Para Claudio Lozano, “los datos de inflación de febrero (3,8%) confirman el proceso de aceleración de precios que se vive desde febrero del año pasado. Desde ese momento la tasa interanual que se ubicaba en 25,4%, no ha hecho otra cosa que subir hasta llegar al 51,3%. Son varias las causas. El traslado de precios mayoristas que no se opera de manera inmediata sino que se dilata en el tiempo. Recordemos que el 2018 cerró con un Índice de Precios al Consumidor de 47,6% mientras que los mayoristas superaron el 70%. Parte de esa diferencia sigue manifestándose hoy.
A la vez se agrega la vigencia del programa acordado con el FMI, el cual propició un brusco cambio de los precios relativos buscando sostener un dólar alto en base a una banda cambiaria que se actualiza mensualmente y que dada su amplitud promueve una fuerte volatilidad e inestabilidad cambiaria. Esta es otra fuente de aceleración que opera sobre los bienes que se comercializan internacionalmente (Ej.: alimentos y energía).
Además, la estrategia de los Tarifazos del gobierno se despliega centralmente en estos meses, y la suba de las tasas para contener al dólar operan induciendo al alza los costos financieros de las empresas. Como si todo esto fuese poco, el brutal aumento en el precio de la carne agravó el cuadro. El efecto de este cuadro inflacionario es doble. Por un lado, profundiza el deterioro del poder adquisitivo de los sectores populares (los salarios están 12% abajo que en diciembre del 2017 y 16% debajo del 2015) ahondando la recesión en el mercado interno. Por otro, al concentrarse los aumentos en Alimentos (en febrero 5,7%) y en los servicios esenciales (en febrero 6,4%) esto destruye el sector industrial ya que al encarecer el costo de la sobrevivencia elimina la demanda de productos más elaborados, y al incrementar el costo de la energía destruye la competitividad del sector.
Lo expuesto indica que el programa en curso no tiene herramientas antiinflacionarias ya que las distintas fuentes de expansión de los precios priman, una u otra, según la coyuntura. En este sentido si en estos meses y hasta mayo los aumentos tarifarios y de precios regulados tienen mayor influencia, a partir de allí y en el marco de la contienda electoral y la amplia banda cambiaria vigente, el deslizamiento del tipo de cambio entre el piso y el techo potenciará la suba de precios. Por esto, el 2019 ya tiene un piso inflacionario del 36% y puede, tranquilamente ubicarse en el 40%. Es obvio entonces que en este marco no habrá recomposición de los salarios ni de los ingresos populares”.