La crisis educativa parece haber “regresado” a nuestro país. Las cosas indican que nunca se fue realmente. Ahora lo viene haciendo de la mano de las reivindicaciones salariales de los docentes pero este no es el único síntoma. En estos días los docentes en la Ciudad de Buenos Aires, conducidos por sus organizaciones gremiales y apoyados activamente por CTERA están llevando adelante una legítima y dura pelea por los salarios y por la defensa de la escuela pública a la que el gobierno de Mauricio Macri, histórico enemigo de lo público, y su Ministro de Educación, Mariano Narodowski, han empezado a agredirla. En este caso estamos ante un intento regresivo y con represión, al neoliberalismo de los noventa como si en el país y en América Latina no tuviésemos memoria. Basta recordar a Fujimori en Perú y a Menem en Argentina. Esta actitud además de extemporánea es repudiable por el autoritarismo que la impulsa. Desde proyecto Sur le sumamos nuestra solidaridad activa.
Hemos vivido varios años de “hegemonía” de un discurso “progresista”, de fuerte denuncia al neoliberalismo, desde el gobierno del presidente Kirchner en adelante. Hemos puesto comillas porque la hegemonía real de la educación nunca dejo de estar en manos de las clases dominantes. O sea que continua siendo selectiva, desigual (la igualdad solo está en los “papeles legales” en términos de objetivos y en los discursos de cuanto dirigente que se precie de tal), autoritaria y el sentido popular ni siquiera está planteado como problema.
El discurso vacío y en términos abstractos de la calidad de la educación continúa siendo hegemónico. “Una educación de calidad para todos” repiten hasta el cansancio los ministros de educación, nacional y provinciales. Primero fue Filmus y ahora su versión mas académica, Tedesco. La verdad es que en nuestro país nunca se discutió seriamente que es una educación de calidad. Hasta ahora esto se define por los estándares internacionales que en realidad no lo son tanto. Son estándares para el capitalismo desarrollado (EEUU, Europa Occidental, Japón) que por lo que sabemos son una minoría en el planeta, que saquea al resto del mundo e imponen una dominación cultural afín a sus intereses.
El “para todos” se aleja cada vez más de su realización. Se ha convertido en un objetivo “estratégico” o mejor dicho de un plazo “super-largo”. En realidad parece tan largo que ya ni se sabe cuando será posible. Son como los compromisos de lucha de los centros capitalistas contra la depredación ambiental. Se enuncian pero nunca se cumplen. El caso de los EEUU es paradigmático.
La crisis educativa ha regresado de la mano de la pelea salarial y en esto no hay mala intención. Los educadores sienten que lo que ganan no solo no les alcanza sino que para obtener un buen salario hay que trabajar mucho y en malas condiciones. Esto les genera muchos costos tanto en lo individual como de conjunto. Por un lado el deterioro psíquico en la actividad docente es una realidad ya suficientemente investigada y esto se agrava cuando las condiciones de intersubjetividad al interior de la vida escolar se vuelven más conflictivas, debido al ingreso creciente a la escuela de la desigualdad económica, social, cultural y política cada vez mas dura en la calle.
Por otro lado las orientaciones del poder real y también los gobiernos que las gestionan, responsabilizan a los educadores del deterioro de la educación que en la realidad es consecuencia de la crisis educativa en su totalidad. La promovieron, son impotentes para superarla y encima le echan la culpa a los docentes. Dicen, a veces de manera explícita y otras a través de los tantos “submarinos” que tenemos en el movimiento popular, que los docentes están empeorando su capacidad de responder a las exigencia “educativas actuales” y que les preocupa la creciente pérdida de autoridad educativa que viven en el trabajo en las escuelas. Agregan que esto se agrava con los excesivos paros.
En realidad esta es una preocupación real para los docentes que son los que ponen el cuerpo en las escuelas. Para los que gobiernan lo es en la medida que genera costos políticos. Este artículo no da para extenderse en este aspecto pero creo que la única autoridad pedagógica que les interesa a los que gobiernan es la capacidad que puedan tener los docentes de poner orden (en realidad disciplina) en el desorden que ellos mismo generan. Los que enseñamos queremos tener la autoridad pedagógica que surge de jugar un papel dirigente en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. El debilitamiento de la misma (recordar que se constituyo en un determinado momento socio-histórico) ha sido parte de la estrategia neoliberal de dominación que les permitió y les permite asegurar la hegemonía ideológica. El docente ideal en el imaginario gobernante es el reproductor (lo mas creativo posible) de un diseño curricular del que no participaron en su elaboración y a través de materiales didácticos en los que tampoco protagonizaron en su diseño y menos aun en la elaboración. Todo esto en un sistema educativo institucionalmente autoritario.
Seguramente este tema como muchos otros deben ser rediscutidos a la luz de las condiciones socio-históricas actuales pero poniendo sobre la mesa los objetivos de democratizar efectivamente la educación en todos sus niveles. La autoridad pedagógica real va de la mano de la democratización.
Creemos que se va mostrando que los tiempos de las palabras abstractas y formales se van acabando. La educación nacional necesita avanzar en términos efectivos y esenciales, como diría Martí, por los caminos de la igualdad, de la democratización y del sentido popular. Estas tres direcciones parecieran estar separadas pero están indisolublemente unidas. No se puede escamotear más el carácter dirigente de los docentes en los procesos educativos, el papel protagónico de los estudiantes en los procesos de aprendizaje y el compromiso activo de ambos en los gobiernos de las instituciones educativas. La voluntad política para el logro de estos objetivos requiere de un fuerte protagonismo popular y luego de una manera diferente de gobernar. Esto es lo que tenemos que construir hacia delante y es a lo que estamos comprometidos desde Proyecto Sur.
Por Jorge Cardelli