En vísperas del 42 aniversario de la formación del Frente Amplio en Uruguay, Adoldo Aguirre reflexiona sobre los orígenes y la evolución de esta fuerza que sostiene y da ejemplo de una política frentista exitosa.
Por Adolfo «Fito» Aguirre*
«El 5 de febrero se conmemoraron los 42 años del nacimiento del Frente Amplio en Uruguay. Su Declaración Constitutiva sembró los principios de una coalición de partidos que iba a ser el eje vertebrador de la vida política uruguaya de fines del siglo XX y principios del XXI. Este 5 de abril se hará un gran festejo para celebrar el aniversario del primer acto público de esa fuerza.
Corría el año 1971. Los históricos partidos de la izquierda uruguaya, junto con una izquierda más aggiornada, y algunos disidentes blancos y colorados e independientes, concibieron la fórmula programática de una nueva organización autónoma, distinta y diferenciada de las fuerzas que la integraban.
Ese 26 de marzo, Líber Seregni, primer presidente del partido y también candidato de las primeras elecciones presidenciales en las que se presentó el nuevo conglomerado, dio el discurso público inicial. Las huellas de aquellos principios de unidad hacia una sociedad justa imprimieron la identidad de lo que sería el tractor de la política uruguaya de los últimos tiempos.
Parado en la Explanada de la Intendencia de Montevideo, rodeado de una multitud que se sabía un pueblo unido, Seregni estableció la necesidad popular y colectiva del Frente Amplio, la herencia de la tradición artiguista, la necesidad de transformaciones urgentes como la reforma agraria y la nacionalización de la banca y la importancia de una política de autodeterminación.
El Frente Amplio nació en el medio de la lucha del pueblo uruguayo por sus intereses más inmediatos, por la libertad, la democracia, por la participación de todos en la construcción de su destino, de la conjunción de intereses de los sectores postergados, de la clase obrera, de las capas medias de la ciudad y del campo, de sectores de la intelectualidad, los estudiantes, como su expresión política e irrumpió en la vida nacional como una gran avalancha, en momento de grandes luchas.
Desde aquel ya lejano 1971 “el frente” renovó continuamente su ímpetu de construir una tradición y una identidad propia que pudiera sintetizar los anteriores procesos inconclusos (el artiguista, el Battlista y el de Saravia) para proyectarlos al futuro a través de un programa de cambios sin perder la memoria de las luchas fundacionales.
Cuando al Frente Amplio le tocó pasar de la resistencia opositora a la gestión del Estado, fueron muchas las discusiones y los reposicionamientos, pero finalmente la madurez de la historia compartida y la convicción de que solo en unidad se puede avanzar primó sobre las dificultades y corrientes internas.
Esta infrecuente capacidad de la unidad de acción práctica y concreta, aun sosteniendo los idearios particulares y propios de cada una de las fuerzas que lo habitan, tuvo sus resultados tangibles y reconfortantes: el poder adquisitivo en los hogares uruguayos ha aumentado un 46% en términos reales de 2004 a 2011, y hubo un número altísimo de leyes sociales aprobadas que mejoraron la democracia desde la seguridad social, las libertades sindicales, los derechos de las empleadas de casa de familia, de trabajadores rurales y de los tercerizados, entre otros.
Gracias a este marco, hubo una recuperación salarial de 25% promedio y se logró la organización de nuevos sindicatos: policías, trabajadores rurales, servicios de limpieza, siendo la tasa de afiliación al PIT-CNT la más alta de la historia.
Este proyecto ya ha superado las cuatro décadas de existencia, ganó dos elecciones presidenciales y ha gobernado en un total de 9 gobiernos departamentales (en uno de ellos, durante más de dos décadas), lo que marca una entrada en la mayoría de edad política.
En este tiempo ha cambiado mucho el mundo, no existe la bipolaridad de la Guerra Fría en la que había nacido el Frente Amplio, la región ha acompañado los cambios en el Uruguay y ha habido múltiples mutaciones ideológicas y también en las maneras de concebir y de sentir la política partidaria. A su vez, surgen debates nuevos y juventudes renovadoras que plantean otros desafíos.
En mayo de 2012, por primera vez en su historia, el Frente Amplio celebró elecciones abiertas para elegir a sus máximas autoridades. Mónica Xavier fue electa como presidente de esta fuerza política con una Presidencia colegiada, de la cual ella (socialista) es la primus interpares, integrada con tres vicepresidentes de alto peso político como Juan Castillo (1001), Ivonne Passada (609) y Rafael Michelini (Frente Liber Seregni), además de un secretario político astorista y de trayectoria sindical y de administración como Gerardo Rey.
Hay pues puentes hacia las cuatro corrientes de más peso parlamentario o social; hay puentes hacia el sindicalismo; hay puentes y liderazgos para la militancia de la estructura central.
Cuarenta años en la vida de una fuerza política es mucho tiempo y el frente ha logrado transitarlos sin resquebrajarse, transitando la difícil tarea de transformar la resistencia y la retaguardia, los sesudos programas de acción y los entusiastas militantes que reparten estikers para la matera en políticas de Estado.
No es poco. Lo que mejor augura su futuro es la capacidad de mantener las compuertas abiertas y dinámicas para volver a consensuar cuántas veces sea necesario cuáles son las prioridades de la izquierda cuando ésta no es un grupo de iluminados sino una masa de pueblo que tiene que pensar la mejor forma de gobernarse».
*Secretario de Relaciones Institucionales de UP
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