El 8M fuimos parte de una extraordinaria movilización que muestra claramente el ascenso de la conciencia social, liderada por las mujeres y que va involucrando crecientemente a distintos sectores de la comunidad
Reivindicaciones, demandas, y exigencias entrelazadas por la histórica privación de derechos, autoritarismo, sometimiento, maltrato, injusticias. Dolores viejos y nuevos que nos empujan a resistir, visibilizar y organizarnos para ponerles fin.
Un rato antes de la Marcha, estuvimos con la CTA-A y compañeras de los sectores populares, exigiendo frente al Ministerio de Trabajo igualdad salarial y de derechos laborales, licencias parentales, empleo legal, fin de los despidos y una larga lista de reivindicaciones que hacen a la construcción de igualdad en el trabajo.
Allí me permití plantear algunos temas que entrelazan el feminismo con los múltiples problemas ambientales que destrozan el planeta y tienen como siempre a los pobres, las mujeres, los viejos y los pibes como víctimas primeras.
Les hablé del Ecofeminismo, una mirada poco difundida que nos permite una perspectiva más amplia para analizar la problemática típicamente femenina y las catástrofes ambientales que redoblan los padecimientos y tienen, aunque no lo parezca, un origen común.
Trataré de explicarlo brevemente:
Hace más de 20 años, la Dra. en física y filósofa india, Vandana Shiva y María Mies, alemana, profesora de sociología, publicaron el libro Ecofeminismo. Allí explican y fundamentan la construcción de una corriente de pensamiento que articula el ecologismo y el feminismo. Siembra aquí los pilares de un movimiento social universal en defensa de la mujer y de la naturaleza, ambas sometidas por las mismas lógicas
Efectivamente, las autoras demuestran como la subordinación y colonización de las mujeres es simétrica a las formas de colonización, explotación y “domesticación” de la naturaleza, por parte de los hombres.
Son dos caras de la misma moneda. Mujer y naturaleza han sido sometidas por la misma lógica implícita en el ejercicio del poder patriarcal. Dominación, violencia para controlar, para acaparar todo su potencial, decidiendo unilateralmente qué, cuándo, cómo y cuánto de las puede explotar y aprovechar. No hay otro límite que la voluntad del hombre sin reconocer reglas ni aceptar que pueda equivocarse.
El libro desnuda los mecanismos económicos, políticos, culturales y simbólicos que sostienen y favorecen estos modelos de producción y explotación que, en pos de las ganancias, destruyen las bases materiales que sostienen la vida en el planeta y su posibilidad de reproducción. Solo importa crecer y acumular.
Contaminación dantesca de los ambientes y ecosistemas. Destrucción y pérdidas materiales irreversibles del suelo, aire, agua, alimentos, las especies… y a la vez destrucción de culturas, pueblos e identidades, colonización cultural al punto de impedir o entorpecer severamente la humana capacidad de reconocer, comprender, evitar ,contrarrestar o salir de los parámetro impuestos por la visión machista y capitalista hegemónica que define el saqueo como progreso y machaca una y otra vez sobre la idea central del crecimiento a cualquier precio pretendiendo hacernos creer, hace más de 200 años, que el crecimiento derramará y traerá bienestar al conjunto. Es parte del discurso que sostiene su slogan aún contra toda evidencia.
Por su parte la sociedad parece anestesiada, como si hubiera perdido la capacidad de ejercer el juicio crítico y desarrollar alternativas innovadoras.
En definitiva, juntos feminismo y ecologismo advierten los daños generados por el paradigma hegemónico naturalizado y se plantean la construcción de nuevos paradigmas que permitan la sustentabilidad y continuidad de la vida, la justicia, la igualdad y la pluralidad a partir de los vínculos y las relaciones tejidos en miradas femeninas
La clave es poder analizar la realidad saliendo del reduccionismo, de los dogmas y los compartimentos estancos en que quedan atrapadas las buenas intenciones y hasta los conocimientos y las tecnologías…
El planeta es un todo integrado, interrelacionado, sistémico. Nada de lo que le hacemos está desconectado: desviamos un río, quitamos un humedal, talamos un bosque, derretimos un glaciar pero nada termina allí. Los conflictos ambientales interactúan y debilitan las naturales defensas de la Tierra, generan desastres naturales y en simultáneo redoblan la pobreza, la exclusión, la enfermedad y también la violencia. En las crisis, hemos visto crecer la violencia contra las mujeres hasta un 800%). Un escenario en el cual, junto a ellas, los niños, los desvalidos, los viejos y los pobres, son las víctimas primeras.
Por eso las mujeres vamos buscando también nuevas formas de resistencia. Es obvio que no todos nos callamos, nos resignamos o permanecemos indiferentes.
