«El desenlace que se va configurando para este intenso año electoral en la Argentina suscitará en las próximas semanas, seguramente, reflexiones de lo más diversas. Sin duda, para los que construímos en la perspectiva de alumbrar una experiencia política capaz de darle a nuestro país un modelo de desarrollo sin desigualdades, democrático, participativo y respetuoso de los bienes comunes, la encrucijada de este domingo, entre dos menemistas reciclados, y más allá de las características particulares de cada uno y de los armados políticos que los respaldan, es una suerte de emboscada repugnante.
Hicimos lo posible para evitar que sucediera, eso sí. Dedicamos, justamente, nuestras mejores energías a la tarea de colocar otra perspectiva, en la posibilidad de instalar el FRENTE POPULAR y la candidatura a presidente de Victor De Gennaro, para no tener que transitar este tramo del camino sin la realización de una esperanza, de un intento, aunque mas no fuera en el terreno de las posibilidades futuras.
No tuvimos el éxito esperado, no logramos pasar las PASO, y eso constituye nuestra derrota electoral más nítida, expresada además en esta opción inexorable que el sistema le ofrece a nuestro Pueblo para el fin de semana y los próximos cuatro años.
Sin embargo, me parece interesante subrayar o desagregar algunos elementos que nos pueden permitir recuperar, a lo largo de este proceso, los análisis y prácticas colectivas que compartimos, sobre todo en aquellas visiones que, a la luz de los hechos, no estuvieron desenfocadas y que constituyeron aciertos de observación y diagnóstico.
Tres hipótesis
Para entenderlo mejor, creo que puede ser más claro plantear que, en nuestra tarea como partido político y como “frente electoral”, hubo tres grandes hipótesis fundantes que sostenían el andamiaje argumental y práctico de nuestras acciones.
El primer elemento era el de visibilizar el “desgaste”, el “ocaso” de la iniciativa política que podemos llamar “kirchnerismo” en el terreno de la disputa por el sentido de nuestras luchas. Es decir, no sólo su agotamiento como expresión de una perspectiva popular para la realización de un gobierno transformador, sino sencillamente su final como identidad política en capacidad de generar algún tipo de expectativas en nuestros sectores populares.
Básicamente, significaba compartir la realidad de que el grado de violencia, desesperanza y frustración que sentíamos en “la calle” era una señal clara de que la esperanza que otrora conocimos bajo el nombre de “kirchnerismo” ya no era tal, que su potencialidad estaba francamente acabada y que el terreno estaba entonces abierto a otras posibles hegemonías políticas. Se trató de una afirmación no exenta de alguna osadía, ya que la multiplicación de estrategias comunicacionales, políticas y hasta financieras por parte del gobierno dirigido a disimular este desgaste hicieron mella en un amplio sector de la militancia popular, que de algún modo se resistía a aceptar esta afirmación.
La segunda verificación en la que insistimos tozudamente en nuestras construcciones era la denuncia de lo que llamamos “Pacto de Gobernabilidad”. En efecto, pusimos de relieve que existía, en el seno de las opciones electorales existentes (Kirchnerismo, PJ, Frente Renovador, PRO, UCR, expresiones personales del llamado “progresismo” ), una virtual aceptación de que el escenario de un ajuste sobre la economía del Pueblo Argentino era inevitable y que, en ese marco, de lo que se trataba en las elecciones era de discutir sus matices instrumentales y, en todo caso, de cómo quedaba dibujada la composición institucional que habría de gestionarlo en sus roles de gobierno y oposición.
Motivaron esta afirmación la comprobación recurrente de que ninguna de las estrategias electorales explicitadas por los distintos actores sociales y políticos protagonistas se hacía cargo, ni en los gestos políticos ni en los programas, de la apertura de un debate frontal sobre el modelo, de la necesidad de la construcción de una estrategia integral que pusiera en discusión el actual paradigma de desarrollo y que recuperara un gobierno comunitario para la Argentina en la próxima década, en articulación con las expresiones sociales y productivas de nuestro Pueblo. Por el contrario, cada uno de las acciones inteligibles de los distintos espacios reforzaban una y otra vez la inevitabilidad de la recesión futura y la apertura, en todo caso, de un espacio de competencia por la presencia en pantalla– vía Tinelli o Mirtha- de los elegidos para intervenir institucionalmente en su realización.
Fue basados en estas dos hipótesis, si se quiere, ancladas en la observación y en el análisis, que parimos la tercera, la más audaz y desmesurada, originada ya no en la observación, sino en la intuición esperanzada: la necesidad de crear el FRENTE POPULAR en el terreno electoral. No aceptamos transitar este escenario de oscuridades sin intentar con toda nuestra historia de construcciones, la fuerza posible y necesaria para colocar un punto de acumulación política que señalara, para nosotros, para el conjunto del Pueblo y, en gran medida para los jóvenes, la perspectiva concreta de enfrentar este destino amañado de tristeza que estaban preparándonos.
