«Venimos advirtiendo sobre lo que significa construir más represas en la región y no hay respuesta», afirmó «Coqui» Duarte (UP).
Luego de las crecidas que produjeron la mayor inundación en 30 años en las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay, el agua bajó y la vida volvió de a poco a la normalidad. Esa afirmación es verdad para todos, menos para los evacuados que sólo en Misiones ascienden a 8600 y acaban de sufrir la destrucción de sus casas y la pérdida de sus trabajos, en su mayoría en chacras y cultivos.
La crecida los tomó desprevenidos, pero no los tomó por sorpresa: de una década a esta parte la situación se agrava año a año y se veía venir. Las lluvias son cada vez más fuertes y frecuentes y las denuncias, constantes, son desoídas.
“El avance del agronegocio ha deforestado montes y selvas, destruyendo la capacidad del suelo de absorber y escurrir el agua. Por otro lado, y en el caso del Río Uruguay, las represas que abrieron sus compuertas, liberando de golpe enormes caudales de agua, potenciaron las crecidas y las inundaciones”, explica Andrea Burucua, secretaria de Ambiente y Bienes Comunes de Unidad Popular.
Por su parte, Jorge “Coqui” Duarte, secretario general de la CTA Misiones y dirigente local de UP, aclara que desde la Mesa Provincial “NO a las Represas” vienen “advirtiendo sobre lo que va a significar construir más represas en la región y cómo van a influir en el ciclo vital del agua” desde hace tiempo, y no han obtenido respuesta alguna. “Responsabilizamos a las autoridades porque no tomaron medidas, a pesar de que esto era previsible –narra Duarte-. Le respuesta gubernamental a los inundados fue lenta. Fue mucho más rápida la respuesta de la gente, que acercó su solidaridad, incluso desde otras provincias”.
Río abajo
Si bien las fuertes lluvias y las crecidas extraordinarias de los ríos ya se han dado en décadas pasadas, el modelo extractivo las propicia.
La deforestación del monte nativo para la plantación de pinos provoca más lluvias. Los pinos se plantan para abastecer de madera a las dos pasteras de la zona, que los utilizan en la producción de papel. “Esto impide que el agua escurra, porque el monte nativo, que servía como esponja, es cada vez más chico”, cuenta Duarte.
De esta manera, el agua de las cuencas sube y desborda en las represas. Para evitarlo, se abren las compuertas y las poblaciones que están río abajo reciben el agua como una ola violenta. “En esta última crecida que provocó las inundaciones, las más grandes desde 1983, el río crecía a unos 30 centímetros por hora”, agrega el dirigente de UP y CTA.
En Brasil existen más de 30 represas que funcionan como un gran espejo de agua, y actualmente se planea un nuevo emprendimiento argentino-brasileño –Garabí-Panambí- dos megarrepresas ubicadas en la cuenca del Río Uruguay, en el límite de Corrientes y Misiones. De avanzar, estos proyectos afectarían dramáticamente la vida y el hábitat de comunidades enteras de las localidades de Garruchos y Panambí, y de la zona de Concepción de la Sierra, entre ellas algunas poblaciones originarias cuya economía depende casi exclusivamente del trabajo de la tierra.
Este proyecto comenzó a gestarse en los 70 y en 2012 se licitó la realización de los estudios de factibilidad e impacto ambiental. Se planea que la represa Garabí funcione a cota 89 y la de Panambí a cota 130 metros. Se estima que ambas podrían generar 2.200 megavatios de energía y el monto total de la obra estaría en el orden de los 4.200 millones de dólares. Estos son algunos de los pocos datos que se conocen porque la idea se viene desarrollando a espaldas de la opinión pública de las provincias afectadas, contradiciendo la Ley misionera Nº 56, que especifica que no se pueden construir represas sin previa consulta popular.
“Por todo esto hemos resuelto hacer una consulta a la ciudadanía del 20 al 26 de octubre en todo Misiones en la cual queremos que la comunidad se expida sobre la proliferación de represas”, anticipó Duarte. Misiones cuenta con un antecedente: en 1996, cuando se plebiscitó la construcción de la represa hidroeléctrica de Corpus, el 88,63% de los votantes se manifestaron por el “No”, cualquiera fuera su lugar de emplazamiento sobre el Río Paraná. “Para generar energía hay otras alternativas, y también se pueden construir represas en otros lugares”, resalta Duarte.
La defensa del hábitat
La frutilla del postre son las enfermedades. A partir de la proliferación de represas, el Litoral se ha convertido en zona endémica de nuevos males, como esquistosomiasis (enfermedad transmitida por un caracol que se cría en aguas estancadas), y dengue (que trasmite un mosquito que se cría en espejos de agua). Por estos y otros motivos, la Organización Mundial de la Salud recomienda no construir represas en zonas tropicales, pero…
Los más afectados por este tema y por todos son los pueblos originarios. Son muchas las comunidades que han visto sus tierras bajo el agua en estas crecidas y serán muchas más las que se verán afectadas si prospera la construcción de las megarrepresas: las comunidades Mbya-Guaraní afectadas serían Yejy, Pido Poty, Tekoa Ara Poty, Chafariz, Andresito, Pindoity y Katupyry.
Es por esto que varios de sus integrantes encararon la defensa del hábitat como prioridad de lucha y comenzaron a articular sus reclamos con los de los activistas de la Mesa Provincial “NO a las Represas”.
Por Gladys Stagno