por Laura García Tuñón y Rafael Gentili*. El verano nos ha deparado un espectáculo bochornoso: la oposición de derecha al gobierno nacional posicionándose con vista a las elecciones legislativas de octubre de este año. Vemos, con estupor, a dirigentes que hasta ayer nomás se insultaban por los medios, abrazándose como viejos amigos. Su único objetivo: derrotar al gobierno como antes lo hizo la Alianza con Menem y con el resultado conocido. El gobierno, por su parte, no se queda atrás, aunque con el objetivo inverso y a riesgo de cometer un sincericismo y dejar caer definitivamente su fachada popular, que de hecho se desmorona día a día. La poca platea que tal espectáculo genera, presenta una buena oportunidad para la consolidación de nuevas fuerzas como Proyecto Sur. Pero para ello no debemos olvidar que nuestro proyecto es de largo alcance y su meta es gobernar la ciudad y el país, para transformar su estructura económica, social, política y cultural. Por tanto, los acuerdos electorales que persigamos deben hacerse con fuerzas comprometidas con ese proyecto, evitando las alquimias que lo debiliten, por más que aparezcan como tentadoras en porcentaje de votos. La oportunidad no puede llevarnos a terminar en un amontonamiento en el que nos confundamos impúdicamente con quienes hasta ayer nomás confrontábamos abiertamente. Para ser claros: en la ciudad de Buenos Aires hemos sido profundamente críticos de la farsa progresista comandada por Aníbal Ibarra. Al mismo tiempo, somos opositores al gobierno nacional que él apoyaba hasta ayer nomás. Por tanto, sin un debate público que permita superar esas diferencias, la única razón creíble de un acuerdo sería ganarle a otros y no ganar nosotros. Y así no alcanza. (*) Miembros de Buenos Aires para todos en Proyecto Sur.