Quizá no sean tiempos de pensar la lucha armada. Pero siempre serán los tiempos para pensar en armar la lucha»
(aforismo implicado)
Luego de los dichos del ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Ricardo Casal, quien criticó la postura de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) ante los hechos ocurridos en José L. Suárez, el organismo le respondió mediante un comunicado. Desde el organismo exigieron que se retracte, al tiempo que aseguran que el ministro «ha tratado de confundir a la opinión pública con sus dichos falaces», entre otros, que desde esta comisión le quieren «fijar la política de seguridad», y comentó que la CPM recibe 10 millones de pesos al año del gobierno bonaerense. «Las declaraciones del ministro Casal pretenden descalificar a la CPM, pero en realidad muestran su propia ideología, su concepción del poder y la pretensión de manejar los fondos públicos como si fueran propios. El ministro Casal cree que si una institución tiene asignados fondos públicos debe disciplinar su comportamiento a los deseos del Gobierno. Malversando fondos podrá comprar otros silencios. Nuestra comisión no es un sujeto complaciente y aplaudidor de cualquier gestión», dice el comunicado, donde se enumeran las actividades educativas y artísticas de la CPM. La reacción de Casal, según el comunicado, se da porque él no acepta que la CPM sea «tan intransigente en la lucha por la vigencia de los derechos humanos, que la CPM haya denunciado los pactos con la corporación uniformada y que haya demostrado que la demagogia punitiva y la autonomía policial no sólo son contrarias al estado de derecho, sino un fracaso respecto de la seguridad de los vecinos de la provincia, mientras ocultan la vigencia de nichos de corrupción y redes delictivas donde participan policías, hasta reclutando menores para delinquir». Página 12 – 09/02/11
(APe).- Conocí a Vanesa, la hermana de Luciano, cuando organizamos el Tribunal Ético contra la Masacre de Cromagnon. Lo que denominamos «Lógica Cromagnon» está presente en nuestra vida cotidiana, y organiza, como si fuera la siniestra planificación de un psicópata, muerte y desolación. Supongo que Vanesa nunca soñó, ni en sus peores pesadillas, tener que estar ahí para dar el testimonio de la desaparición de su hermano. Pero sabemos, herencia cultural de la dictadura genocida, que desaparecer no es una negatividad impresa, sino una positividad terrible incrustada en la subjetividad social. Desaparecido Luciano, aquello que con la hipocresía gentil de la democracia aburguesada nos dijeron hasta el hartazgo, desfallece. No hay «Nunca Más». Por el contrario, sigue vigente el «Siempre Más de casi lo Mismo». Y no hay mayor defensa de la democracia, aún de la democracia mas apichonada, que insistir en que el combate contra toda forma de impunidad, de injusticia, de maldad, es el único garante. Real y simbólico. Nuestro interés es la lucha por Luciano. En esa lucha se ven los pingos, porque la lucha es la única cancha donde se juega el partido de la libertad. Y mientras los justos, los valientes, los sabios de la vida, los mártires y las víctimas sostienen ese partido todos los días, todas las noches, en los trabajos y también cuando van y cuando vuelven de esos trabajos, cuando la dignidad de vivir dice presente incluso en la cotidiana rutina de cartoneros y de «sintecho», mientras todo esto sucede en el mundo real y noble del trabajo y la pelea, otro mundo imposible sigue palpitando. Algunos lo llaman funcionarios. Son elegidos por aquellos que el pueblo eligió, con la secreta esperanza de saber alguna vez que es lo que realmente pasa. No son una clase: apenas una casta de intocables. Porque siempre habrá funcionarios, mas allá de los pases, cambios de equipo, desarraigos transitorios, ocasionales estadías en los resort de las cárceles vip. Los funcionarios disfrutan de un especial tipo de impunidad. Una impunidad plastificada, casi diría eterna como hamburguesa de mac donald. El funcionario es un gasto permanente, una fuente de desechos inagotable, siempre dispuesto a explicar el porque todo sale mal, cuando hace poco había dicho que todo saldría bien. Ya escucho el rumor de que hay funcionarios buenos. Lamentablemente es así, pero poco pueden hacer , a menos que usen el casco anti degradación cerebral. Una demencia habitual del funcionario consiste en la firme creencia de que lo real tiene frente y perfil de planilla, protocolo, paper, o memorando. Por supuesto, si además es un funcionario atravesado por el fascismo de consorcio, tan caro a nuestras capas medias, el resultado puede ser un Ricardo Casal. Estoy seguro de que la historia no lo absolverá, simplemente porque la historia no le dará ni cinco de pelota. El Presente sí, y eso es lamentable. En la grisácea mortaja de sus declaraciones, el Funcionario tiene como misión posible -ya que cuenta con todos los recursos del Estado que, lo señalo nuevamente, no somos todos- transformar el imaginario social en un alucinatorio social. La realidad será formada a gusto del tumefacto paladar del funcionario de turno. Tiene el más peligroso de los monopolios: el del titiritero que se oculta para crear la alucinación de que sus muñecos tienen vida propia. Por eso trata a todas y todos, incluso a los organismos a los que supuestamente apoya (por ejemplo Comisión Provincial por la Memoria) como si fueran muñecos. Pero muñecos tarados, cobardes, pusilánimes. Por supuesto, el funcionario se equivocó, pero no sólo no le importa, sino que lo disfruta. Rompe los platos y nunca los paga. Hermosa sensación para una de las formas, y no las menos letales, de la impunidad. Me parece necesario comenzar a pensar a la impunidad en una concepción más amplificada, y no reducirla a sus expresiones más groseras. La lista de funcionarios impunes debe ser más larga que la de las jubilaciones de privilegio. Que después de todo y antes que nada, son otra forma de impunidad. El combate contra esta impunidad del funcionario es el combate de Luciano. Castigado por no desear robar. Así como dicen que ningún pibe nace chorro, parece que algunos pibes tampoco nacen para no chorros.
Vanesa, hermana coraje, nos ayuda a sentir y a pensar: «Me encantaría que nos reciba la Presidenta, y lo pedimos. Pero antes queremos que nos reciba el gobernador, que nos hizo esperar tres horas y luego nos derivó al ministro (Ricardo) Casal y a (el ex ministro de Seguridad Carlos) Stornelli. Y encima tuvimos que soportar que Stornelli nos gritara porque se sentía muy ofendido de que nosotros dijéramos que la policía manda a robar a los chicos del conurbano, que no iba a soportar esas mentiras. La reunión se tuvo que levantar, le gritó también a uno de nuestros abogados. Casal trató de relajar, pero todo fue patético. No están interesados en resolver esta problemática, los ves pidiendo más policía o bajar la edad de imputabilidad. La gente tiene sus derechos básicos violentados desde que nace, y encima la persigue la policía.» Así es nomás. Luciano sigue combatiendo. Y nos espera.