Hace pocas horas supimos del fallecimiento de Eduardo Basualdo. Un enorme intelectual con el que tuve el privilegio de compartir más de dos décadas de lucha política e intelectual en la Argentina post dictatorial. Lo conocí acompañando a Augusto Conte en esa campaña de 1983 para tratar de que un legislador expresara en el primer parlamento, la experiencia de lucha y las propuestas del movimiento de Derechos Humanos. A partir de allí, él me abrió la puerta a la tarea de estudiar y discutir la economía y la sociedad argentina con un enorme grupo de intelectuales como Edgardo Lifchitz, Miguel Kavisse, Daniel Azpiazu, Fernando Porta, Jorge Fontanals, Emilia Roca, Elsa Cimilo y otros más.
Con la ayuda y el apoyo incondicional de Eduardo impulsamos el Instituto de Estudios sobre el Estado y la Participación de la Asociación de Trabajadores del Estado en los comienzos de la Democracia y luego el Instituto de Estudios y Formación de la CTA. Con él y muchos más (Artemio López, Roberto Feletti, Beatriz Fontana y otros como Enrique Arceo, Alejandro López Mieres, Martín Hourest y Tomás Raffo) dimos enormes batallas políticas e intelectuales frente al reinado del posibilismo que encadenó la Democracia al poder y la vació de contenido popular, así como también fue central su aporte en el momento que hubo que confrontar con el pensamiento único en la década de la Convertibilidad.
Juntos impulsamos la propuesta que asumió el Frente Nacional contra la Pobreza bajo la consigna de «Ningún Hogar Pobre en la Argentina». Cuestiones menores y de escasa importancia nos distanciaron hace un tiempo. Sin embargo, seguí atentamente, como buen alumno, toda su producción.
Se va alguien que deja un enorme legado intelectual, que supo hacer escuela y que fue maestro de muchos y mío en particular durante esas dos décadas que compartimos.
Hasta la Victoria siempre, queridísimo compañero Eduardo Basualdo.
Claudio Lozano