Las crisis civilizatoria que nos empuja al colapso, activa también nuevos tipos de resistencia a nivel local y mundial: El Foro Social Mundial, la Vía Campesina, la Marcha Mundial de Mujeres, el Movimiento Occupy, los movimientos indígenas Chiapas, Pachacuti, Mapuche…, el movimiento socioambiental Latino Americano, las Asambleas locales, “Jachal No Se Toca”, las luchas contra los agrotóxicos, contra la Minería, contra Monsanto, en defensa de los glaciares…y en todas, inmenso protagonismo de las mujeres cuidando y defendiendo la vida.
Es una lucha épica en defensa de la naturaleza porque su deterioro y destrucción también nos arrastra. Somos nosotros o son las multinacionales, los estados militarizados y los modelos predatorios aceptados como inevitables por esas visiones obsoletas. Ellos o los pueblos.
Esta es también parte de la lucha del “Vivas nos queremos”
Las ecofeministas saben que la vida se pierde no solo por la violencia machista intrafamiliar, sino también por la violencia socioeconómica de un modelo depredador en su relación con la tierra, el trabajo y los bienes comunes
Por eso el 8M hablé especialmente de la dominación cultural que está en la base de toda dominación.
Esto es parte del debate que nos debemos en relación a las responsabilidades del sistema educativo para ayudarnos a ver la realidad, desarrollar el juicio critico, la creatividad y la capacidad de tener visiones plurales y alternativas frente a la incertidumbre. Poder mirar el entorno con otros ojos, con otros paradigmas, fundamentalmente con “otros”. Desarrollar la capacidad de no someterse a los parámetros de la ciencia hegemónica ni a la trivialidad impuesta desde los medios.
Y también me referí específicamente a la problemática del agua que tiene en jaque a nuestros pueblos cordilleranos, en especial a los afectados por la minería a cielo abierto y por el fracking. Actividades que este gobierno estimula, apoya y favorece (hay más de 200 nuevos emprendimientos mineros en trámite). Actividades que generan afectados directos, inmediatos, pero que con la contaminación y dilapidación del agua irán carcomiendo las actividades agrícolas, pastoriles, ganaderas de las que han aprendido a vivir cientos de pueblos en zonas áridas, gracias al manejo cuidadoso del agua.
La humanidad se encuentra en una difícil situación. Los últimos informes del panel de expertos sobre cambio climático consideran que varios ecosistemas ya están colapsados y otros están muy próximos. Es inmoral y atentatorio el seguirlo ocultando porque la ignorancia, la imprevisión, y la continuidad del modelo solo pueden conducirnos a empeorar la situación y a la irremediable pérdida de millones de vidas
Por eso es urgente adoptar nuevos paradigmas que pongan freno a esta declarada guerra contra la vida.
Las ecofeministas no aceptamos que el derecho a la vida en ambientes sanos y la protección de los ecosistemas queden fuera de los modelos económicos y los proyectos “productivos”. Procuramos desmontar la falacia que pretende separar humanidad y naturaleza. La ignorancia sobre la dependencia infinita de la vida en relación a la capacidad regenerativa de la tierra y la necesidad de su cuidado, solo puede generas más pérdidas y más dolor.
Los humanos hemos contribuido a alimentar el mito del crecimiento económico ilimitado y la fantasía de que el hombre. como rey de la creación, puede fijar a su antojo las leyes que rigen la vida
La encíclica “Laudato Sí”, llama a la Tierra “Nuestra Casa Común”. Señala claramente la problemática que denunciara Vandana Shiva hace tantos años y dice que la contaminación y la cultura del desperdicio, han deteriorado la calidad de vida y contaminado a la sociedad que tiene respuestas débiles a pesar de las múltiples opciones posibles. La producción tiene que ser una categoría ligada al mantenimiento de la vida, a la equidad, al cuidado.
Bueno, las mujeres hemos aprendido que las respuestas débiles que no favorecen la vida en la Tierra, tampoco nos favorecen. Por eso no las damos, ni las queremos. Como tampoco queremos ser usadas como objeto de consumo por los medios ni que nos digan que y cómo tenemos que reclamar. Eso lo decidimos nosotras.
Fíjense que al día siguiente de la contundente marcha 8M varios salieron a plantear que los reclamos feministas nada deberían tener que ver con la política ni con la economía ni con las empresas multinacionales: sólo reclamar aborto legal, nada que les mueva el piso ja ja…
Ese día repartí un folleto que explica brevemente nuestra conflictividad con el agua glaciar.
