Por Alfredo Grande
(APe).- La cultura represora es, como las bulas papales, urbi et orbi. Es decir, para la ciudad y para el mundo. La cultura represora nos atraviesa a todas y todos, pero, y es necesario nunca olvidarlo, no de la misma manera. El fútbol, la pasión de multitudes, lo sigue siendo. Pero no de la misma manera. El “fútbol industria” ha desalojado al “fútbol deporte”. Que antes había desalojado al “fútbol juego”. Estos desalojos silenciados no son sin consecuencias.
Si Maradona fue hijo del potrero, Messi es el hijo del laboratorio del Barcelona. Un jugador de probeta, un experimento que salió muy bien. Desconocemos cuántos experimentos similares salieron mal, y hoy deben ser excluidos y desclasados mendigando y sobreviviendo en la vieja Europa. Este pasaje del tablón al jet set fue gradual, pero no tanto.
Cuento una historia personal, y no de las más trágicas que en mi vida he sostenido. Cuando Macri se presenta a candidato a la presidencia de Boca Juniors, mi reacción fue de espanto. En realidad, de total incredulidad. Para colmo, el profesor y compañero Alfredo Bravo se presentó como candidato a la presidencia de River. En mis pesadillas nocturnas e incluso diurnas veía un River Socialista con Alfredo de Presidente y un Boca Fascista con Mauricio de Presidente.
La mitad de la pesadilla se confirmó, y , Angelici mediante, aún continúa. Cuando Alegre, que obviamente dejó de serlo, y Heller, al que solidariamente no lo bancaron, fueron derrotados por M M, tuve un episodio depresivo severo. Para resolverlo, intenté refugiarme en uno de los aspectos más discretos de mi Edipo.
Mi madre era de Independiente y yo mismo en los primeros años de la escuela primaria había compartido esa afición. Luego, vaya a saber el psicoanálisis porque, me hice bostero urbi et orbi. Pues bien: logré durante meses sostener mi nueva identidad. Lo de ser diablo y rojo tenía sus atractivos. Muchos años más tarde cuando mi padre me leyó un capìtulo de La Rebelión de los Ángeles de Anatole France, entendí que el diablo, uno de cuyos nombres es Lucifer, había sido el más hermoso y el más inteligente de todos los serafines. Y meses después, en la conmovida lectura del Manifiesto Comunista, entendí porque la derecha odiaba a los rojos. Todo eso también es Edipo, para no caer en la vulgata que los mercaderes de templos y bibliotecas han hecho del legado teórico y político de Sigmund Freud.
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Ser diablo rojo era para decirlo de alguna manera, un psicodiagnóstico además de un intento de construir una nueva identidad futbolera, lo más alejado posible de la sombra del nuevo presidente del otrora club de mis amores. Pero ese intentó que tratándose del diablo rojo no podía dejar de ser las buenas intenciones que siembra los caminos del infierno…fracasó.
El primer partido Boca Independiente los xeneises hicieron un gol, a pesar mío, lo grité. Entonces comprendí a Winston, el trágico protagonista de “1984” la novela histórico política de George Orwell. Yo también amaba al Gran Hermano. La pasión nunca cambia. La pasión de multitudes tiene razones que la razón represora conoce. Y que manipula a su antojo y conveniencia. Se aprovechan de nuestra nobleza, como nos enseñó el Chavo del 8. Es la misma lógica del circo romano.
Ahora los gladiadores del Imperio son millonarios en dólares y sus épicas son sponsoreadas por las multinacionales de cualquier cosa. Las grandes corporaciones , incluyendo los Estados, hacen de la publicidad el más lucrativo “tercer tiempo”. Y cuarto también. La mega industria del fútbol atiende a miles de parásitos del micrófono que hasta se permiten la obscenidad de discutir entre ellos en una remake de titanes en el ring, versión periodística.
Como negar la parábola que se abre con el EAM 78 presidido por el almirante Lacoste. El Ente Autárquico Mundial 78 primero se llevó puesto a su primer presidente, el general Omar Actis. Nunca se supo quien lo asesinó, aunque dicen que dicen que fue la Armada. El decreto 1267/77 logró que el EAM 78 tuviera una administración financiera clandestina, ya que nunca rindió informes de los 520 millones de dólares que supuestamente costó la Fiesta de Todos. Torturadores y torturados festejaban los mismos goles en uno de los tantos besos de la mujer araña. Triunfo total de la cultura represora cuando victimarios y victimas celebran en las mismas copas.
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La dignidad del equipo holandés, finalista de la Copa Ensangrentada, no debe ser olvidada. Holanda volvió a disputar la final de un Mundial por segunda vez consecutiva. Jugó con Argentina que curiosamente goleó por 6 a 0 al seleccionado peruano. ¿Razón de Estado? Obviamente sí. A la hora de recibir los trofeos, los holandeses se fueron a los vestuarios para no dar la mano a los jefes de la dictadura argentina durante la entrega de sus medallas de plata por el subcampeonato conseguido.
Además, antes de la final, se reunieron con las Madres de la Plaza de Mayo. Bueno sería entregar al seleccionado naranja un reconocimiento por este acto de política deportiva. El icono mayor de esta parábola siniestra, del concubinato entre fútbol, deporte, industria deportiva y cultura represora, tanto en dictadura como en democracia, es el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, el inefable Julio Grondona. Lacayo de los dueños de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, se ha mantenido genuflexo ante todos sus mandatos. Cuando Maradona intenta organizar un Sindicato de Futbolistas, el dedo acusador y depredador de Havelange y su lacayo Blatter lo marcan para siempre. Havelange que fue condecorado por el dictador Videla.
El mismo Blatter que crucifica y lapida a Luis Suarez, charrúa mordedor. La pena impuesta excede la falta cometida, que a pesar de su patética gravedad, no impidió que el mordisqueado siga jugando. A Luis lo excluyen en una muestra brutal de injusticia por mano ajena. Pero no hay, no existe, no interesa un lazo solidario entre los jugadores. Hay omertá mafiosa entre los integrantes de cada seleccionado. Pero los triunfadores de los 4 primeros puestos recibirán de las manos de sus verdugos las medallas que reconocen los méritos deportivos. “Morituri te salutant” decían los gladiadores que iban a morir cuando saludaban al César. Estos gladiadores no van a morir. Más allá de la muerte súbita en la alta competencia.
Mi hijo Federico en relación al boxeo, me dijo que era “la otra prostitución”. También en el fútbol. Prostitución VIP de los vendidos al mejor postor. Todos los jugadores titulares juegan en equipos europeos. Todos. Cada cuatro años aman a la Argentina, pero el resto del tiempo le meten cuernos con Europa, América del Norte y Asia. El único campeón será, más allá de quien se lo crea, el fútbol buitre. Cuando la pasión de multitudes se encuentra con una razón de multitudes, otra gallo cantará. No dejaré de gritar un gol argentino pero esa pasión no arrasará con mi razón crítica.
Yo también tengo un sueño. Que ningún jugador acepte la cocarda de los jerarcas de la industria del fútbol. Y si hay un sentimiento que no se puede parar, yo tengo ese pensamiento que tampoco puedo ni quiero parar.