Gabriela Michetti y Elisa Carrió son consideradas, con razón, las dirigentes de mayor vinculación con el Papa argentino. Encabezan una muy amplia lista de relaciones que Jorge Bergoglio consolidó en el mundo político y sindical; tan amplia como la capacidad de diálogo y operación que desplegó en su largo paso por el Arzobispado de Buenos Aires y la conducción del Episcopado.
Gobernadores, intendentes, ministros, senadores, diputados, jefes gremiales. De todo hay en esa agenda discreta e infatigable de Bergoglio, que nunca le sacó el cuerpo -más bien todo lo contrario- a la atención de las cuestiones del poder.
Por cierto, en la hoguera de vanidades que es la política también hay unos cuantos que hoy tratan de salir en la foto o de ganar algún minuto de atención en los medios, ostentando una proximidad que no es tal. Son los clásicos chantas todoterreno, que tanto abundan.
Pero lo que pocos saben es que Bergoglio mencionó alguna vez como su “economista de cabecera” al diputado Claudio Lozano.
Evitando cualquier interpretación exagerada, esa consideración sobre Lozano -heterodoxo, keynesiano, de fuerte perfil progresista- marca una fuerte diferencia de Bergoglio con los economistas tradicionales vinculados a la Iglesia, de formación ortodoxa y liberal.
Sin hacer bandera, porque no es su estilo, Lozano le ha dicho en estos días a sus amigos que el nuevo Papa es “peronista, de San Lorenzo y de Flores, como yo”.
Con una mano en el corazón: la definición de peronistas quedó desactualizada para ambos, remite a épocas pretéritas que no volverán. Pero las otras pertenencias, barrial y futbolera, se mantienen inalterables.
Lozano es fundador de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) junto al gremialista Víctor De Gennaro, hoy compañero de bancada en Unidad Popular, partido integrante del Frente Amplio Progresista junto a los socialistas y otras fuerzas.
Empezó muy joven en la izquierda, pasó por el peronismo y durante la dictadura participó de la defensa de los derechos humanos en el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), de inspiración cristiana y liderado por Adolfo Pérez Esquivel, ganador del Premio Nobel en 1980 por esa tarea.
Nada viene de la nada: después de comenzar su carrera en la Universidad de Buenos Aires, y sin profesar la fe católica, Lozano completó sus estudios de economía en la Universidad del Salvador, la de los jesuitas de Bergoglio.
El nexo inicial entre ellos fue Carlos Custer, un dirigente histórico del sindicalismo socialcristiano, que llegó a presidir la Confederación Mundial del Trabajo y durante cuatro años fue el embajador de Néstor Kirchner en el Vaticano.
Mezclado en la pelea sindical desde la época de la CGT de los Argentinos en los 60, Custer fundó junto a De Gennaro y el recordado Germán Abdala la agrupación que llegó a la conducción del gremio de trabajadores del Estado con el retorno de la democracia, en 1984. También fue asesor del entrañable diputado demócrata cristiano Carlos Auyero. Y siempre, todo el tiempo, fue un cuadro de la Iglesia. Desde allí trabó conocimiento con Bergoglio, activo y preocupado por la cuestión social.
A través de Custer, Lozano le hacía llegar a Bergoglio los análisis y estudios económicos y sociales elaborados por el Instituto de Políticas Públicas. El cardenal le había mandado decir que seguía con atención esos trabajos. Hasta que lo invitó a exponer en las jornadas de Pastoral Social del Arzobispado porteño. En una de esas presentaciones, en el colegio Don Bosco del barrio de Almagro, Bergoglio se sumó a los participantes y la relación a través de intermediarios pasó a ser personal.
Aunque no mantenían diálogo frecuente, el intercambio se hizo entonces más intenso. Así, representantes del Arzobispado empezaron a sumarse a jornadas y seminarios organizados desde la CTA y otras instituciones afines. En junio de 2010 a Bergoglio pareció impactarle un estudio sobre las limitaciones y carencias de la Asignación Universal por Hijo. Se lo hizo saber en un mensaje personal a Lozano.
“Muchas gracias por el bien que esto podrá hacer en nuestra sociedad”, le escribió.
Y cerró el breve texto con la fórmula que el nuevo Papa siempre usa:“Le pido, por favor, que rece por mí. Que Jesús lo bendiga y la Virgen Santa lo cuide”.