Una hermosa conmoción está agitando la organización del 1er Festival Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria en el estadio de Chacarita Juniors, en Villa Maipú, pleno conurbano bonaerense.
Como se sabe, para la cantinela mediática dominante, el Gran Buenos Aires es una especie de zona turbulenta cuyo sentido principal es llenar de novedades la sección de policiales; no servimos para otra cosa. Son los mismos medios para los cuales una movilización es una anomalía urbanística y la solidaridad solo se ejerce con actitudes angelicales, entre enternecedoras imágenes de niños pobres inofensivos atendidos por la generosa mano del Poder.
No tiene que sorprendernos ese prejuicio; no puede esperarse algo distinto de una industria cultural cuyo único objetivo es evitar que nos encontremos como Pueblo. Prender la televisión en cualquier momento del día suele enfrentarnos al espectáculo de un montón de animales sueltos que se vinculan como intrusos intratables, catequizándonos diariamente en la conducta de gritar más fuerte y descalificar más rápido.
Si alguien descree del consenso comunitario y se anima a explicarlo diariamente, puede tener un lugar en nuestra comunicación masiva mañana mismo.
Para esa lógica irresponsable, el Gran Buenos Aires es inviable, imposible. Un infierno sin destino. Sin embargo, contra sus permanentes profecías, el conurbano existe. Y en él viven 13 millones de almas, en su mayoría, de la clase trabajadora. Por suerte, o por algo más misteriosamente amoroso, esa patria infinita de mujeres que sostienen merenderos, comedores, jardines comunitarios o centros culturales no les pasan cabida a los opinólogos de los que hablamos.
¿Una fiesta de la Cultura Comunitaria en Chacarita? Dicen que no se puede. Que la violencia en el fútbol, que las barras, que las mafias…
No se trata de negar esas realidades. Sin embargo, bajo el ruido del griterío y el sinsentido de los opinólogos y sus apresuradas profecías suelen transitar verdades menos rimbombantes pero igual de consistentes y, quizás, más permanentes. Las de la memoria, la reflexión, la tenacidad humana y el futuro, por ejemplo.
Yo no soy muy futbolero, pero me gusta escuchar historias de voces roncas.
Enterarme de que Chacarita se fundó el 1º de Mayo de 1906 en un local del Partido Socialista que estaba en la esquina de Dorrego y Córdoba, con un puñado de laburantes con los que ni siquiera llegaban a completar la lista de una comisión directiva; que sus tres colores homenajeaban al rojo de sus ideas políticas y libertarias, al blanco de la pureza ética que reivindicaban y al negro del Cementerio que tenían cerca. Primero fue un baldío y una casilla, que una camioneta de la Policía desarmó una mañana para el trazado de una calle. Tuvieron que pasar veinte años y muchísimo laburo para que el Club de esa pandilla de soñadores disfrutara su primer estadio.
Veinte años después, ya en 1945, tuvieron que irse de su predio en la ciudad porque no les daba el cuero para seguir alquilando, y llegaron a Villa Maipú, a unos terrenos en los que había postes para atar los botes en las inundaciones; ahí empezaron a construir su nueva cancha; una insignia de laburantes, con una historia plagada de bajones y resurgimientos, reinventándose para disfrutar lo colectivo. En las décadas que siguieron Chacarita jugó en la A, en la B y en la C, como dice Hernán, del programa de Radio “Chacarita Solidario”…“con altibajos, con más malas que buenas, casi como una metáfora del país”. Seguidores hechos de material resistente, que durante la dictadura militar cantaban la Marcha Peronista desde las tribunas.
¿Porqué un evento argentino y latinoamericano de Cultura Comunitaria debe realizarse ahí? ¿No hay espacios mas “políticamente correctos”, “prolijos” y “presentables”? ¿No hay lugares más previsibles y protegidos?
Bueno, para otras culturas más pasteurizadas puede ser. Pero la Cultura Comunitaria no ha sido pensada para ocultar lo que somos. La Cultura Comunitaria está hecha para afianzarnos en lo mejor de nuestra historia. La Cultura Comunitaria cree en la celebración de la proximidad, también cuando es masiva.
La Cultura Comunitaria no le teme a los claroscuros y contradicciones de la historia. La Cultura Comunitaria no vino a decorar la Democracia, sino a transformarla de raíz.
Somos un pensamiento cultural que cree en el mestizaje en serio… y tenemos algo que decirle a la Cultura competitiva y transparente de los aeropuertos y los shoppings.
Vamos a ser muchos y muchas entre ferias, talleres, música , cine y colores. La Cultura Comunitaria puede plantarse allí donde quizás ninguna otra potencia puede sanarnos, y revelar con su luz misteriosa las nervaduras de un futuro mejor, uno que nos habita en relatos que hablan de baldíos, sueños trasnochados y pelotas de tiento.
Justamente ese brillo indómito es el que nos hace creer en otro mundo posible; saber que, aunque cascoteado, lo tenemos dentro, y es hermoso.