OPINIÓN
La suba del dólar vuelve a aparecer como preocupación dominante en el debate económico a partir de lo ocurrido en los últimos días. Sin embargo, asombra que nos sorprendamos tanto cuando está claro que el acuerdo firmado con el FMI es un Acuerdo cuyo eje es el “dólar alto”.
Si la banda de flotación cambiara tiene una amplitud tal que entre el piso y el techo permite una devaluación del 30%, inhibiendo la intervención del Banco Central en el mercado cambiario, y restringiendo la misma de manera casi exclusiva a la suba en la tasa de interés, al tiempo que se fija una pauta de actualización de la banda cambiaria vigente, está claro que en el marco del acuerdo FMI la dirección del dólar es una sola: hacia arriba.
Es más, la perversidad del acuerdo es tal que la opción frente a la suba del dólar es elevar la tasa de interés que se ubica ya en un 52% a 7 días lo que capitalizado anualmente llega a casi el 70%. Es decir, la solución al dólar es la destrucción del crédito y la actividad productiva. Sintéticamente, el Acuerdo inconstitucional y violatorio del Estatuto del FMI, por tanto nulo, implica: dólar alto, salarios bajos, recesión doméstica, ajuste y recomposición del saldo comercial en divisas por caída de importaciones y uso exclusivo de los dólares que se obtengan para el pago de la deuda pública. Por cierto, contexto que promueve la destrucción del empleo y el aumento de la pobreza. Pretender que suceda otra cosa en el marco de lo acordado es sencillamente imposible.
Cabe agregar a lo expuesto dos cuestiones. Por un lado, no hay que descartar en los remezones cambiarios de estos días, la influencia de operaciones desarrolladas por los exportadores que teniendo que liquidar divisas pueden pretender que el dólar no esté en el piso de la banda, cuando es obvio que no va a continuar en dicho nivel en los próximos meses. Por otro, suelen argumentar algunos analistas que lo que estaría ocurriendo es el temor de los inversores frente a una eventual derrota del Gobierno. Hay que decir aquí que esta es una verdad a medias.
Ciertamente hay una desconfianza estructural de base con el actual Gobierno ya que sus políticas (y no otras) colocaron a la Argentina a comienzos del 2018 al borde del default. Situación ésta que no ha sido resuelta con el “respirador artificial” de los dólares del FMI. Tan sólo se ha pospuesto el problema pero el problema está, con el agravante de que hay U$60 mil millones de dólares más de deuda que antes del acuerdo con el Fondo. Dólares estos que habría que devolver en los tres años posteriores a las elecciones.
Por eso cae el precio de los bonos de deuda Argentina, sube el riesgo país y pierden valor las acciones de las empresas argentinas que cotizan en el exterior. La famosa confianza de los inversores que este Gobierno dijo venir a lograr y en nombre de la cual hizo todo lo que hizo, nunca estuvo, nunca existió, ni existe. Sobre esta base endeble se agrega la cuestión de que Macri, en el marco de políticas que no hacen otra cosa que agravar las condiciones de vida de la población, ya no garantiza la gobernabilidad futura de la Argentina, es decir, su reelección está en riesgo.
Por eso, ni lerdo ni perezoso, el FMI en su última visita tomo contacto con parte de la oposición política. Su objetivo, garantizar la continuidad del acuerdo, de sus políticas y por supuesto la devolución de los fondos prestados. Un acuerdo espurio e inconsistente que tuvo más que ver con la reelección de Macri en el marco de los intereses geopolíticos de Donald Trump, antes que con las funciones y criterios técnicos con que se maneja el Organismo.
El mismo está impedido de prestar fondos a países en situación de fuga de capitales. Basta con leer lo que se expone en la Sección V de la Carta Constitutiva del Fondo y en el artículo VI, Sección 1, relativa a las transferencias de capital.
*Presidente de Unidad Popular, Coordinador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).