Laura García Tuñón reflexiona sobre la problemática y propone involucrar a la escuela con el barrio y multiplicar la participación.
Por Laura García Tuñón*
El domingo 18 de mayo, en el diario Perfil, aparecen declaraciones del Ministro de Educación Nacional, Alberto Sileoni, manifestando su preocupación por los casos de violencia escolar. Allí hace referencia a la Guía de Convivencia Democrática, que se entregará en las escuelas de todo el país. También reconoce que podemos estar ante un leve incremento de casos de violencia y nos planteó claves para enfrentar y solucionar el problema. Sileoni sostuvo que “existe una necesidad de ratificar el vínculo asimétrico entre docentes y alumnos” y que “la escuela no se gobierna por una asamblea de docentes y alumnos, es gobernada por adultos”. Por otro lado recalcó “la importancia del diálogo de los padres con sus hijos”.
Ante estas declaraciones, en primer lugar estoy convencida de que es auspicioso la producción de materiales guías para los docentes. No he visto el material, pero valoro que desde el Ministerio se piense en que los profesores y maestros tengan a su alcance lecturas e informaciones de cómo actuar ante los innumerables problemas que se viven día a día en las escuelas.
Ante los dichos, no puedo menos que pensar que retrocedemos 30 años con esas propuestas. Todos sabemos que la conducción de un Ministerio, una escuela y un aula es ejercida por adultos, trabajadores de la educación formados para ello. Pero también creo que si promovemos la participación, el uso de la palabra en libertad y la resolución colectiva de los conflictos, estamos aportando a la construcción de ciudadanía. Estamos democratizando la escuela en tanto experiencia vital. Promover las asambleas, la palabra de docentes, alumnos y padres es comenzar a percibir a la educación como el espacio en donde se empiezan a proyectar los modelos de vida, las formas de relacionamiento social y los marcos de convivencia.
La violencia siempre estuvo dentro y fuera de la escuela. Es una preocupación enorme de los docentes en las escuelas poder resolverla. Muchos también piensan que se puede librar a la escuela de la violencia “de afuera”, aislarla y vivir la escuela como si fuera una burbuja. También sabemos que si la sociedad no cambia las relaciones de poder, la escuela siempre será permeable a la violencia.
La violencia es un vínculo, es una forma de relación social por la cual uno ejerce su poder sobre el otro. La violencia requiere de soportes culturales, políticos y sociales para cristalizarse y se nutre de muchas fuentes: negación del otro, corrupción, fragmentación de conflictos, crecimiento de brechas sociales, crecimiento de la pobreza, concentración de la riqueza y exclusión social, entre otras. Si a estos componentes le sumamos la impunidad y la falta de acceso a justicia, no encontramos con la fragilidad del tejido social que penetra de lleno en el seno de la escuela. Pierre Bourdieu nos aclara que “no se puede jugar con la ley de la conservación de la violencia: toda violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en la forma de despidos, pérdida de seguridad, etc, se ve equiparada, más tarde o más temprano, en forma de suicidios, crimen y delincuencia, adicción a las drogas, alcoholismo, un sinnúmero de pequeños y grandes actos de violencia”.
Ante ello es imprescindible la responsabilidad compartida y la construcción colectiva del lazo que une a la escuela con la sociedad, al docente con la familia, a los estudiantes entre sí. Transformar a la escuela en el lugar de construcción del conocimiento, el espacio en el que se concrete el derecho a aprender, a construir conocimientos socialmente valiosos, fortaleciendo la ciudadanía como herramienta de lucha. Responsabilidad indelegable de estado para proveer de herramientas, salarios, infraestructura y de nuevos puestos de trabajo en las escuelas, que garanticen el derecho a la educación.
Proponemos la promoción en cada comuna, en cada barrio, en cada escuela y aula de Consejos, de Centros de Estudiantes y de Asociaciones de Padres, que sean deliberativos, plurales y democráticamente conformados. En donde los actores relevantes participan del debate y de la toma de decisiones en lo que respecta a cambios, continuidades y conflictos de cada espacio educativo. Hay una amplia gama de situaciones de la vida escolar que pueden ser discutidos en esas instancias colectivas. A su vez, involucrar al colectivo escolar en las distintas problemáticas del barrio como espacio indisoluble de la vida cotidiana, involucra el “afuera” de una manera diferente.
Sabemos que muchas de estas propuestas son llevadas a cabo por muchas escuelas y muchos trabajadores y trabajadoras de la educación. Sabemos que sólo democratizando la escuela no alcanza. Como dice Marta Maffei, “la realidad no cambia sólo desde las escuelas. Las escuelas formarán conciencia, estimularán compromisos, pero son los hombres y mujeres de la nación los que habrán de concretar los procesos culturales, políticos sociales y económicos que promuevan el cambio y hagan posible la justicia”.
*Legisladora Mandato Cumplido (MC) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por Unidad Popular (UP)