Con este viento de pasión política fue que generamos nuestra hermosa campaña electoral, en la que enfrentamos nuestros límites en el plano de los recursos y la envergadura organizativa con acciones en plazas, talleres, con debates, con spots explicativos, con actividades de recaudación de fondos y caravanas por cientos de barrios en todo el país. Me llamaba la atención, por mi rol en la campaña en esos días, verificar que, de un modo misterioso, nuestras consignas a “construir nuestra Propuesta Popular” para que “Gobernemos Juntos”, convocando a un diálogo basado en la fe en un colectivo fundante llamado Pueblo, eran reflejadas en espejo, con sutiles pero importantes variaciones, por la fuerza mejor instalada de la derecha argentina.
Un “PASO” para atrás
Los resultados de las “PASO” fueron, inicialmente, demoledores para nuestra autoestima y para la valoración de nuestra estrategia. Los números del 9 de Agosto cuestionaron no una, sino las tres hipótesis que nos habían sostenido. Al parecer, ni el kirchnerismo estaba agotado, ni se rechazaba la “gobernabilidad” del ajuste, ni la gente parecía querer (masivamente) la existencia de un frente como el nuestro. En una “escalera” muy prolija, el voto popular encumbraba a Daniel Scioli sacándole 8 puntos de ventaja a Mauricio Macri, y éste a igual distancia respecto de Massa; los tres neoliberales “copando” más del 90% de los votos, gestores de gobiernos autoritarios y de rechazo a la participación popular organizada . En el mismo día, el electorado nos sacaba del juego y colocaba en situación de competir por el gobierno de la Nación a “oficialismos” existentes.
Nos costó unos cuantos días ir digiriendo los elementos de la realidad que se expresaban en el voto popular. La bronca nos llevaba a interpretar un voto mezquino, voto “útil”, especulativo. El gigantesco esfuerzo realizado por los compañeros en todo el país, las pocas pero celebradas apariciones en programas de TV, el uso riguroso de la pauta gratuita cedida a los partidos en los medios, parecieron no tener ningún efecto a la hora de interpretar (y menos influir) en las decisiones populares expresadas en el comicio. Ni siquiera pudimos consolarnos con la satisfacción ideológica de que los resultados hubieran sido distintos en los lugares en los que articulamos organización popular territorial. En la gran mayoría de esas comunidades también nos fueron adversos los números. No sólo “no pasamos”, sino que las cifras parecieron indicar que nuestras intuiciones, nuestras viejas verdades y nuestros análisis se habían equivocado “en toda la línea”.
En lo único que parecimos acertar, fue en nuestra caracterización del llamado “progresismo” y su paulatina desaparición del escenario electoral, pero se trataba en todo caso de una situación que también nos afectaba y que no podía alegrarnos de ninguna manera.
A la derrota electoral parecía sumarse la sensación de que no estábamos analizando bien la realidad; de que habíamos “idealizado” una práctica institucional como el voto y que no entendíamos la naturaleza misma de la competencia electoral.
En este clima recorrimos las semanas que nos separaban de las generales; tratando de dilucidar de qué modo podía coronarse lo que parecía el previsible tránsito hacia el 2019: la posibilidad más realista era que Scioli ganara en primera vuelta, se formalice un acuerdo de gobernabilidad y avancemos hacia el ajuste tan temido, pero con las mayorías conocidas. Este fue, en general, el análisis que más escuché en esos días, de mí mismo y de compañeros y compañeras provenientes de orgullosas historias en el camino de lo nacional, lo popular y la izquierda.
Y fue entonces, desde ese desánimo, que nos fuimos acercando a las elecciones generales del 25 de Octubre; a esperar el desenlace inexorable. Entonces fue que sucedió lo inesperado. Los resultados nos mostraron que no habíamos acertado a prever el nuevo golpe de realidad que la discusión política en el seno del Pueblo tenía reservada para esa tarde de sorpresas; la cuestión no había terminado.
Un tablero distinto
Como todos sabemos, los resultados de las elecciones generales del 25 de Octubre constituyeron un sismo político de los que se dicen “de alta intensidad”, en tanto el voto popular descolocó el edificio argumental de esa previsibilidad a la que los analistas profesionales de uno y otro lado nos quieren acostumbrar.
Superando lo anunciado por la mayoría de los pronósticos, el voto al candidato del PRO creció más de 5 puntos, arañando un empate con el candidato oficialista (que apenas mantuvo sus votos) y preanunciando el encarnizado balotaje que tendremos este domingo, ya que le permite disputar con posibilidades de éxito los millones de votos que hasta hoy no captaron ninguno de los dos, en un escenario que parece indicar que el humor social ligado al “cambio” puede ser más fuerte que el de la búsqueda de una “continuidad”.
