHOS Y LOS OTROS
¿Por qué esos calificativos de “tirano”, “cruel yugo”? ¿Qué lo convertía en parangón con Nerón y Calígula? Cuando en 1815 Güemes se convierte en el primer gobernador electo por el Cabildo en la región del Rio de la Plata, lo logra sobre la base de sus victorias militares, sobre todo la resonante batalla de Puesto de Marqués, desplazando la dirección militar del “ejército del norte”, se adueña de centenares de fusiles en la ciudad de Jujuy e ingresa a Salta donde con ayuda de sus seguidores y colaboradores, entre ellos sus hermanos Juan y Magdalena (Macacha), operan para que los cabildantes lo elijan a la par que en las afueras del cabildo se reunió una considerable cantidad de personas, sus gauchos, la plebe, para presionar y peticionar por su líder.
Si una parte de la elite local (la parte sana de la ciudad, como se autotitulaban) lo rechazó fue porque veían en él su gesto de caudillo y dirigente popular, la otra parte de la elite lo hizo convencida que finalmente Güemes sería el único en poder contener los arrebatos revolucionarios de las clases bajas. Es que como en otras partes del territorio americano el proceso emancipador disparó no solo los sueños de libertad política, de independencia de la corona española (y toda otra dominación extranjera, como diría el agregado en el acta del 9 de julio de 1816) sino también y no era un elemento menor, de libertad e igualdad social. Así con esas expectativas esclavos, mestizos y criollos pobres se enganchaban en las milicias y el ejército con la promesa de libertad, de tierras, de progreso. Independencia significaba también república y ésta, democracia, aunque no fuera el término en uso, quizás lo más cercano era lo federal.
La disputa de Güemes con Buenos Aires era por la demanda del salteño de mayor acción militar contra los realistas y ante la quietud e ineficacia porteña tomó las armas por cuenta propia afianzando así su poder político y militar, pero a su vez necesitado de recursos económicos para solventar y mantener su milicia recurrió a los sectores pudientes, a los que sometió a cargas permanentes con contribuciones obligatorias para su causa. Igualmente en reconocimiento al sacrificio de las vidas de sus gauchos los eximió de la justicia ordinaria para ser él mismo juez de las faltas de cualquier tipo que cometiesen, lo que por supuesto dio pie a arbitrariedades y excesos pero el celo de Güemes por los suyos fue permanente; así también eximió del pago de arriendos a los gauchos que sin más ingreso que el trabajo de la tierra se sumaban a sus milicias. Dictó medidas en aras de evitar beneficios para los territorios ocupados por los realistas: prohibición del comercio con el Alto Perú y otras regiones, lo que claramente perjudicaba a los comerciantes locales, de Salta y Jujuy.
La eximición de la justicia ordinaria y sobre todo pago de arriendo abrió un proceso independiente de la voluntad de Güemes y que en todo caso, nada hizo para evitarlo: el conflicto por la posesión de las tierras, las aspiraciones de emancipación social se acrecentaron y continuarán aun después de su muerte. Ya en el periodo entre 1815 y 1821 el malestar incubado en las clases altas de Salta y Jujuy es indisimulable lo que da pie a la serie de complots contra su vida y contra su gobierno que fracasarán hasta la definitiva del 7 de junio.
El conflicto social al interior de la sociedad salteña queda expuesto en el accionar de la “parte sana” cuando ésta decide priorizar sus intereses particulares por sobre el conjunto, es decir el esfuerzo para asegurar la victoria de la causa patriota: de una u otra manera burlaba las prohibiciones de comerciar con el Alto Perú y con los mismos españoles; de igual manera y una de las principales razones para expresar su desprecio por Güemes era el rechazo a las exacciones económicas y materiales a las que estaban sometidas, aun cuando era la principal y única contribución que hacían a la lucha.
Por otra parte el estado de exaltación o insubordinación social que expresaban los gauchos, es decir el mundo plebeyo subalterno convenció a la parte de las clases propietarias que Güemes no sería ya el reaseguro de contención de sus exigencias, o por lo menos en su imaginario el líder gaucho era quien engañaba a la “muchedumbre” se mimetizaba en sus modales y fomentaba las vicios, o sea que se había convertido en ese líder que impulsaría a las masas contra ellos. Esto explica además en un contexto donde ya se había producido la Batalla de Cepeda en febrero de 1820 con el triunfo de los caudillos federales contra el centralismo porteño.
Para la elite salteña era necesario retomar el control a cualquier precio, aun y así fue, de pactar con los realistas. Fracasado el golpe del 23 de mayo de 1821 donde Güemes les perdonó la vida, en quince días retornaron para que de la mano extranjera pudieran recomponer su poder. No obstante, tras su muerte el 17 de junio las crisis políticas, las tensiones y conflictos sociales continuarían en las décadas siguientes.
*Historiador. Presidente de Unidad Popular Salta