Texas, Buenos Aires o la venganza de Gramsci
POR MERCEDES ROMERA Y GABRIEL PURICELLI.
La venganza de Antonio Gramsci es muy sutil: parece ser que su advertencia acerca de que una correcta estrategia hacia la conquista del poder pasaba por una «guerra de trincheras» y no por el asalto frontal, en un hecho único y decisivo,se ha hecho carne en la misma derecha que se alarma ante la pregnancia de su pensamiento.Por eso hay funcionarios gubernamentales de ese signo, en lugares tan distantes geográficamente como la ciudad de Buenos Aires y el estado de Texas,empeñados en cavar fosos más profundos en defensa de la hegemonía de las clases dominantes y siguiendo a pie juntillas la prescripción que Gramsci le propusiera a las clases subalternas. El campo de batalla en ambos lugares es el currículum escolar.
En el caso de la ciudad de Buenos Aires es el Ministro de Educación Esteban Bullrich, funcionario de la gestión macrista, quien ha decidido no publicar ninguno de los materiales curriculares elaborados por los equipos técnicos de la Dirección de Currícula y Enseñanza (dependiente de la Dirección General de Planeamiento), con motivo de la celebración del Bicentenario y que incluyen recursos y propuestas de actividades para el trabajo en las aulas de nivel inicial,primario y medio. Paradójicamente, el argumento en favor de la censura es la supuesta «defensa de la pluralidad» de los contenidos curriculares, entendiendo que el enfoque gramsciano propuesto en los documentos «remite a una sola interpretación histórica» y que el acto de censura del ministro viene a garantizar la prueba democrática del disenso.
Contrariamente a la preocupación del ministro, el aporte de Gramsci a la educación se traduce precisamente en la posibilidad de entender el conocimiento como construcción y como parte integral de los conflictos sociales que se expresan en un determinado contexto histórico y político.Desde esta interpretación, todo pensamiento es ideológico y el análisis histórico remite siempre a un acto político.Los documentos censurados incluían esta perspectiva en torno de la construcción y transformación del Estado nacional, e incorporaban a los grupos sociales subalternos y a los proyectos políticos derrotados,dando cuenta de los diferentes tipos de Estado que se fueron construyendo desde Mayo de 1810, de las relaciones de poder que fueron dando lugar a los cambios históricos y de la intervención en este proceso del conjunto de la sociedad.
Casi al mismo tiempo, el 12 de marzo, el Consejo de Educación de Texas, controlado por una mayoría de la más dura derecha republicana, de inspiración fundamentalista cristiana, aprobó un plan de estudios sociales que elimina vocablos como «capitalismo», rehúsa definir a Estados Unidos como una «democracia», niega al Iluminismo como fuente inspiradora de la Revolución Americana y llega a soslayar a Thomas Jefferson,uno de los padres fundadores de la república,de quien recela su deísmo opuesto a las religiones institucionalizadas, su supuesto jacobinismo y, sobre todo, su acuñación del concepto de separación de la Iglesia y del Estado.
En su radicalización hacia la derecha, los republicanos han comenzado a actuar en el seno de los consejos escolares a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos, como una «minoría intensa» que impone en los órganos electivos opciones de política pública que se sabe no expresan nada que se acerque a un consenso de los ciudadanos estadounidenses.
En el proyecto ácrata de mercado que sus facciones más extremas impulsan, es fundamental deshacerse del consenso moderadamente conservador en el que se apoyó el sistema político desde Reagan en adelante. Así,pugnan por la hegemonía de una visión que es la versión teocrática de la vieja definición de Margaret Thatcher de que no existe tal cosa como la sociedad, sino sólo los individuos. Su acción demuestra que tienen claro que tal sociedad existe y que es necesario convencerla de su inexistencia usando todo el poder de los aparatos ideológicos del Estado.
Curiosamente en Buenos Aires, el ministro que se encarga de esta cruzada ideológica llegó desde el banco de suplentes para reemplazar a un predecesor justamente calificado de troglodita. Con buenos modos, tratando de de que no se armen las olas que levantó Abel Posse, le está sirviendo a nuestra ciudad un menú texano recalentado.
Rechazando explícitamente a Gramsci, hace avanzar su causa ideológica con un gambito, si se nos permite, gramsciano.
* Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y sociólogo (UBA), respectivamente.