No hay alegría posible, por supuesto. Se trata de una pulseada entre opciones que, desde ya, no expresan la perspectiva electoral de un país gobernado por su Pueblo, y en la que por primera vez en muchos años tenemos una referencia desembozadamente liberal, explícitamente vinculada al neoliberalismo ultramontano local y disputando el gobierno de la Nación, habiendo ya logrado triunfos resonantes en la Provincia de Buenos Aires y varios de los distritos más importantes del país. Esto expresa Mauricio Macri y, si a esto sumamos los rasgos que han distinguido a su opositor por el lado del oficialismo, la gestión de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires nos aclara que no hay motivos para entusiasmarse con ninguno de los resultados posibles.
En carrera
Sin embargo surge elementos importantes para recuperar colectivamente. Aquellas tres hipótesis, aceptadas, formuladas, pero quizás no del mismo modo encarnadas, que alumbraron el nacimiento del Frente Popular, y que se vieron cuestionadas en Agosto, validaron en Octubre su certeza con toda claridad; resulte como resulte la elección del domingo, el rechazo y la perspectiva de un cambio posible respecto de lo que conocimos como “kirchnerismo” eran un dato del humor social que se verificó en su capacidad de influir en el comportamiento público y que constituyó la variable de mayor potencia a la hora de hacer cambiar el rumbo de las decisiones finales del electorado. Muchos dirán que ha sido fuerte la influencia de los grupos concentrados en los medios, y es cierto que no debemos subestimar la acción continua del aparato comunicacional del macrismo y de Clarín, pero tampoco se le puede atribuir a esas herramientas un poder absoluto y definitorio ni en uno ni en otro sentido.
Si el resultado del 25 de Octubre nos sorprendió, quizás sea una señal de que, en nuestro interior, conservamos algún mecanismo de negación, a lo largo de este año, acerca de esta realidad vívida para cualquiera que viaja en bondi. ¿Qué es hoy lo “nacional y popular”? ¿Existe y ya está dado en nuestra “esencia”…o hay que ir a construirlo? ¿Se lo decreta, se lo impone o se lo crea colectivamente?¿Permite ese desafío convivir resignadamente con esta “democracia”, con el actual modelo de consumo y la cultura política del “capitalismo serio” que quiso realizarse? Queda para la reflexión si las dificultades para aceptar muchas veces este escenario de derrota en la gente y explicitar sus dimensiones entre nuestra militancia (entre nosotros) guardan alguna relación con el dolor que nos puede dar verificar en qué medida conceptos como “revolución”, “desendeudamiento” o “patria” pueden también ser objeto del rechazo popular si son parte de un dispositivo autoritario o distantes de procesos continuos de participación ciudadana concreta. Analizar también la capacidad que tuvo el gobierno para estructurar una retórica condicionante dirigida a nosotros, a la militancia, que sitúa a las palabras y a las categorías del pensamiento de izquierda en un lugar diferente al de las construcciones cotidianas de la gente, las que se hacen en la alimentación, la convivencia con la precariedad y la violencia, o en la obligación de aceptar referencias políticas y discursos disciplinadores y totalizantes a cambio del acceso a tal o cual derecho. Quizás desde aquellos muros que cayeron en el 89 aún se desprenden algunos escombros que convenga que miremos.
El “Pacto de Gobernabilidad”, la segunda de nuestras hipótesis, también es una obscenidad comprobada cotidianamente. Los andariveles del extractivismo y la precarización laboral, la obstrucción a todas las formas de Democracia Participativa y Popular y su sustitución por mecanismos cada vez más mediados para el debate de lo público, así como la criminalización del conflicto social o la extranjerización de nuestra economía, son parte del credo sobre el que habrá de machacarse en los próximos años, con la anuencia de unos y otros. Una hipótesis que estamos verificando permanentemente y que nos describe un escenario aún más difícil y desafiante.
Pero, por último, es quizás la tercera certeza la que cobra una importancia estratégica en estos días. Nuestro querido FRENTE POPULAR. Esos bosquejos de una construcción política que logre sustraerse a las dinámicas del PJ y la UCR, basada en el encuentro con nuestro Pueblo, esa quimera irrealizable de la que somos acusados tantos militantes en la Argentina, se esté esbozando con toda claridad en el horizonte de nuestro país, en el marco de una conflictividad social que se anuncia diariamente. ¿De qué núcleos políticos surgirá la energía para enfrentar el proyecto de una Argentina para pocos que parece afirmarse en el poder? ¿De las “jefaturas” de la oposición que ya se están abroquelando a partir del nuevo escenario, o de un proceso frentista y fundacional que logre afirmarse en ésa, nuestra tercera certeza, que abra las puertas a un proceso popular de signo distinto, emancipador, latinoamericanista y respetuoso de los caminos recorridos por el Pueblo?
Más allá de los relatos, los mandatos y las retóricas que nos rodeen, gran parte de la respuesta a estas preguntas dependen más que nunca de creer en nosotros, de sostener los ámbitos que garanticen nuestra claridad de análisis, pero también de nuestra predisposición a apostarle sin miedo a lo que intuimos colectivamente».
* Secretario de Cultura del Instrumento Electoral por la Unidad Popular (UP)