Lo copio:
LA PELEA POR EL AGUA DE LOS GLACIARES ES POR LA VIDA
Las trabajadoras defendemos la vida digna, el buen vivir, los derechos de las mujeres, los pibes, los jubilados, los trabajadores, los pueblos y decimos:
NO AL SAQUEO
NO A LA CONTAMINACIÓN
NO A LA DESTRUCCIÓN DE LOS GLACIARES
El agua dulce es un bien escaso y crecientemente contaminado
La superficie de la Tierra es, en un 70%, agua. El 97% salada y menos de un 3% dulce. Sin ella no habría vida ni funcionarían los ecosistemas. Es un bien escaso, pero, además, está cada vez más contaminado: ríos, lagos, lagunas, napas y acuíferos vienen soportando residuos y desechos de la actividad humana. Compuestos químicos orgánicos e inorgánicos usados por el agro, la industria y la minería, contaminan el agua. Nos contaminan, nos enferman.
Las Naciones Unidas informan que mil millones de personas tienen agua insegura (no potable) y mil quinientos millones padecen distintos grados de escasez. Ambas situaciones son fuente de enfermedad y muerte.
Los pobres, las mujeres y el agua
El 50% de los que padecen estos flagelos viven en países pobres. Niños, mujeres y ancianos son los más perjudicados. Allí, las mujeres acarrean el agua, caminan kilómetros y kilómetros cargándola en vasijas. La administran, la cuidan, la defienden porque es vida. Su vida, la de los suyos.
El agua de los glaciares
La mayor parte de agua dulce de buena calidad, el 69%, está preservada en glaciares, campos de hielo y periglaciares. Pero hoy también esas aguas están en peligro: se derriten por el cambio climático y se contaminan por las actividades extractivas (minería, fracking…) quedan impregnadas con: azufre, cianuro, uranio, arsénico, cesio, radón, estroncio, todos muy peligroso..
Por eso el agua de los glaciares, es un recurso que está en disputa: por un lado las empresas multinacionales poderosas, influyentes, apañadas por la corrupción política y por otro los pueblos que viven, crecen, cultivan y crían sus ganados, aún en tierras áridas, mediante un estricto cuidado, control y distribución del agua que derriten los glaciares.
La protección de los glaciares. Avances y retrocesos
En 2008, logramos una ley para proteger los glaciares y zonas periglaciares. La sanción fue unánime. Diputados y Senadores tuvieron información científica altamente calificada sobre el grave peligro a que se expone nuestro país por la contaminación y pérdida del agua glaciar. La ley prohibe su destrucción y/o contaminación. Ordena la realización de un inventario y el control de los emprendimientos ubicados en zonas englazadas y su entorno.
No llegó a aplicarse, a los pocos días fue Vetada en su totalidad, por Cristina Kirchner que sucumbió a las presiones de las empresas mineras.
Nuestros pueblos no se resignaron, nuestras compañeras encabezaron las Asambleas Ciudadanas y el reclamo ante las autoridades. La pelea por la protección glaciar, nunca cesó. Así, dos años, después logramos nuevamente la sanción de la ley. Es la 26.639.
Esta vez, el gobierno no la vetó, pero hizo lo imposible para que no se cumpliera: no envió los fondos para el inventario, no delimitó las áreas prioritarias, no publicó la información producida.
Tanto que, en estos días, el Juez Sebastián Casanello acaba de procesar a los tres últimos Secretarios y/o Ministros de Medio Ambiente por esta clara violación a la ley que favorece el avance de la contaminación.
El gobierno de Macri siguió en la misma, pero ahora peor: quiere modificar la ley. Eliminar las zonas periglaciares, no tomar en cuenta los glaciares menores, exigir que se demuestre la importancia hídrica de cada glaciar para prohibir o no un emprendimiento- ¿Acaso hay reservas de agua sin importancia hídrica?
Por eso las mujeres de “Jachal No Se Toca”, después de 3 derrames de cianuro, con 5 ríos contaminados y la salud en riesgo, siguen peleando por la vida de sus pueblos y por la suya propia. Saben que están en peligro grave no solo por la violencia intrafamiliar. La voracidad de ganancias, la irresponsabilidad, el desinterés por la vida de los pobres, las mata también de mil formas. No se resignan, no se dejan engañar por las falsas promesas de progreso. Defienden su agua, su derecho al agua, a vivir en ambientes sanos.
Nos defienden, nos enseñan, nos marcan un camino hacia otras formas de producción y consumo distintas a las generadas desde la mirada autoritaria, machista y patriarcal.
Quieren encontrar otros paradigmas de desarrollo para poder vivir bien.
Difundí, apoyá, informate, ayudamos a defender el agua de los glaciares. La vida de nuestras compañeras, la de nuestros pueblos está en riesgo por esa ambición de saqueo y riqueza a cualquier costo!!!
NO A LA APROPIACIÓN DEL AGUA PURA DE LOS PUEBLOS
NO A LA MODIFICACIÓN DE LA LEY DE GLACIARES
NO A LA CONTAMINACIÓN Y AL SAQUEO