Por Carlos del Frade
Ya murieron 206 niños en lo que va del año- dijo el gobernador de Misiones, Maurice Closs, a la hora de pensar en profundidad por qué Milagos, de solamente quince meses, ni siquiera pudo llegar al jardín de infantes como consecuencia de la desnutrición en la localidad de Montecarlo.
Después vinieron las contradicciones con integrantes de su propio gabinete que reducían el número a poco más de mil trescientos chicos como si el número fuera más importante que la vida de uno solo de esos bebés.
Para el máximo representante del gobierno misionero, las nenas y los nenes que no comen bien todos los días llegan a los seis mil en uno de los territorios más ricos de la Argentina en recursos naturales y, en forma paralela, uno de los más empobrecidos como consecuencia de la concentración de riquezas en pocas manos y la complicidad política con aquellos que se han quedado con casi todo. Pero Closs insinuó algo parecido a una mueca de alegría al decir estos números: «En lo que va del año murieron 206 chicos por distintas causas. En octubre del año pasado eran 253. Quiere decir que mejoramos el 22 por ciento. La mortalidad infantil afecta aquí a 12,3 de cada mil niños, un valor que es similar a la media nacional. En la década del 90 eran 33 por mil», apuntó el gobernador.
Fenomenal perversión la de Closs. Los chicos se mueren pero cada vez son menos. Como si la pérdida de un chiquito que ni siquiera llega a pronunciar más de diez palabras tuviera menos densidad que los adelantos que suponen esos números en políticas sociales o algo parecido.
Pero más allá de esas justificaciones, Closs cargó contra las víctimas. Dijo que los padres de algunos de los chiquitos muertos le «daban medicinas alternativas» a sus hijos y no las indicadas por los profesionales.
Además de cargar con el inaudito dolor de ver morir en sus brazos a sus bebés, ahora también los padres resultarían cómplices de esos finales, según la curiosa visión del gobernador Closs.
Y agregó indignado por lo que dicen los medios y no por la muerte de esos chicos: «Acá la gente no se está cayendo muerta de hambre. En mayo, decidimos impulsar el programa Hambre Cero, porque sabíamos que iba a haber chicos que aunque recibieran la asignación universal sus padres no lograrían cubrir las necesidades básicas. Entonces, nos metimos en el corazón mismo de la pobreza. Hicimos un plan para revertir la situación. Lo jodido es que ahora nos pegan porque esos chicos estaban en el programa Hambre Cero», sostuvo.
Cuatro siglos atrás, la tierra roja misionera prometía amaneceres luminosos para sus chicos.
Las cosas cambiaron desde aquellos días. En la provincia donde se desarrolló el primer proyecto colectivo que integró las comunidades guaraníes con europeos exiliados y perseguidos por sus ideas, como fueron los jesuitas, donde la producción se repartía de manera casi democrática, hoy la cabalgata asesina de la pobreza aplasta futuros.
En Misiones hay 130 mil pibas y pibes cuyos padres reciben la llamada asignación universal por hijo. Pero el hambre sigue.
-Lo que ocurre en Misiones es otro crimen cometido por el Estado. Son como crónicas de muertes anunciadas. Cuando no se distribuye equitativamente la riqueza, cuando no hay políticas serias y efectivas, continuará la tragedia. Más allá del dolor por estas familias que perdieron a sus hijos, sabemos que hay 7000 chicos en situación de indigencia. En tanto, el gobierno local gasta grandes sumas en obras públicas faraónicas, deslindando su responsabilidad social en la figura de padrinos que se ofrecen para proteger a la infancia en el contexto de un programa que, hasta el momento, muestra serias deficiencias en su aplicación – dijo Silvana Martínez, presidente de la Federación
Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social.
Una vez más, lejos de los lutos oficiales, los pibes misioneros siguen preguntando por qué no hay un mañana para ellos.
Fuente de datos: Diario La Nación 26-10-10